Un sonido extraño empezaba a sonar dentro del cohete, era lo más parecido a cuando sonaba su alarma de las mañanas. Poco a poco fue abriendo los ojos y percatandose de que no tenía ni idea de donde estaba. Varias imágenes vinieron a su mente, recordaba estar observando la tierra desde la distancia, a lo lejos podía observar la Luna orbitando alrededor del gigante terrestre y claramente podía distinguir cada uno de los continentes y océanos como cuando estaba en primaria frente a la profesora de geografía. Siguió dando una vuelta y veía montones de estrellas, unas más brillantes que otras, pero sin embargo a la distancia podía ver un punto que relucía muchísimo más. Se imaginó más bien que ese sería el sol pero se dijo a sí mismo que ya lo visitaría todo con más calma. Saco un cuaderno y un lápiz de su mochila y tuvo la intención de dibujar el panorama frente a sus narices, pero había un problema y este se llamaba gravedad. Soltó el cuaderno y este se quedó flotando y le golpeó un lado de la cabeza, era simplemente fascinante. Se desabrochó el cinturón e inmediatamente salió flotando. Era la mejor sensación que podría tener, empezó a agitar los brazos como si estuviera nadando, hizo volteretas por el aire, se impulsaba de una pared a otra. Era todo lo que siempre soñó hacer. Después de tanto ajetreo decidió que ya era hora de comer, a fin y al cabo había perdido la noción del tiempor y, ya no sabía ni que hora era. Se acercó flotando a la silla y se abrochó el cinturón. Abrió la mini nevera y saco una bolsa de patatas fritas, no era muy saludable pero las amaba profundamente.
El silencio del cohete era significante, el ambiente se puso melancólico en cuanto se dio cuenta de que faltaba Emma. No entendía el cambio repentino de decisión que tuvo, pero quizás y sólo por un momento pensó que debía de haberle preguntado si iba todo bien o si necesitaba ayuda. Su mente le dijo que no había que preocuparse de eso y que lo verdaderamente importante era su viaje, y nada le haría cambiar de ideal. Si Emma quiso abandonar, allá ella, el no le rogaría nada. Mejor para el, más mérito que se llevaba. Dicho esto se puso en marcha, cogió los mandos y empezó a dirigir el cohete en dirección a Marte. Pulso un par de botones e introdujo varios números y coordenadas para indicarle al cohete su destino. Este dio luz verde y Luka pudo dirigirse a su meta con suma tranquilidad. Una vez ya estable el cohete se centró en observar las estrellas y los distintos satélites pasar a su lado. Faltaba mucho para llegar a su destino y sus energías se estaban agotando así que decidió echarse una pequeña siestecita. Cálculo que el viaje sería de unas seis horas así que pusa la alarma cinco horas antes de su aterrizaje.
La alarma de la nave empezó a sonar, las luces se apagaron y una bombilla roja encima de su cabeza empezó a parpadear a la vez que la sirena. Luka se incorporó deprisa y sus ojos se abrieron como platos. Sus cálculos salieron medianamente mal. Puso bien las coordenadas, pero no calculó bien el tiempo de llegada. Estaba entrando en la atmósfera del gigante rojo pero el cohete iba a tal velocidad que era imposible corregir y hacer el perfecto aterrizaje que tanto quería. Giro los mandos que apenas obedecían y dirigió el cohete a lo que parecía una montaña de arena roja. Supuso que eso frenará la caída menos brusca que si chocaba contra piedra y aparte apagaría el incendio en la parte exterior del cohete.
Cerró los ojos y espero a que el impacto ocurriera...
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Editado: 27.01.2023