Giles sonrió cuando Morgan abrió la puerta.
—Aún tengo que despertar a Darcy— señaló ella.
—¿A ella también le gustan los cubos de azúcar?— bromeó el castaño alzando la bolsa que había comprado.
—Entra ya— le pidió Morgan sonriendo y poniendo sus ojos en blanco.
—¿No irás a clases?—
—He decidido darme el día libre— admitió la pelirroja.
—Me di cuenta de ello cuando no llegaste a la primera hora— mencionó el castaño mientras la seguía por la casa.
—¿Te digo algo extraño?— preguntó —Mis padres no llegaron a casa anoche—
—¿Por qué es extraño?— quiso saber él, —¿No lo habían hecho antes?—
—Bueno, si— admitió —Pero no solo desaparecían, ¿Me explico?—
—Nunca lo haces— bromeó.
—¿Y Marisol?—
—En clases—
—¿Aydan?—
—En clases—
—¿Cayden?—
—Con Imogen, no sé donde—
—¿Significa que estamos solos?—
—No cantes victoria— se burló —El carro de mi tía esta afuera, probablemente este por aquí. Además la señora Alana siempre tiene un ojo puesto en nosotros, o al menos eso nos dice. Y por cierto, ¿Qué cambiaría si estuviéramos solos?—
—El hecho que probablemente me correrías a patadas—
—Tienes un punto—
—Aguarda aquí—le pidió Morgan apenas llegaron a la puerta de la habitación de Darcy, —Iré a despertarla—
Apenas y el muchacho alcanzó a asentir cuando ella ya había entrado a la habitación de la más pequeña. Una sonrisa se asomó en su rostro al ver a Darcy abrazando al señor Miel, con las sabanas por todos lados y su cabello enmarañado.
—Dar—apenas se atrevió a susurrar al entrar, —Dar—
Mientras veía aquella escena se preguntó si no sería buena idea el permitir que su hermanita se quedara en casa ese día. Pero, a pesar de lo atractiva que era aquel pensamiento, Morgan fue hasta la cama de Darcy y se sentó cerca de ella, la agitó un poco y susurró un par de veces más su nombre.
Hasta que la pequeña con su nariz fruncida abrió los ojos.
—No— espetó sin más,
—¿No?— preguntó la mayor con su entrecejo fruncido y una sonrisa,
—No me harás que salga de esta cama— decretó. De un jalón tiró de una cobija y cubrió su rostro.
Morgan la miró divertida, pensando en cómo lograría que la pequeña se levantara. Hasta que la solución perfecta llegó a su cabeza.
—Bueno, como mamá no esta creo que desayunaré panqueques sola—
—¿De verdad?— quiso saber mientras se apartaba la cobija.
—Si—
—¿Quién los hará sino esta ella?—
—Ella nunca los hace— señaló Morgan —Siempre es Marisol—
—Marisol está en la escuela y la señora Alana de seguro ha ido por víveres, es jueves—
—Los haré yo— espetó.
—Tú no cocinas—
—¡Claro que sí!— intentó defenderse. Pero ella tenía razón.
Jamás lo hacía.
—Bien, te propongo algo— dijo Morgan, —Yo iré abajo a hacer los panqueques y tú te lavarás cara y dientes, ¿Bien?—
Darcy asintió mientras intentaba apartar el sueño al restregar su rostro y Morgan salió de la habitación.
—¿Por qué estas en el piso?— le preguntó a Giles,
—Estaba esperándote— señaló guardando su celular en sus bolsillos.
—Necesitamos encontrar a la señora Alana— Giles la miró con el entrecejo fruncido, —Le prometí a Darcy panqueques—
—¿Por qué no los haces tú?—
Morgan dejó que su silencio hablara por ella.
Giles al principio no lo comprendió y durante una considerable parte del trayecto el castaño también guardó silencio intentando encontrar la respuesta a su pregunta. Le había extrañado el hecho de que ella no le contestara. Hasta que por fin lo entendió. Y no pudo evitar soltar una carcajada.
—¿No sabes cocinar?— le pregunto a manera de burla y buscando confirmar lo que él ya había averiguado.
—No por ser mujer debo hacerlo—
—Morgan, eres humana— espetó —Comer es una necesidad y cocinar es para satisfacer esto—
—¿Tú sabes cocinar?—
—Por supuesto que sé— sentenció —No soy un inútil—
—Entonces tú los harás—
—Que horrible manera de tratar a tus invitados Tremblay—
—Siéntete de la familia— dijo ella.
*
Le era extraño.
No incómodo; no.
Como si algo estuviese a punto de arruinar toda aquella calma que esa mañana había traído consigo. Morgan hubiese seguido con la mirada perdida en dirección a Darcy quien se alejaba de la mano de la señora Charlotte. La pequeña agitaba la pata del señor Miel mientras caminaba.
—¿Estás bien?— le preguntó Giles sacándola de sus pensamientos.
—Si— contestó perdida.
El muchacho asintió no muy convencido.
—¿Sabes en cuánto va la bolsa del sábado?— preguntó mientras arrancaba el carro,
—Seis cifras— ella apretó un poco los labios,
—¿Crees que aumente?—
—Por Dios, Morgan. Exiges demasiado—
—Te pedí que vinieras porque necesito que me ayudes—
—¿Con Diamante?— la pelirroja asintió levemente aún reuniendo el valor para darle una explicación.
—Necesito venderlo—
—¿De verdad?—
—Ha ganado competencias, ¿Eso aumenta su valor, no?—
—Morgan, no sabría donde vender a tu caballo—
—Yo si—
—Morgan, aguarda— le pidió el castaño, —Si para el sábado no aumenta la cifra, el lunes consideraremos la posibilidad, ¿Bien? No te precipites—
—Es solo que…—
—Un paso a la vez.
No muy convencida la pelirroja asintió y frunció un poco sus labios. De una manera rápida le echo un vistazo a su copiloto,
—¿Por qué no seguiste?—
—Hace poco que me fracture la pierna izquierda. Justo en la tibia— señaló, —¿Acaso no me viste corriendo como idiota con muletas por ocho semanas?—
—No— admitió soltando una pequeña risa, —Hasta hace dos semanas te ignoraba por completo—
—Algo esperable—
—¿Solo una fractura?—