Los papeles prácticamente llovían del maletín del abogado, quien me decía groserías sin usar las palabras específicas debido a la presencia de la dulce Bee, lo cual aprecié, pero no pude evitar escuchar con atención cada bendita letra que salía de su boca y pensar en que tenía razón.
—¿Cómo llegamos a esto, señorita Razz? Ya suficientes problemas tienes como para que esta niña se meta en ellos...—. Fulminé con la mirada al abogado de la familia, a lo cuál el comprendió rápidamente que debía cerrar la boca.
—Sweet Bee, ¿quieres salir al jardín a jugar con Swiftie? Debe sentirse solo de que estemos aquí hace mucho...
—¿Puedo...?—. Miró a mi abogado, lo cual me sorprendió demasiado. ¿Le estaba pidiendo permiso a mi abogado si podía salir a jugar con mi perro? Me tragué una risa irónica, pensando en lo inocente y miedosa que podía ser esta niña. Él notó este detalle y, como rara vez, sonrió, permitiéndole de manera abierta.
—¿Me pidió salir a jugar...?—. Asentí, incrédula—. Ahora entiendo. No había forma de que esta niña pueda salir de esa situación sin una figura como tú—. Lo miré interrogante.
—¿Una figura como yo? ¿A qué te refieres?
—Desde lejos se percibe tu aura de mujer fuerte y, al salvarla en plena situación, se apegó a tí como si fueras su heroína—. Reí levemente, pensando en lo irónico.
—Si tú dices...
Estuvimos toda la semana hablando sobre el juicio y sobre los datos que debíamos de conseguir para éste. Chequeamos algunas cámaras de seguridad en la calle donde yo los había encontrado. Él a los gritos y ella llorando en un rincón.
Mordí mi labio, resistiendo mis instintos de ir a matar a ese... malnacido con mis propias manos.
—Creo que tenemos lo que necesitamos por el momento...—dijo, con una mirada de determinación, a lo que le respondí con la misma.
Vestí a Bee con un vestido gris que usaba para las ocasiones especiales de pequeña, mientras que yo decidí colocarme el traje blanco que usé para mi graduación, con una camisa bordo debajo. Dejé mi cabello suelto y me coloqué botas del mismo color que la camisa.
Nos subimos al auto mientras Bee sostenía su osito, el cual habíamos recuperado roto del callejón donde la había encontrado. Sonreí con algo de lástima por el muñeco cosido a mano por ambas, luego de seguir un tutorial.
Llegando al tribunal, me encontré con mi abogado y con ese horrible hombre que se hacía llamar padre.
—Tengo una noticia para ti, Adora...—dijo. Yo asentí, para que prosiga, mientras escondía a Bee detrás de mí para esconderla de la mirada asesina del hombre que decía ser su padre—. Me encontré con unos papeles interesantes en la búsqueda de esta niña...—. Me entregó un sobre de papel craft, el cual abrí enseguida. Me encontré con los certificados de nacimiento de la pequeña Bee, donde revelaba como su padre había muerto antes del parto de su madre. Sonreí. Esto quitaba varios problemas del camino. No era un desconocido el que había violado a esta niña, pero tampoco compartía sangre con ella, por lo que esperábamos que la terapia sobre el tema pueda ser más llevadera...
_________________________________________
—¡Ganamos este, pequeña Bee!—le dije, levantándola por los aires y dando vueltas. La emoción me había invadido, y esperaba transmitirla hacia ella. Funcionando, al parecer, ella comenzó a reír a carcajadas—. ¿Quieres ir a por un helado?—. Asintió frenéticamente, por lo que subimos al auto y, antes de arrancar el motor, mi celular comenzó a sonar.
Cansada, recordando el motivo por el que lo había mantenido apagado por casi dos meses, revisé, esperando que sea mi abogado o Mara. Fruncí mi ceño al leer el nombre en la pantalla.
—¿Hola?—. Nadie contestó, sólo podía escuchar barullo de fondo por los parlantes del auto, debido a que había atendido por el altavoz conectado al auto—. ¿Tara? ¿Todo bien?
—¿Adora?—. Había escuchado la voz de Catra, estaba por cortar hasta que escuché lo que parecía un bar. ¿Estaba ebria?
—Catra, debes ir a tu casa... o donde te estés quedando. Pide un taxi, no te vayas con nadie...
—¿Y a tí qué te importa, rubiaaa? Tu amiga me está cui-HIP-dando... jeje—. Tremenda facepalm la que me di. Ahora entendía cómo se había sentido cuando había salido con Huntara a tomar.
—¿Dónde está Huntara, Catra?—. Pasé el nudo de mi garganta, obligando a mis ojos a mantener las lágrimas adentro.
—Fuee... ¿al baño? Sí... fue al baño...—. Respiré profundamente, esperando que Bee no diga palabra alguna.
—Bueno, deja su celular. Se enojará si sabe que estuviste hurgando en él...—. Maldije internamente cuando escuché como mi voz se había cortado.
—Te ooodio, ¿sabes...? Me dejaste aquí...—. Tapé mi rostro, dejando escapar algunas lágrimas por la conversación que no estaba lista para tener. Mucho menos por teléfono y con una ebria Catra—. Me dejaste con los problemas al aire... Tu presencia aquí me ayudaba a sobrellevar todo aquello, pero no te importó y te fuiste...—. Mordí mis labios al escuchar un sollozo de mi parte—. Como se-HIP-aaa... ¿Dónde estás..? ¿Te fuiste con Mara? Creí que te habías ido a Londres, pero no estás aaquí...—. Seguro mi rostro estaba rojo de la vergüenza, rabia conmigo misma y algo de desesperación, una de las mezclas que vengo sintiendo hace mucho tiempo y no puedo controlar.
—¿Adora?—. Mis ojos se salieron de sus órbitas al escuchar a Bee hablar. ¿Cómo le explico esto a ella? ¿Me creerá? ¿Lo malinterpretará?
—¿Con quién estás...? ¿Esa era una ni-?
—¡Catra! ¿Qué haces con mi celular?—. Reconocí la voz de Huntara. La llamada se cortó y yo sentí cómo el aire volvía a entrar a mis pulmones, volví a respirar.
—Tranquila, estoy contigo...—dijo Melsy, tomando mi mano y sonriendo en consuelo. Sonreí, limpiando mi rostro con los pañuelos de mi bolso y arranqué el motor del auto, dirigiéndome hacia la heladería que había prometido a la pequeña abejita que me consolaba.