El día que me enamoré de Liam fue un día común. Salía de mí trabajo en la editorial Sully, era pequeña pero el ambiente de trabajo era genial y pagaban bien, volviendo a lo que decía, salía de trabajar y comencé a caminar a casa.
Al cruzar el parque que me llevaba a mí hogar lo ví. Por Dios el hombre era perfecto; alto, cabello corto y oscuro, ojos penetrantes y con un cuerpo hecho para el pecado; a su lado había un perro gigante y absolutamente negro. Estuve embobada mirándolo mientras caminaba, hasta que choqué con algo, o alguien ya que escuché un quejido, al mirar abajo vi a una pequeña en el suelo.
-Pequeña, estás bien?- le pregunté con calma, mientras la ayudaba a levantarse.
Antes de que me contestara el gran hombre ya la había arrebatado de mí lado con un gruñido y la estaba revisando. No me hecho ni un vistazo, pero la forma en que miraba a esa niña, con amor infinito, me derritió el corazón.
-Ten más cuidado mujer- me gruñó y se marchó con la niña.
Desde ese día me he dedicado a observar muy discretamente a Liam...