(love &) Hate - Catradora

Secretos

Estaba tranquila en mi departamento, comiendo mi desayuno. ¿Qué carajos acaba de pasar? Procesando mi pequeña "discusión" con Adora, noté que todo venía mas o menos bien hasta que mencioné a Rogelio... ¿Estará enojada conmigo por no haberle dicho antes?¿Será porque no lo conoce y se preocupa por mi?

No le veía mucho sentido a mis opciones, simplemente terminé mi desayuno, delicioso, cabe aclarar, y fui a cambiarme para ir a la universidad. Saliendo del departamento, noté como la rutina de salir sin Adora era.. dolorosa en cierto modo. ¿Quién sabe? Tal vez sólo me llamaba la atención ella en sí y estoy dramatizando sobre ello. Tan sólo el salir por las puertas del edificio, pude ver a Rogelio sonriente en la entrada. Sonreí en repuesta. Literalmente, esto se estaba convirtiendo en una rutina.

Saludé a mis amigos, porque Glimmer y Bow son tan buenas personas que fueron tan accesibles conmigo... (o por lo menos uno) y caminé junto a Rogelio. Las charlas entre nosotros solían ser falsas cuando habían personas cerca, por el momento nadie sabía de la verdad sobre nuestra relación, por lo que no nos preocupábamos demasiado.

—Sabes, Catra...

—Dime—. Lo miré a los ojos, lo cuál pareció ponerlo nervioso.

—¿Quieres preguntarle a Adora si no le molesta que vayamos al café donde trabaja?—. Algo me dijo que no me iba a decir eso, pero lo ignoré.

—Seguro, yo le pregunto. ¿Porqué? ¿Quieres ir hoy?

—Sí, me encantaron los pastelitos del lugar.

—A mi igual —respondí honesta. Continuamos hablando cosas sin sentido hasta que tuvimos que separarnos e ir cada quién a sus clases.

A la hora del almuerzo, prácticamente corrí a la cafetería, pues quería recibir mi comida lo más pronto posible para conversar con Adora sobre lo planeado. Al llegar, luego de haber pasado por encima como a 10 estudiantes, me encontré con Adora ya comprando. ¿Acaso esta mujer se teletransporta? 

Me acerqué contenta. Me coloqué en la caja, pagué el paquete básico y comencé a elegir. Mientras recibía mi sándwich de milanesa con jamón y queso, decidí conversar sobre algo con ella quién, al parecer, no había notado mi presencia.

—Hey, Adora—. Nada más pronunciar esas dos palabras pude ver como por su cuerpo recorría un escalofrío y ella giraba su rostro, el cual expresaba terror por todos sus poros.

—C-Catra... Santo Dios, por poco y me das un infarto—. Una risita traviesa se escapó de mi.

—No me ibas a hablar hoy, así que decidí hacerlo.

—¿No deberías estar con Rogelio?—. Esas preguntas siempre me suelen caer como un balde de agua fría, en especial si vienen de ella. Quedé completamente atónita, pero, dolorosamente, le seguí el juego.

—Sí, vine a hablarte sobre él—. Una alarmante mirada hizo presencia en su rostro, sus ojos parecían a punto de salirse de su órbita. Decidí ser directa ante esa reacción—. ¿Porqué?¿Te molesta que salga con él?—. Intenté sonar lo más indiferente posible, que no pueda notar el hecho de que distinguí tan claramente sus emociones por una reacción.

—No me molesta en absoluto, Catra—. Una sonrisa y una mirada de sinceridad acompañó su sentencia.  Estoy completamente atónita, sorprendida y, por sobre todo, confundida. Me pongo en el lugar de los hombres cuando dicen no entender a las mujeres, esta situación me consumió por completo.

—Entonces, supongo que no te molestará que esta tarde vaya con Rogelio al café donde trabajas... ¿o sí?—. Quise hacer contacto visual, pero ella escapó de ello.

—Por supuesto—. Volvió a hacer contacto conmigo—. Son bienvenidos cuando deseen, no tienes porqué pedir permiso, Catra.

—E-Está bien...—. Quedé encandilada unos minutos por su sonrisa cegadora—. Entonces, nos vemos allí.

—Seguro—. Y tan pronto soltó esa palabra, desapareció de mi vista como si esa conversación hubiese sido parte de mi imaginación.

Al llegar la tarde, y con ella el final de las clases, Rogelio me buscó en el aula y partimos hacia el café. En el camino, conversábamos sobre estupideces y cosas que carecían de importancia, riéndonos y haciendo nuestras típicas bromas internas. Por lo menos podía decir que algo de verdad salió de toda la falsedad que mi familia tuvo.

Llegando al café, pedimos unos pastelillos de los que me habían gustado, pero nos dijeron que se encontraban agotados debido a la falta de empleados en ese día. Accedimos a la espera y tomamos nuestros cafés. En eso, Adora entra a las corridas y pasa directo a la cocina, con su uniforme ya colocado. A los 15 minutos, pudimos observar como los deliciosos pastelillos hacían su presentación en la vidriera. 

—Así que de esto me era parecido el sabor...

—¿Eh? ¿A qué te refieres?- Menciona Rogelio extrañado.

—¿Recuerdas que una vez te mencioné que me despertaba con desayunos en mi mesita de luz?¿Que había pensado que habías sido tú?—. Rogelio asintió, algo confundido—. Pues eran de Adora. Y sus desayunos me recordaban un sabor en especial que no pude descifrar, y ahora lo recuerdo, era de los pastelitos de aquí—. Extrañamente, Rogelio se limitó a asentir con la cabeza una vez más y a no comentar nada al respecto. Estaba comenzando a sospechar de las reacciones de mis amigos ante ciertas personas. Una fugaz idea vino a mi cabeza. Una sonrisa se plantó en mi rostro al pensarlo, pero luego me sentí muy mal por estar metida en el medio.

—Rogelio.. ¿Acaso tú-?

—Aquí están los pastelillos por los que pagaron—. Interrumpió Adora con una sonrisa. Momento de observar. Miré a Rogelio para ver sus reacciones ante la presencia de Adora y viceversa.

Adora sonreía amablemente, pero algo me llevaba a observar que sus dientes estaban apretados, signo de nervios y enojo, mientras que sus cejas se encontraban fruncidas, casi unidas, en señal de vergüenza. Mi confusión me llevó a sacudir levemente mi cabeza y a observar a Rogelio.

—Mu-muchas gracias, Adora—. Los nervios se disparaban por todos lados. Sus manos, su voz, sus ojos que irradiaban miedo, sus cejas titilantes en modo de irritación. Adora se marchó y Rogelio volvió a la normalidad. Mi confusión era cada vez más grande.




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