Los testigos

Impulsos

Fue un día bastante apagado,  el cielo nublado, gotas de agua cayendo ligeramente desde el cielo, una tranquilidad palpable en  el ambiente de la casa y yo seguía sentada en el sofá de mi habitación.

Mi madre y mi abuela habían ido a la plaza por lo necesario para la despensa, obviamente acompañadas por julio. David había ido por los papeles de la universidad a la que tanto estaba esperando entrar, se había ido por la mañana y lo más probable era que llegara tarde en la noche.  Estaba sola, completamente sola.

Ya había pasado dos semanas desde que llegamos a Bogotá, el día que vi a Cristian, a quien por cierto no había visto desde que salió por la puerta de la mansión y me dejo parada y un poco desconcertada por su actitud,  hacía una semana y media.

Ese día estaba estresada, mi madre no había querido confiar en mí, todo el mal genio que sentía fluir desde mis pies hasta mis cabellos lo descargue contra él, no pude evitar desquitarme frustración y enfado en él.

Aún no comprendía cómo era posible que él estuviera ahí, si ninguna persona, a excepción de mí, lo había visto antes. Esa duda se implantaba en mi mente todo el día, todos los días desde ese momento;  sobre todo  porque no lo había visto más desde entonces.

Fue como atraerlo con la mente, apareció tras mi puerta, llamándome para que abriera. Cuando abrí y lo vi, quede impactada o quizás algo más; llevaba la misma ropa que traía siempre, unos jeans oscuros  y una playera negra de led zeppelín, un poco antigua pero en realidad bastante original. ¿No tenía más que ponerse?- , me pregunté internamente, no se lo dije en voz alta porque sería muy descortés  y eso era lo que menos quería en ese momento.

Noto mi intriga por su apariencia, lo supe por su manera de apartarse de mí. Me observó con diversión y con algo de gracia dijo: —-no, no tengo más que ponerme— me sentí terrible, pero más que eso, avergonzada.

No dije nada, ¿Cómo hacerlo? Me dejo sorprendida, de nuevo. Aunque sus prendas no parecían sucias ni desgastadas, era raro pensar que el usara lo mismo todos los días.

— ¿Por qué?— de todo lo que podía decir, solo hice esa pregunta

— una larga historia — dijo” no había amargura, nostalgia e incluso pena en su mirada, solo un brillo de diversión que me produjo más curiosidad de lo normal, todo en ese muchacho me causaba curiosidad, era como tener a alguien fuera de lo común a mi alcance.

Quise tocarlo, sentir su calor corporal, tan solo con la punta de mi dedo, no pude; antes de que yo pudiera llegar a su brazo, él se apartó rápidamente. Confundida lo miré, su expresión había cambiado, ya no estaba divertido, yo diría que tenía miedo.

Regrese la mano a donde estaba, colgada al lado de mi cadera, lo mire expectante, esperaba que me dijera algo, no lo hizo. Sus ojos los tenía muy abiertos, no podía dejar de ver mi mano, el solo quedo quieto, ahí frente a mí.

—Debo irme— dijo de pronto.

—No es verdad— sabía que era así, su rostro, su mirada me lo decían.

—- no importa, nada importa— murmuro.

Se fue, y hasta que se alejó de mi vista, pude moverme; ese chico me hacía sentir inútil. Nuevamente se iba y yo no había averiguado nada sobre él, prácticamente lo que sabía de él era que se llamaba Cristian, que había sido un patán hace mucho tiempo y que no tenía más ropa. ¡Vaya información tan útil la que tenía!, era frustrante.

Fue frustrante no poder detenerlo cando se fue la segunda vez, según lo que había dicho, el debía irse sin dar explicaciones, y realmente lo entienda, prácticamente no nos conocíamos, pero algo en el me hizo pensar que tenía miedo y quería huir de mí.

Pase toda la noche, literalmente, pensando en él; su actitud, sus respuestas, incluso su mirada, él era de otro mundo, no podía dejar de decirme eso; aparte de todo, él era extrañamente atractivo, me atraía en todo el sentido de la palabra.

Siempre me gusto lo impredecible, y ese chico lo era, de innumerables maneras lo era y eso me hacía pensar más y más en él a cada instante, cada minuto y cada segundo de cada hora.

Quien sí estaba extrañamente raro con migo era David, Después de que Cristian se fuera, subí y golpee a su puerta, no quiso abrirme, me dijo que solo quería dormir; duro encerrado hasta la cena, no comió ni la mitad y más encima no hablo en ningún  momento.



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En el texto hay: enigmas, magia antigua, romance

Editado: 08.06.2018

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