Los tulipanes de Somme | l.s

El soldado de dientes chuecos.

Suelta un pequeño quejido cuando el camión donde se encontraba da un salto brusco al pasar sobre un bache en el camino, haciéndolo desestabilizarse de su lugar por quinta vez. Ya habían emprendido camino al campo de entrenamiento, el cual sería su hogar por los próximos meses hasta que la Gran Guerra terminara. Habían al menos 30 hombres en cada transporte, todos sentados en el suelo del mismo de una forma incomoda, pero nadie se atrevió a quejarse en su momento ni ahora. La mayoría se encontraban hablando entre sí, riendo ruidosamente y dándose golpes bruscos con tanta fuerza que provocaban que Louis tuviera una mueca en su rostro. En su pecho colgaba un cartel con su número correspondiente, y su lado sostenía su bolsa de dormir con la misma cifra implantada, junto a cosas útiles como cepillos de dientes, un par de jabones y ropa interior otorgada por el Estado inglés. Ya se habían colocado el uniforme (y, para su disgusto, no existía un talle tan pequeño como el suyo por lo que le quedaba bastante holgado) y en medio del chequeo médico cortaron el cabello de la mayoría, a él solamente las puntas de manera desprolija y para nada atractiva. Siempre fue un chico que se preocupó por su apariencia a pesar de sus cortos recursos, por lo que verse así, tan desarreglado y destrozado con sus ojos hinchados gracias al llanto, no ayudaba mucho a su estado de humor.

Louis no hablaba con nadie. Había dejado de llorar hace apenas unas horas, por lo que ahora simplemente se abrazaba a sus rodillas sin tener la mínima intención de establecer contacto con nadie; no es como si alguien quisiera hablar con él. Escuchó por lo bajo varias risas cuando fue su turno de subirse, trastabillando en el proceso al tener que tomar la bolsa pesada entre sus brazos. Le daba igual. Sabía perfectamente lo pequeño que era a comparación de ellos, incluso habiendo hombres de su edad.

No perdió oportunidad de observarlos silenciosamente. Frente a él, cuatro de ellos hablaban de manera entretenida sobre alguna grosería de mujeres con pechos grandes, tal vez sus novias, las cuales estaban seguros de que los esperarían al volver.

El mayor, el cual llamaba más la atención por el descomunal tamaño de sus brazos y pecho, respondía al nombre de "Jonas" y su risa era de las más irritantes. Probablemente un hijo de algún hombre de clase alta, no similaba tener más de 28 años y algo en sus movimientos le indicaba la arrogancia que manejaba. Un anillo de plata relucía en su mano derecha, pero eso no lo detenía en hablar de todas las mujeres con las que se había acostado la noche anterior. Junto a él había uno más callado, parecía tener unos 25 años, totalmente rapado y con una barba de unos días creciendo en su barbilla. Sonreía casi de forma amable, se formaban unas arrugas a los costados de sus ojos castaños y estos no dejaban de dirigirse a cada segundo a uno de los chicos en la otra punta del camión.

Y decía chico porque incluso Louis dudó si se habían equivocado en su planilla y dejaron entrar a un niño por accidente.

Era pequeño, casi tanto como él. Delgado, bajito, leía un papel con sus ojos azules y nerviosos una y otra vez, mientras que su cabello rubio (también recién cortado en ondas disparejas) cubría su frente. Tenía la piel pálida, pero estaba algo sucia en algunas partes a pesar de que a todos los obligaron a darse una ducha fría antes de colocarse el uniforme. Observa al niño suspirar, y por unos segundos alza la mirada hacia Louis, por lo que rápidamente desvía su atención hacia sus manos. El de la cabeza rapada observa la situación y alza una ceja, inclinándose para susurrarle algo al oído de Jonas sin perder de vista ninguno de los movimientos del ojiazul.

Traga saliva al notar de reojo como cinco pares de ojos se dirigen hacia él sin ningún disimulo, incluyendo el delgado rubio.

-Eh, Liam. ¿Desde cuando dejan entrar a perras chismosas aquí? Pensé que las mujeres se quedarían con nuestros hijos.-Murmura el gigante, inclinando su cabeza hacia él. El llamado Liam ríe entre dientes, negando suavemente con falsa amabilidad. Louis no había notado en qué instante sus manos comenzaron a temblar, pero rápidamente intenta mirar fijamente hacia su bolsa de dormir, desesperado por no causar problemas el primer día. Tendría que convivir con aquellos hombres por mucho tiempo, lo último que deseaba era ganarse enemigos tan rápido. Sabía como eran los chicos como ellos. Había tenido que soportar bravucones así toda su vida, empezando por su padre; su voz aguda y sus caderas grandes no ayudaron mucho al respecto, junto al hecho de que era un maldito llorón.

-Todos necesitamos a alguna perra para sobrevivir aquí, J. Podríamos practicar con él antes de empezar con los Alemanes, dudo que con esos bracitos pueda hacer algo más que eso. Styles debe haberlo traído para divertirse, ese hijo de puta. - Comenta con un tono de diversión en su voz, como si el menor no estuviera escuchando cada una de sus palabras.

Siente como si su corazón pudiera salirse de su pecho, y tal como supuso segundos anteriores, sus ojos se aguaron con mayor rapidez de lo que pensó. El miedo inundó cada uno de sus poros, sabiendo que rápidamente podría convertirse en el saco de boxeo de cualquiera de esos grandulones, y por primera vez, su madre e incluso su padre no estarían allí para protegerlo. Detestaba estar comportándose como un tonto bebé justo en ese momento, pero todo era solo demasiado para él. A estas horas del día de ayer se encontraba en la calidez de su cama luego de un delicioso almuerzo hecho por su preciosa madre, con uno de sus libros de literatura en sus manos y tal vez a punto de dormir su siesta. Extrañaba demasiado la calidez de los brazos de Johannah, hasta también podría llegar a necesitar de la mirada de su padre luego de un cansador día de trabajo. Quería volver a casa, lo necesitaba.

Las risas vuelven a presentarse, ajenos al resto de las personas y causando que se despertara de su fantasía. Liam comparte una mirada cómplice con su amigo segundos antes de gatear por el suelo del camión hasta él, quien no dejaba de temblar desde su lugar con su cabeza entre sus rodillas.



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En el texto hay: louis tomlinson, homosexual, larry

Editado: 15.06.2019

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