Los vigilantes de Marte

Malinterpretando los hechos

Pov Luka

 

Soñar es gratis me decía mi abuela. Yo estaba soñando, y sabía que era un sueño porque era una de esas cosas que anelas y nunca consigues o conseguirás. Mi sueño era bonito, demasiado para decir verdad. Soñaba que estaba en el gran salón. Vestía con un traje elegante de color negro y con etiqueta de las caras. En el pecho, a la altura del corazón tenía una rosa colgando de la americana y mis zapatos brillaban de hermosura. A mi lado estaba el soberano que me guiaña el ojo y a mi otro lado se encontraba el general atado a una columna. El soberano se subió a su plataforma y se dirigió a la gran multitud que entraba por las enormes puertas de la sala. De fondo podía apreciar las palabras del soberano felicitandome por mi maravillosa labor de capturar al impostor del general y como agradecimiento me ofrecían casarme con la princesa Deva. 

 

La sala se llenó de aplausos pero yo estaba en un estado de shock, me iba a casar con la princesa, aquella a la que mi mente se negó a olvidar y que provocaba en mi un nerviosismo poco usual. Cuando la vi por primera vez sus ojos conectaron con los míos y me olvidé por completo de mi nombre y de lo que hacía en ese sitio. Ahora era la segunda vez que la veía. La música sonaba y ella bajaba hermosísima con un vestido color rubí por las escaleras centrales. Me iba a casar con ella. Uno de los guardias me acompañó frente al soberano y Deva fue acompañada por una dama hasta mi lado. Ella se veía triste, no se El motivo pero yo quería hacerla feliz. 

El soverano levantó una espada y me izo arrodillarme. Primero poso la espada en mi hombro derecho y luego en el izquierdo, pasando por encima de mi cabeza. Mientras, pronunciaba unas palabras en un idioma ancestral y me nombró noble caballero. La gente aplaudía y a continuación nos dio la bendición a su hija y a mi. Deva me miro, y en sus ojos pude ver un profundo resentimiento y me recorrió un escalofrío por la columnas que me hizo estremecer. Ella sonrió diabolicamente y nos besamos. En un momento dado ella rodeó mi cintura y me clavó sus manos en el costado. Me retorcida de dolor y, fue ahí cuando me levante sobresaltado. Lo había soñado todo pero el dolor en el costado seguía. Estaba el general a mi golpeandome con el pie para ver si despertaba. El dolor fue causado por una de esas patadas.

 

Me cogió del brazo y me alzó hasta ponerme de pie a su lado. Yo seguía pensando en el sueño hasta que el general me abofeteo la cara.

 

-por dioz,¡¡¡ haz el favor de dezpertar!!! Tienez que venir conmigo a mi dezpacho. Tenemoz que hablar zeriamente.- su seriedad me turbaba demasiado, así que decidí obedecer.

-si, señor-

 

 Fuimos por el mismo recorrido que hice ayer antes de ejercer de payaso para la princesa y llegamos al despacho del general. Me abrió la puerta y me senté en la silla frente a su escritorio. En el había un plato con comida la cual el general me indicó que comiera. Primero la oli para asegurarme de que no estaba envenenada o que no olía mal y luego me la comí. El general se limitó a mirarme desde, su asiento.  Me sentía intimidado, pero no lo podía mostrar así que seguí comiendo hasta que me lo terminé todo. 

 

El general al ver que terminé se levanto de la silla y se puso de espaldas a mi, estaba mirando hacia el horizonte, allí donde se visualizaba ese campo abandonado y recintado. Parecía que estaba ido. Yo esperaba sentado a que reaccionará, cuando de repente se giró bruscamente y apoyo sus dos manos en la mesa con un golpe seco. Acercó sua cara, a la mía y me susurró.

 

-no ze que te trae entre manoz, pero que zepaz que  eztaré vigilando de cerca.-

-no entiendo nada señor- le dijo sinceramente. Me estaba confundiendo más de lo que estaba.

-el zoberano a mandado a preparar una habitación para ti en la planta de loz sirvientes.- 

-no tenía ni idea señor, lo juro- intente esconder la ilusión que me embargaba al saber que ya no dormir la massiesta eninmediatamente la celda, sino en una habitación.

-dice que tuz zervicioz ayer fueron magnificoz y que todoz ze fueron zatizfechoz con ti trabajo, azi que te nombró payazo de la princeza. Cada vez que el o ella te lo zolicitr tendraz que ir a entretenerloz.-

-Entendido zeñor-

 

 

Después de una charla intensa en la que el general me dijo un montón de normas como, no puedes salir de tu cuarto a menos que sea a las horas de comida de los sirvientes, sólo salir si te lo solicita el soberano o la princesa. No tocar nada de lo que este fuera de mi habitación, el uniforme que debía usar cabe resaltar que era bastante bonito..., me llevo a lo que sería mi habitación. No era muy grande, pero tenía una biblioteca y una mesita para escribir. La cama era pequeña, negra, bajita pero super cómoda. Había una ventana que dejaba ver unas vistas extraordinarias y unas cortinas que la tapaban y eran de color carmesí. A un lado de la puerta habia un armario empotrado que estaba lleno de pares de pantalones y camisetas que tendría que usar de uniforme, y por último un baño. No estaba mal para ser un sirviente.

 

Todo iba normal, a la hora de la comida llegaron para avisarme de que era una rutina y que comían a la misma hora todos los sirvientes. Éramos tantos que tuvimos que comer algunos de pie. La comida estaba super buena y al terminar me fui otra vez a mi cuarto. Me estaba echando una siesta cuando un megáfono empezo a sonar en mi cuarto. Este decía que la princesa solicitaba mi presencia en sus aposentos. 2 min pasaron para que lo asimilase y luego me puse a andar como loco para vestirme rápido. Debía calmarme o me saldría todo mal y yo necesitaba mantener este puesto. Salí apresurado de mi cuarto y choque con una de las sirvientes. Rápidamente le pregunté por la habitación de la princesa y ella me la mostró. Más bien me llevo hasta ella y me dijo que para la proxima me tendría que acordar yo solo.




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