A Aydan le pareció extraño el no encontrar a su madre por ningún lado.
Sabía que ya era demasiado tarde y que no habría manera en que llegara a tiempo a clases. Pero él no podía evitar seguir buscando a su madre por toda la casa. Había ido a los establos, a su habitación, a la cocina, a la sala, al estudio de su abuelo y su madre, también vuelto a la cocina, buscado en los baños, biblioteca y demás. Pero simplemente Quinn no se encontraba en la casa.
No le contestaba llamadas o mensajes. Y lo más extraño es que había dejado el mustang aparcado casi en la entrada. No estaba guardado cómo siempre solía estar y ni siquiera estaba cubierto por aquella tela negra que su madre siempre insistía en colocarle.
Intentaba no lucir nervioso y mantenerse lo más calmado que le fuera posible.
Aquella no era la primera vez en la cual su madre se desaparecía sin dejar rastro, pero de igual manera no podía evitar preocuparse.
Mordía sus uñas con nerviosismo mientras avanzaba por la mansión y rezaba por encontrar a su madre.
Su abuelo siempre le había dicho que su responsabilidad era cuidar de su madre, sobre todo desde que su padre los había dejado.
Y aquella era la razón por la que Aydan desde pequeño no lloraba en frente de su madre y mordía sus uñas a escondidas, ni por mencionar que cada vez que su madre desparecía rezaba en silencio mientras la buscaba.
La primera vez que su madre desapareció, Aydan rezaba en voz alta mientras la buscaba. La encontró después de una semana, cuando regresó de rehabilitación después de un lavado de estómago ya que tenía un problema con la bebida.
La segunda vez su abuelo le ayudó a buscarla, ninguno tenía idea de dónde podría estar. Y cuando finalmente la encontraron fue en un hospital por una sobredosis de la cual su abuelo no quiso hablar con él.
Claro que con los años Aydan supo finalmente de que había sido aquella sobredosis. Y no, jamás se atrevió a mencionarlo.
Después de la quinta vez, Aydan dejó de contar cada que su madre desaparecía, ni siquiera se fijaba por cuántos días lo hacía. Solo esperaba a volverla a encontrar y rezaba en silencio, a veces cuando sus nervios eran demasiado intensos como para controlarlos movía sus labios articulando plegarias y mordiendo sus uñas entre palabras.
—¿Aydan?— escuchó a la señora De la Cruz decir a su espalda, se giró y fingió una sonrisa aún con uno de sus dedos en su boca, —¿Buscas a alguien, cariño?—
—Buscaba a mi madre— contestó alejando su mano de su boca, —¿La ha visto?—
—Probablemente haya ido a la rueda de prensa que Cayden anunció— sugirió.
Aydan asintió no muy convencido. Si de algo podía estar seguro era que su madre jamás iría a uno de esos eventos.
—Gracias.
Secó el sudor de sus manos que hablar con la madre de Marisol le ocasionaba y dio un último vistazo a la habitación de Quinn Tremblay. Estaba vacía, con la cama bien tendida y un montón de ropa sobre esta.
"Quizás fue a dar una vuelta" se atrevió a pensar.
Decidió que lo único que podía hacer era ir a la escuela y estar atento en el camino por sí veía a su madre.
Aydan había sido diagnosticado con ansiedad desde muy pequeño. Casi al rededor de los seis años cuando en medio del festival de las madres, cuando miró al público y se percató de que su madre no estaba, se estresó tanto que simplemente se desmayó.
No solía hablar mucho del tema, creía que las personas no le comprenderían y solo lo juzgarían. Y quizás estaba en lo cierto, pero cada que le decía a Morgan aquello, ella insistía en que sobre pensaba las cosas.
—Aydan, de verdad no pasará— insistía ella,
—Me verán como un adefecio—
—Ya lo hacen—
—Ahora tendrán una razón—
—No es la gran cosa, la mayoría de los adolescentes sufren de ansiedad— señaló la pelirroja,
—La mayoría de los chicos de mi edad no tienen las preocupaciones que tengo yo—
No le gustaba victimizarse, pero de cierta forma sabía que aquel era el único argumento válido que le permitiría ganar en una discusión con su prima y es que ambos sabían que aquello era cierto.
Aydan era un chico, e inevitablemente había hecho un montón de estupideces por error— un ejemplo claro era su incidente con Marisol— pero siempre había estado consiente que cualquier "incidente" que cometiera su familia se enteraría. Y no necesariamente porque él lo mencionara, no. Un ejemplo claro era que aquella vez solo se lo mencionó a Cayden y las paredes parecieron escuchar, ya que su abuelo pronto se enteró y claro que no solo fue un regaño con palabras lo que recibió.
Pero no se había molestado, su abuelo siempre había sido la figura paterna que necesitaba y que su padre se negó a ser. A pesar de sus ideales distintos y su manera particular de ejercer fuerza en las reprimendas, Aydan quería a su abuelo.
Incluso aquella vez que su forma de reprenderlo había sido el golpearlo con su cinto y la hebilla de este, Aydan no se había atrevido a pedir ayuda o siquiera mirarlo a los ojos mientras lo hacía.
—Los actos medievales requieren de castigos medievales— le había dicho su abuelo.
Aydan en aquel momento no lo comprendió del todo, siempre supo que lo que había hecho no estaba del todo bien, pero en ese instante su mente no lograba procesar el porqué de un castigo tan severo.
Hasta que después finalmente lo comprendió al ver las noches de insomnio que pasaba su madre y recordar todas las noches en las que su madre lloraba y permanecía en vela. Alguien se había atrevido a quitarle aquella calma que alguna vez la caracterizó cuando Aydan apenas tenía cuatro años, a cambio de ello le había dado noches de insomnio, angustia, desesperación y tristeza.
No.
Aydan no solía hablar de eso. Solo se lo había mencionado una vez a Morgan en los establos cuando era niño, pero a nadie más.