Los Testigos

Capítulo: 20

Cayden no comprendía que ocurría. 

Era la primera vez que él e Imogen discutían y la razón aún no le quedaba clara. Intentaba procesar lo que ocurría, pero no conseguía entender que había hecho mal. 

—Si no querías ayudar a Aydan me hubieras dicho—la chica lo miró incrédula mientras recogía su espesa melena de rizos en una coleta. 

—No lo entiendes, ¿Cierto?— 

—Si me lo explicas lo haré—

Frustrada, la chica restregó su rostro y se dejó caer en una de las esquinas de aquella cama que compartían. Cayden se acercó a la puerta y la cerró con sumo cuidado de no hacer demasiado ruido, de aquella forma, no llamarían la atención si empezaban a elevar la voz. 

—No tiene nada que ver con ayudar o no a Aydan—

—¿Entonces?—

—¡Tu familia me detesta Cayden!— señaló —Lo he intentado, de verdad lo he hecho, pero no me ha sido fácil. Tu familia es un poco completamente opuesto a la mía y no sé cómo acercarme a ellos…—

—Imo, yo no sabía…—

—Aguarda— ella estaba a punto de llorar, pero lograba contener las lágrimas demasiado bien. Como si lo hubiese practicado ya un millón de veces, —Me he quebrado la cabeza y a ti ni siquiera te importa como me siento. ¡Jamás lo has preguntado! No me ayudas, no lo haces más fácil y cada vez parece que prefieres estar sin mí—

—Amor, eso no es ni de cerca lo que ocurre— él apenas y se las había ingeniado para decir aquello. 

Había quedado demasiado entorpecido después de lo que Imogen le había confesado y apenas lograba hilar unas cuantas ideas vagas. 

—Ni siquiera conozco a tus amigos Cayden— le reprochó —Me has apartado de tu vida y…—

—No era mi intención—

—Quizás hicimos mal— él la miró incrédulo, —Somos muy jóvenes y tú quieres continuar con tu vida como cuando eras soltero y yo…—

—No, Imo. Escúchame por favor— con mucho cuidado, se sentó al lado de su esposa y tomó sus manos, las cuales siempre le sorprendían por lo delicadas que eran —Te he apartado por qué eres lo único en mi vida que me da miedo perder—

—No mientas—

—No lo hago— le aseguró —Sé que mi familia es un desastre y que probablemente en unos años mis amigos me olviden. Suena triste, pero es algo que siempre he sabido. Por eso me esfuerzo por mantener a la única persona real tan lejos de todos aquellos que en cuestión de tiempo me traicionaran—

Él la miró directamente a los ojos cuando le dijo aquello y a ella no le quedó la menor duda que decía la verdad. 

—Prometo mejorar— continuo —Te aseguro que jamás te volveré a dar una razón para que desconfíes de lo mucho que me importas, pero necesito que tú me digas como te sientes. Por qué soy un tonto y de otra forma jamás lo adivinaré—

La abrazo con delicadeza y al mismo tiempo con la fuerza suficiente que ambos necesitaban.

—Necesito que me ayudes a llevarme bien con tu familia— le pidió —Para mí es importante—

—Lo haré—

*

Cayden volvió a negar aquella llamada. Era la cuarta aquel día. 

Siempre el mismo número.

Decidió que le ignoraría y continuó vertiendo el contenido de aquel paquete de rosetas de maíz en el tazón rojo que se esforzaba por no tirar en un descuido. 

—¿Irás a alimentar a un ejército?— le preguntó Imogen entrando en la cocina. 

Cayden alzó su mirada y observó cómo ella se llevaba un chocolate a la boca. 

—Tú y yo pasaremos la noche en una reunión clandestina— ella lo miro con su entrecejo fruncido, sin comprender a lo que se refería, —Es en el cuarto de Morgan, tal parece que invitó a un chico y Aydan…—

—¿Un chico?— preguntó ella con los ojos bien abiertos. Él solo asintió mientras empezaba a tomar vasos del lugar en donde estos se encontraban —¿Sus padres saben de esto?—

Cayden no pudo evitar reír.

—Imo, ¿Tus padres saben de las veces en las que yo me colaba a tu cuarto?— ella se sonrojó.

Algunos ni siquiera lo hubieran percibido, pero Cayden lo hizo y no pudo evitar sentir ternura. 

—¿Saben que yo también voy?— 

—Sí, es por eso que llevaremos nieve— señaló el rubio —Tranquila—

—Es solo que no me llevo bien con Morgan y lo sabes— Imogen retorcía sus manos y él lo notó. Las tomó entre las suyas y la miró a los ojos antes de agregar:

—¿Recuerdas la primera vez que te invité a que conocieras a mi abuelo?— ella asintió, —Ve a Morgan como la niña de trece años que cargaba con un peluche de caballo a todas partes a escondidas—

Imogen sonrió con nostalgia. 

—Había olvidado que hacía eso—

Entonces Imogen empezó a ayudarle al chico a cargar las charolas con botes de helado, tazones de rosetas de maíz y papas fritas, chocolates y refrescos. Ambos iban bromeando mientras subían las escaleras.

Las carcajadas de los más jóvenes pronto resonaban por los pasillos conforme se acercaban. Imogen fingía sonreír, a pesar de que su boca temblaba mucho. 

Dos años de casados y ambos no eran capaces de llevarse bien con la familia del otro. La familia de ella lo veían como alguien que jamás terminaba de ser bueno para Imogen y la de él, simplemente estaba tan metida en sus propios asuntos que no le daban la oportunidad de interactuar. 

—Ya basta— pidió Aydan mientras cubría su rostro. 

—¿Qué estamos haciendo?— preguntó Cayden dejando la charola que cargaba sobre la cama de su prima, después se acercó a Imogen y tomó la otra de sus manos. 

—Recordando viejos tiempos— contesto Giles, —¿Dónde conseguiste el regalo de Marisol?—

—¿No es obvio?— el rubio tomo un puño de papas antes de agregar: —Internet es un lugar maravilloso—

—Te dije que no lo hicieras— soltó Imogen —Seguramente le causaste un trauma de por vida—

—De hecho mi mente lo bloquea hasta que alguien lo trae a la mesa— señaló Aydan aún demasiado sonrojado, —Gracias Giles—

—Pensé que era buen momento para recordar esa hazaña—




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