Los testigos

La misteriosa mujer de abrigo grande

Cuando Lida me mostró el papel, ante mis ojos se asomó un rostro familiar, aunque de alguna manera era diferente, se veía diferente; el mismo cabello negro, aunque mucho más corto, el mismo tono de piel y los mismos ojos encantadores. Aparte del cabello, lo que la hacía diferente era que veía en aquella mujer una pizca de maldad, o tal vez determinación codiciosa que hasta el momento jamás había visto en ella.

Cuando la imagen se desvaneció, inmediatamente volví a la realidad, mire a Lida y me trate de convencer de que la persona que había visto instantes atrás, no era ella.

Salí de la casa de Lida, aun pensaba en marcela, aun me preguntaba qué era lo que había pasado, pero lo que para mí fue inevitable, fue dejar de lado esa nota que dejaron en su habitación.

Para mí era una advertencia, una amenaza, pero ¿de parte de quién?

Me apresure a la cafetería en donde esperaba encontrar a todos mis amigos, a todos los que compartían mi condición “física” o lo que fuera. Cuando llegue pude notar que había mucho silencio, eso nunca fue normal cuando se trataba de ellos así que entre sin dar aviso.

Primero revise la parte de las sillas y mesas desordenadas que ubicaba en después de la puerta de entrada, luego fui a la parte de atrás, en donde todos vivíamos, donde habían dos habitaciones con camas sin utilizar y armarios totalmente desocupados, una vieja cocina que aunque no estaba sucia, se veía deteriorada por el tiempo y varios recuadros de menús detalladamente tallados a mano. 

Nada, no había rastro de nadie en ese lugar.

“deben estar buscándonos” me dije tratando de aliviar la tensión que sentía por todo el cuerpo, estaba preocupado. Sentarme a esperarlos hubiera sido una buena idea si la paciencia estuviera entre mis cualidades, pero como no era así, decidí ir de nuevo al parque.

Salí de la cafetería corriendo hacia el parque, el cual quedaba bastante lejos. Cada vez corría más rápido pues mis pensamientos no dejaban de posarse en mis amigos, no podía dejar de preguntarme si les había ocurrido lo mismo que a Marcela.

Ver a las personas atravesarme me producía siempre ganas impotentes de empujarlos o correrlos de mi camino para que no estorbaran, así no tuvieran la culpa, así yo no supiera quienes  eran o si sus vidas eran más miserables que la mía.

Entre más corría por el centro, más personas aparecían y me atravesaban como si yo no existiera; claro está que para ellos yo no era nada y nunca lo había sido, pero yo era consciente y sabía que fuera lo que fuese que me haya ocurrido, yo estaba ahí y nadie podía cambiar aquello.

No pude evitar sentir la soledad recaer sobre mi como 5 bultos tan pesados que cada movimiento costaba mucho esfuerzo hacerlo. Seguí corriendo, un poco más despacio pues  presentí que cuando llegara no encontraría nada bueno. Y fue así.

 

Me percaté de la presencia de alguien más a unos cuantos metros de mí, justo en el lugar donde Marcela había desaparecido; al llegar vi a David, el amigo de Lida saliendo de un auto exclusivo color azul oscuro. El auto arrancó, él se quedó unos segundos mirando a la nada (sin saber que yo lo observaba), froto sus manos ansiosamente y comenzó a caminar hacia el centro del parque.

Quería seguirlo pero algo me prohibía hacerlo, mis pies, literalmente se incrustaron en el asfalto y no pude hacer más que seguirlo con la mirada.

Se detuvo en el lugar en donde me había escondido con Marcela esa tarde, extrañamente el mismo punto en donde ella se desvaneció. Alguien de un gran abrigo aparentemente de mujer, lo esperaba; yo no podía verle la cara, pues aparte de la oscuridad, las ramas de los árboles no me dejaban ver desde esa distancia.

Cuando volvió, su prisa y sus nervios incrementaron, algo le había dicho aquella persona de abrigo grande, algo que logró ponerlo alerta y con sus sentidos totalmente concentrados en su alrededor. Algo me dio a entender que David temía por su propia vida.

Una de las desventajas de la condición que tenía con mis amigos, fuese la que fuera; era que a pesar de la evolución tecnológica y la facilidad de comunicación que veía que tenían las demás personas en la actualidad, nosotros no teníamos como comunicarnos y esa noche fue la primer vez en tantos años que enserio necesitaba hacerlo.

David comenzó a caminar en dirección contraria a donde quedaba la mansión, sus manos temblaban e intentaba disimularlo metiéndolas a los bolsillos de su abrigo. Agacho su cabeza levemente y pude notar su preocupación, ¿por qué?, no sé, pero su mirada se veía dispersa, sus pensamientos estaban en otro lado, y por su expresión era obvio que estaba taciturno.

Decidí ir tras él, prácticamente fue en contra de mi voluntad, pues algo me decía que no debía hacerlo, pero como siempre, la curiosidad y las ganas de obtener respuestas pudieron más que cualquier mal presentimiento.



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En el texto hay: enigmas, magia antigua, romance

Editado: 08.06.2018

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