"El abuelo Mateo cuenta las mejores historias, pero no sé qué tan reales sean, desde que peleó con un troll a mano limpia hasta que cabalgó hasta la luna y venció las fuerzas del sol. El abuelo Luke también, pero solo se las acuerda cuando está sobrio, ergo nunca". Al menos eso pensaba el pequeño Máximo
En una pequeña escuela primaria había una vez 2 jóvenes primos de no más de 7 u 8 años cada uno. Nuestra historia comienza cuando en medio de la clase de artística (que cabe aclarar que ambos niños detestan) la profesora titular entra al aula.
—Max, Alejandro, Nicole los vino a retirar— comento y los pequeños empezaron a guardar sus cosas.
Los chicos se sorprendieron, era muy raro que Nicole los retirará sin motivo aparente, ninguno declaro a la profesora que se sentían mal. Pero aún así no se quejaron. Ambos niños saludaron a Nicole, la madre de Ale, y tía de Máx, y subieron al auto. Nicole les dijo que irían a visitar al abuelo Mateo que está en el hospital, que dijo que los lleven a ambos rápidamente. Luegon rato fue Máximo quién rompió el silencio.
—¿Está bien el abuelo tía N?— preguntaba el pequeño Max mientras miraba por la ventanilla del auto.
Max era un niño rubio de ojos café, para muchos un calco de su padre Marcus. Siempre era alguien muy tranquilo, pero con una imaginación hiperactiva. A diferencia de su primo, él nunca fue una persona muy sociable ni muy "galán" o "matador" que era cómo se referían a su primo, que a pesar de sus corta edad de 8 años, se lanzaba a cuanta niña observase.
—Obvio que va a estar bien, estamos hablando del abuelo Mateo— dijo Alejandro, el primo de Max, que a pesar de no demostrarlo el estaba muy preocupado por su abuelo Mateo— pero... ¿Para qué nos necesita tan urgente?— dice con algo de curiosidad.
—Él está bien, pero dijo que los quería ver a ambos en ese mismo momento— aseguró Nicole.
Ella era la hija menor de Mateo, pero, a diferencia de su hermano mayor, ella tenía un pelo negro y unos hermosos ojos verdes (igual que su madre). Nicole, N para muchos, era la madre de Ale, una mujer tranquila que cuida a su familia, que al igual que su hermano se recibió en la universidad de ingeniería.
Al llegar al hospital, los 3 se dirigieron a la habitación 173-E donde se hallaba el viejo M. Un hombre mayor, de aproximadamente 85 años, con pelo entre blanco y un rubio oscuro, una cicatriz le cubría el ojo izquierdo del que había quedado ciego (aunque lo compensaba bastante con sus otros sentidos). Su complexión era delgada pero se notaba que no estaba en forma, es más, estaba un poco subido de peso.
La habitación era amplia, con una gran cama donde reposaba el hombre.
—Acérquense niños— dijo el viejo M desde la cama.
Cuando los infantes se acercaron a su cama les dice con vos tranquila:
—Seguramente se preguntarán para que los trajeron.
Ambos asienten con la cabeza como respuesta a la afirmación de su abuelo.
—Les voy a contar una historia, la más grande historia que se podrán imaginar— dice Mateo mientras la abuela sonríe y escucha atentamente- Claro continúa Si es que son lo suficientemente fuertes para ella.
Al escuchar lo último los chicos no se acobardaron y dijeron firmemente: "Sí abuelo ¡estamos listos!"
El viejo soltó una larga una carcajada—Muy bien jovenes, todo empezó asi...