Los verdaderos hombres no matan coyotes

CAPÍTULO 9 - TABATHA

CAPÍTULO IX

 

TABATHA

 

Tony se dirigió hasta su auto luego de despedirse de nosotras y los chicos. Quedamos en hablar para ver si íbamos a la dichosa fiesta. Cuando nos quedamos solos los cuatro frente a mi auto un silencio breve se instaló entre nosotros. Cruzamos miradas con Ginevra, que parece divertida, mientras vi de reojo cómo Brooke y Theodore se miraron entre ellos. En un rápido movimiento Brooke alzó a Ginevra y colocó su cuerpo sobre su hombro. Su cara de desconcierto fue épica. Brooke caminó con ella al hombro y Theodore le lanzó las llavesde, supongo, su auto. Solo atiné a reírme mientras escuchaba a Ginevra decirle palabras malsonantes a Brooke que sonreíacon todo su rostro.

–¡Bájame ya mismo! –gritaba mi amiga mientras le golpeabala espalda con sus puños–. ¡Eres un mono! ¡Bájame! –mientras se alejaban cada vez más, solo se escuchaban las carcajadas de Brooke.

Miré a Theodore que me miraba con una ceja alzada mientras me extiende su mano.

–¿Estás esperando algo? –y lo vi rodar los ojos.

Agitó su mano con insistencia y ahora es mi turno de poner los ojos en blanco y sacar las llaves del bolsillo de mis jeans y dejarlas en su mano. Complacido, sacó el seguro del auto y me abrió la puerta para que subieraen el lugar del copiloto.

Desdeadentro, lo vi rodear el auto para entrar del lado del piloto, puso el auto en marcha y salimos. Prendió la radio y  tamborileó los dedos en el volante. “True man don’t kill Coyotes” sonaba en el estéreo. Sonreía mientras tararea la canción.

–Ya que me estás secuestrando espero que me lleves a comer o algo así.

–¿Secuestro? No te vi poniendo mucha resistencia –se burló.

–Como sea –miré la calle a través del vidrio–. ¿Cuáles son tus planes?

–Improvisar. Técnicamente le estoy haciendo un favor a Brooke. Así que solo me queda improvisar –y frunció los labios.

¿O sea que yo estoy siendo básicamente una opción de segunda? Golpeé su brazo y río.

–¿Querías que te invitara a salir? Siento tanto romperte el corazón.

–Imbécil –escupí las palabras como si me quemaran–, no tenías que hacer esto. Solo me podrías haber dado tu dirección y yo te llevaba. O te dejaba aquí.

Busco en mi bolso mis cigarrillos y enciendo uno mientras bajo la ventana. La nicotina me ayuda a pensar. O eso quiero creer.

Cuando me quiero dar cuenta me arrebata el paquete de las manos para luego encender uno con el encendedor del auto. Lo miro fijo mientras le echo el humo en la cara.

–Muy madura, Tabatha –dice. Su pose es despreocupada, tiene la ventana baja, su mano izquierda sostiene el cigarro mientras su brazo está apoyado sobre la puerta dejando salir el humo al exterior. Su brazo derecho se encuentra extendido agarrando el volante y todos sus músculos se marcan. Sus tatuajes se desfiguran un poco. Tiene tantos que me quedo mirándolos. Flores, frases, una serpiente que se extiende en toda su longitud, un león en su antebrazo.

–Te gustan los tatuajes –comentó luego de un silencio. Yo solo confirmo volviendo mi vista a la calle. Nosalejábamos de la ciudad. Veo por el retrovisor como desaparecenlas casas y le doy una última calada al cigarrillo.

–¿Cuántos tienes? –le pregunté.

–Me dijiste que los querías contar tú sola. Si te digo, pierde la gracia, niña.

Yo bufé en respuesta, pero tenía razón.

–Son muchos –murmurófinalmente–. Todos tienen un significado.

Y noté como su tono de voz se apagaba levemente. No quiero ahondar en el tema porque no creo que me competa en absoluto. No cuando no sé con qué me pueda llegar a salir.

Aparcó el auto cerca de la playa. Habíauna rueda de la fortuna gigante a lo lejos. Cuando me quiero dar cuenta, Theodore está abriendo mi puerta para dejarme salir. Rodé lo ojos y volteé a verlo, me corrí mechones de pelo que se me venían a la cara debido a la brisa.

–No soy una princesa para que me abras la puerta.

–Qué raro, yo pensé que sí lo eras.

Caminamos hasta la playa, me apresuré para seguir el ritmo. Lo vi detenerse cerca de un puesto de comida. Me hizo señas para que me sentara.

–Quédate, vuelvo enseguida –lo vi alejarse hasta el puesto, a algunos metros. El mar estababastante calmo con algunas olas llegando a la orilla. El clima es relativamente perfecto para la época del año en la que estamos. No sabíabien qué hacíaahí ni por qué, pero no tenía muchas ganas de hacer preguntas y me encontraba extrañamente cómoda.

De repente, Theodore se encontraba a mi lado extendiéndome una cerveza y un hot dog con mostaza.

–Tienes cara de que te gusta con mostaza. ¿Acerté? –me preguntó y sus ojos se achinaron mientras sonría. Yo le sonreí. Comimos en silencio hasta que una idea cruzó por mi cabeza.

–Si querías una cita conmigo solo tenías que pedírmela –me burlé mientras él le dio un mordisco a su hot dog. Visu intento de reír–.No era necesario todo ese show que montó Brooke.



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En el texto hay: secretos, amor, peligro

Editado: 24.05.2021

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