Los tulipanes de Somme | l.s

El soldado de ojos esmeralda.

Louis llegó al campamento exactamente a las nueve de la noche, tres horas después de que las tropas arribaron. Para esa hora, ya habían terminado sus ejercicios, se les asignó sus literas, pudieron ordenar su equipaje y ya se encontraban perfectamente dormidos en el interior de la carpa gigante.

No había ingerido nada de beber ni de comer hasta ese horario. Su piel, tanto como sus labios, estaba reseca gracias a la exposición del sol, y a pesar de que se había puesto bloqueador solar antes de salir, la palidez de nacimiento que llevaba no ayudaba mucho al enrojecimiento de sus mejillas que se podían confundir fácilmente como dos manzanas gigantes. Las gotas de sudor ya se secaron contra su uniforme y despedía un olor bastante desagradable, pero poco importaba en ese momento. Sus ojos se cerraban a cada paso que daba, el cual había dejado de ser continuo hacia un par de horas; los callos en sus pies podrían hacer que se retuerza de dolor junto a sus ampollas ensangrentadas debajo de los zapatos militares, sin embargo la sensibilidad también la perdió a mitad de camino. Su pecho subía y bajaba con dificultad, luchando por respirar, y a pesar de que se había detenido a descansar por lo menos veinte minutos cada media hora, sentía como si su cuerpo se fuera a colapsar. Siempre tuvo una buena resistencia gracias a las veces que su padre le obligaba a trabajar en granjas vecinas para pagar los alimentos de sus hermanas, y Louis tiene un escalofrío al recordar aquello. Dudaba con algo de nostalgia si aquella juventud ciega ya hubiera abandonado su cuerpo para mostrar lo que era ahora.

Creía que lo peor fue el tiempo a solas que tuvo. Pudo pensar, enumerar todo lo malo de su vida, y en ese instante ya no quedaba nada bueno dentro. Todo le había sido arrebatado; sus hermanas menores, su madre, el amor de su padre. Si tan solo fuera un poco más fuerte, si dejara de llorar tanto.

Se sentía un zombie, prácticamente arrastrándose por el gran campo inglés hacia donde suponía que se encontrarían sus compañeros. Tarda al menos 15 minutos en llegar desde la entrada, y para su sorpresa, una cabellera rubia le espera sentada fuera de la misma. Los ojos azules del más joven se dirigen hacia los suyos, y no tarda en ver como las mejillas del niño se tiñen de un rosa claro. Alza una ceja en confusión, abrazándose a si mismo y parando justamente frente a él con su mirada vacía y sin ningún sentimiento palpable.

-Louis, uh. -Balbucea con rapidez, levantándose de su lugar justo a tiempo para que el castaño sucumbiera finalmente hasta que sus rodillas fallaran, cayendo en los brazos del otro. Louis se tensó por unos segundos pensando que no podría sostenerlo, pero sorprendentemente, su fuerza era incluso mayor que la suya. No se sentía capaz de seguir, no podía mover un músculo de su cuerpo sin llorar de dolor; lo aceptaba, era débil, y las personas allí no habían hecho más que probar ese punto. Niall lo abraza de su cintura, algo alarmado, y lo sostiene contra su cuerpo lo mejor que puede con una mirada llena de preocupación.- No puedo creer que volvieras. Yo, uh. No creí que pudieras hacerlo. -admite avergonzado, mirando hacia todos lados mientras buscaba aparentemente a alguien. El ojiazul ni siquiera tiene la noción de escucharlo, cerrando sus ojos cada cinco segundos a pesar de la fuerza que utilizaba para mantenerlos abiertos.

Unos ruidos se escuchan a su lado, pero ni aún así se molesta en despertarse de su sueño cada vez más profundo; nada era más importante en ese momento que dejarse llevar por el cansancio que lo inundaba.

-Señor, y-yo solo... -Escucha como tartamudea su compañero, todavía sosteniéndolo con toda la fuerza que tenía. Hay un corto silencio, y lo próximo que escucha Louis es un gruñido grave frente a ellos.

-Horan, joder. Te pedí una maldita cosa. -murmura el desconocido, con aquella voz ronca y baja que lo hace estremecerse. Intenta tomar otra bocanada de aire, dando el último esfuerzo para aferrarse a la conciencia.- ¿Louis? Mierda. Tomlinson, despierta. ¡Louis! Se me va a morir la florecita, Niall. Y Zayn va a matarme luego, y oh, le diré que fue tu culpa también. Lo sostienes horrible.

Realmente trata, mientras buscaba con desesperación el dueño de ese tono tan necesitado por su presencia. Louis jamás fue necesitado para nada; y aquello, por más patético que sonara, le daban ganas de llorar. ¿Iba a morir? No. No cree, solo necesitaba dormir. Tan solo quería descansar un poco.

-Necesita ser alimentado e hidratado, señor. Tal vez si lo recostamos despierte. -murmura el rubio acariciando suavemente el cabello del chico más bajito, negando notablemente angustiado. No podían permitirse tener una baja, no tan temprano, no alguien como él.

Un silencio abruma sus sentidos, tratando de escuchar más, de sentir más. Es inútil. Ya no puede sentir nada más que unos brazos nuevos aferrándolo con fuerza, y Louis jura que jamás se sintió tan seguro como en ese instante.

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Las botas militares causaban un ruido parecido a un chasquido cada vez que pasaban sobre un charco de agua, producido por las lluvias y el goteo del techo. El clima de aquel lugar era muy diferente al de su zona natal, y aún le costaba acostumbrarse al frío y húmedo ambiente instalándose en sus huesos. Iba de un lado a otro en torno a la camilla que se encontraba ocupada; su ceño estaba fruncido y sus brazos cruzados frente a su pecho.

El teniente Styles jamás había sido de aquellos hombres que se retractan. No recuerda una sola vez en su vida en donde el tuvo que disculparse, o arrepentirse siquiera, pues así había sido criado. Tenía que ser fuerte, valiente, el soldado perfecto para decir a su nación; incluso si aquello significa perder la pica humanidad que le restaba a su cuerpo. Desde pequeño, su padre Des Styles, que en paz descanse, crió a una perfecta arma lista para ser utilizada en cualquier momento, y Edward jamás sintió algo parecido al rencor por eso. Disfrutaba ser quien era. Disfrutaba matar, torturar, no sentir absolutamente nada con respecto a cada vez que veía en los ojos de un hombre irse la vida.



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En el texto hay: louis tomlinson, homosexual, larry

Editado: 15.06.2019

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