"Muérete amor, pero muérete, ya me canse de ser yo el que siempre se muera por ti"
-Humberto Übermensch-
Con el clima tan inestable de Nueva York, era de esperarse que justo ahora la lluvia cubriera en mayor parte todas sus calles. Siendo de noche y con aquel clima tan inestable, nadie reparó en el joven que desde el crepúsculo había permanecido de pie en la punta del edificio de la universidad estatal. Muchos quizás hubiesen pensado que se trataba de una nueva estatua, claro que debías tener una visión privilegiada para darte cuenta de que aquello de pie no era una estatua; se trataba de un joven que parecía encontrarse en sus veintes, con un cabello abundante de color rojo cereza, piel pálida, de espalda un tanto ancha, pero no por ello menos atractivo. Aquella sin duda debería ser la imagen de la perfección y sin embargo todo era arruinado por las profundas ojeras de tonos violetas bajo sus parpados rodeando sus hermosos ojos de color verde oscuro y la sensación de peligro que el chico desprendía aun sin que las personas fuesen conscientes de lo que él realmente era.
La lluvia se había encargado de arruinar la ropa del chico y de empaparlo hasta los huesos eso parecía no importarle. Su vista había permanecido fija en el resto de la ciudad, observando como la vida transcurría sin que él formase parte de ella.
Hacía solo un par de noches que él y el resto de sus amigos habían regresado a Nueva York: "La Ciudad Que Nunca Duerme". Conocida entre los suyos que esta era una especie de oasis para los de su clase, no para él quien se maldecía internamente por haber sido tan estúpido y aceptar las exigencias de sus amigos, todo lo que deseaba en este momento era desaparecer, sabía que estar en Nueva York era algo arriesgado y más aún bastante estúpido, era mejor para él seguirla a través de las sombras, oculto en el anonimato, no aquí, justo donde podría llegar a encontrarla.
Y aunque era difícil admitirlo, una parte suya, aquella intacta, aquella que conservaba un poco de su humanidad, se alegraba profundamente por estar aquí, tan cerca de ella y a la vez tan alejado de sus verdaderos deseos.