Mientras tanto, en un lugar recóndito del universo paralelamente a lo sucedido en Cyrania, Ares, Loki, Wakon y Seth se vieron rodeados por Xeron, Thor, Osiris y Atenea, quienes intervinieron de forma impetuosa en el momento preciso en que los dioses malignos atacaron a las Moiras.
—¿Y ustedes qué hacen aquí? ¡ Prepárense a morir! – dijo Ares.
—Estás acabado —respondió Xeron—, tu traición a lo establecido en la Cima del Universo te costará caro.
—Has sido un desleal con nuestro padre Zeus —intercedió Atenea—, serás expulsado del Olimpo por las graves consecuencias que acarreará tu agresión.
—No me interesa mezclarme con dioses débiles y serviciales, tenemos el control de los hilos del destino, por lo que la era de las divinidades renacerá sobre la de los patéticos humanos. Cyrania está cayendo y pronto lo harán vosotros. ¡A ellos!
A la orden de Ares, Wakon, Seth y Loki atacaron con sus divinos poderes a los dioses defensores, y estos respondieron con sus potentes habilidades, produciéndose una hecatombe resultante del inmenso choque entre deidades. La batalla podría durar eones debido al poderío desatado, sintiéndose una perturbación cósmica en todo el universo, lo que generaría un desbalance amenazando con destruir toda la existencia. Las hermanas del destino, al ver el enorme despliegue de energía, consiguieron liberarse de las mesas de sacrificio de Wakon aprovechando la batalla entre dioses y derribaron los techos para dejar ver la intemperie estrellada, donde, además, se podía vislumbrar una colosal rueca finamente tejida con hilos de lana y oro.
—Deténganse, dioses del universo —decía Cloto—, hemos escrito en este hilo los hados que guiarán su existencia y la de los humanos. Los hilos de lana representan aquellos que nacen en desgracia, mientras que los dorados serán los bienaventurados.
Los dioses pausaron su enfrentamiento mirando a las hermanas, quienes señalaban el enigmático y gigantesco objeto.
—¿Qué han hecho, malditas brujas? —preguntó Loki.
—Sus fuerzas desproporcionadas son una constante admonición para la supervivencia del cosmos, por lo que la perturbación ocasionada puede derivar en la destrucción del universo —dijo Láquesis.
—Vuestro destino es inevitable, una nueva humanidad renacerá más evolucionada, por lo que la era de las vanas creencias, tontas guerras e ideologías religiosas llegará a su fin después de que los hijos del bien y del mal restablezcan el orden cósmico luego de la más catastrófica de las batallas, la cual hará que el viejo mundo muera y surja otro sin ustedes —añadió Átropos.
Los dioses estaban estupefactos, pues ambas facciones quedaban seriamente perjudicadas debido al categórico sino escrito en aquella rueca con las vidas de cada uno de ellos pendiendo de un hilo. De pronto, los dioses y las Moiras sintieron un tremendo poder proveniente de diversos puntos de la Neotierra: Ásgard, El Olimpo, Chichen Itzá, Egipto, la India, Patagonia, el Inframundo, los siete mares y otras latitudes, denotando la expectativa de las deidades ante el anatema vaticinado por las hermanas del destino que se elevaron por encima de los dioses mirándolos con ojos castigadores. De manera inesperada, el dios del engaño Loki logró desdoblarse hasta alcanzar a las hermanas y atraparlas, permitiendo que Ares, Wakon y Seth arrojaran sus poderes sin que Xeron, Atenea, Osiris y Thor pudieran impedir que las Moiras fueran asesinadas. Entretanto, antes de su extinción, Átropos lanzó su última maldición.
—Aunque nos aniquilen, sus vidas ya están atadas a los hilos de la Rueca del Destino, por lo que tanto dioses como humanos están condenados hasta el fin de los tiempos. Nosotras cumplimos con el trabajo, por lo que nuestra existencia ya no tiene sentido.
Luego de las últimas palabras de la mayor de las diosas, una inmensa explosión sacudió los cimientos del templo derivando en un temblor que desmoronó el enorme palacio; mientras que las tres hermanas desaparecieron convirtiéndose en polvo estelar. Los dioses malignos, por su parte, se apoderaron de la Rueca del Destino.
—¿Qué habéis hecho Loki y todos ustedes? Nos han condenado irremediablemente y también a los humanos —espetó iracundo Thor blandiendo a Mjölnir.
—Los hemos salvado, querrás decir, hermano mío. La rueca está en nuestro poder, por lo que podemos modificarla.
—¿No habéis oído de que estamos todos sujetos a ella? —exclamó Osiris.
—La existencia de los dioses aún puede perdurar porque tenemos el control de la rueca —intervino Ares—. Todo esto se pudo haber evitado si Xeron, con su estúpido pacto en la Cima del Universo, hubiera garantizado el favor divino, pero no prefirió satisfacer la existencia humana en perjuicio de nosotros, por lo que ahora tanto tú, Xeron, como el resto de vosotros, serán testigos del fin de Cyrania y los xeronianos, siendo la Neotierra escenario del regreso de las antiguas creencias y el surgimiento de la nueva era divina.
Ares se disponía a alterar los hilos del destino en favor del ejército de Daemon Kahn, difuminando toda esperanza, aunque se lograra encender la Torre de la Luz, pero en un último esfuerzo, Xeron emprendió el ataque, siendo apoyado por sus compañeros para evitar el desastre.
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Editado: 19.03.2024