Quinn mordía sus uñas.
Demasiado nerviosa.
Demasiado tensa.
Su cabeza estaba a punto de explotar y no tenía nada de aquel polvo blanco que tanto le ayudaba. O al menos eso sentía.
Pero ya estaba ahí. Y creía que era algo que necesitaba. Después de tantos años, algo en ella la había obligado a conducir hasta aquel lugar. Su corazón latía pesadamente, demasiado rápido y brusco. Y bueno, Quinn mordía sus uñas mientras esperaba a que Harry Rawson abriera la puerta.
Pero, para su sorpresa, no fue él quien la abrió.
Una niña.
Con unos ojos ámbar de infarto y una cabellera castaña que le llegaba casi a la cintura. Se atrevió a pesar que sería unos años mayor a su sobrina Darcy.
—Hola— saludó la pequeña al apoyar su cara en la puerta.
—Hola— Quinn le dedicó una nerviosa sonrisa.
—¡Iria!—gritó otra chica acercándose. Sus labios se secaron al darse cuenta de que podría tener la edad de Aydan. —Mamá te ha dicho que no abras la puerta—
—Es una señora— se defendió ajustando su mochila.
—Las señoras también secuestran— soltó —¿Se le ofrece algo?—
—¿Estará Harry?—
—¡Es amiga de papá!— gritó la más pequeña —¡No me secuestrará!—
—Si— respondió la chica de ojos verdes, ignorando a su hermanita —Ahora le llamo—
No dijo más. Se metió en aquella casa, arrastrando a la pequeña castaña dentro.
Su mente lo procesaba aquello demasiado lento. Sorprendentemente despacio.
Y bueno, esto no hizo más que empeorar cuando una versión algo más avejentada del Harry Rawson de la fotografía, abrió la puerta. Quinn sintió su respiración más pesada, inclusive la contuvo por unos segundos. No. No necesitaba aquello.
Harry abrió la puerta bastante sonriente y ella logró escuchar a las niñas peleando detrás.
—¿Quinn?— preguntó. Y su sonrisa desapareció.
—¿Así que no querías ser padre?—
Él tragó saliva con dificultad. Echó un rápido vistazo detrás de él y cerró la puerta.
—Hablemos—
*
—Y él es Cameron— dijo extendiéndole su celular. —Tiene seis—
Quinn pudo observar un niño, con cabello castaño y ojos ámbar demasiado grandes. En su mente, aquellos nombres resonaban demasiado. Alana tenía dieciocho años, Iria tres y bueno Cameron seis. Ella intentó esconder la tristeza que en su rostro empezaba a asomar por tomar un trago de su café y fingir una sonrisa.
—Creí que no querías ser padre—
—Tu sabes que fue lo que ocurrió— dijo Harry mientras el mesero dejaba su café frente a él. —No nos amábamos—
Una apuñalada para ella.
—¿Sigues casado?—
—Si, Dorotea ha tenido que ir temprano al trabajo y por eso he llevado a los niños a la escuela— asintió con sus palabras —Algo con un juicio, no he entendido bien—
—Alana tiene la edad de Aydan— él asintió bastante distraído —Tenemos trece años divorciados—
Notó como intentó no ahogarse con el trago que le había dado a su bebida.
—Creí que ya lo sabías— admitió restándole importancia —Pensé que las peleas eran por eso—
—Las peleas eran porque no querías darle tu apellido a Aydan—
—¿Qué tal esta el muchacho?—
—Vivo—
—Entonces...¿No le prestas atención?—
—Yo no abandoné a mi hijo a su suerte— atacó Quinn.
—Dime que hace en sus tiempos libres—
Quinn quedó en silencio.
—¿Tiene novia?—
No lo sabía.
—No puedes decirme que no lo has abandonado a su suerte si no sabes esas cosas— contraatacó Harry. —¿Se sigue juntando con el chico...? Olvidé su nombre—
—¿Sebastián?—
—Eres una madre terrible— se burló él.
Quinn lo sabría. Pero no quería admitirlo. A pesar de ello, no pudo enojarse. Y menos, al escuchar la risa armoniosa que tanto había extrañado. Así que no pudo evitar la carcajada que llegó.
—Tu no te quedas atrás—
—No puedes juzgarme ahora— soltó —Soy un padre ejemplar con mis hijos—
—No todos—
—Bien, no todos— dijo entre risas. —¿Qué ha sido de ti?—
—Me hice cargo de mi hijo— Harry asintió —¿Y tú?—
—Bueno, después de que tu padre me quitara prácticamente toda mi herencia...—
—Lo siento por eso—
—No, no— dijo llevando un bocado de su desayuno a su boca, —Esta bien. Si no lo hubiese hecho dudo que habría explotado las tierras restantes como lo hice—
—¿Te fue bien?—
—Bastante— admitió —Resulta que las minas tenían oro que no había sido extraído, ah y plomo—
—La vida volvió a sonreírte—
—Así es—
Él sonreía, demasiado orgulloso de sus esfuerzos y de lo que había conseguido.
—Me da mucho gusto por ti— admitió Quinn.
—No deberías— admitió —Debí haberme hecho responsable de Aydan—
—No se puede cambiar el pasado—
—Pero el futuro aún no esta escrito...—
Ella le dio un sorbo a su café y se atrevió a desviar su mirada. Harry seguía teniendo aquel efecto en Quinn. El de hacer que sus manos temblaran y la sonrisa de tonta apareciera en su rostro. Con sus enormes ojos ámbar parecía que lograba ver demasiado dentro de ella.
Y le encantaba.
—¿Ah qué viniste?— se atrevió a preguntar Harry. Ella lo miró con su entrecejo fruncido, sin comprender del todo a que se refería —¿Por qué me buscaste? ¿El chico esta en problemas?—
—Se llama Aydan— le recordó. —Y no, no esta en problemas—
—¿Entonces?—
—Creo que necesitaba un amigo—
—¿Qué ha pasado con Wallis?— quiso saber —Eran bastante unidos—
—De viaje de negocios— explicó.
—¿Y su esposa?— preguntó —¿Amber? Recuerdo que podías pasar horas platicando con ella y...—
—Esta con Wallis—
—Vaya— exclamó —Y asumo que aún tu relación con Florence...—
—No ha mejorado—
—¿Qué me dices de Romina?—
—Perdimos contacto— se limitó a decir.
No tenía ganas de explicarle que ella se había alejado cuando descubrió la adicción de Quinn. Por más que esta última le hubiera insistido en que podía dejarlo en el instante que así lo quisiera, la otra simplemente se alejó. Sin decir nada o dar explicaciones.