Sonrisa
Se dice que coexisten personas muy diferentes entre sí, un suceso llega a mi mente, en esas tardes de verano, se hace presente el recuerdo de aquella noche donde mi nana nos relataba un cuento, una historia única, para mi gusto algo melancólica, a decir verdad, en ese tiempo juzgué que a mi abuela se le había olvidado el final del relato pues este nunca llegaba al fin, ya que siempre que le preguntaba sobre que le pasaba a la joven después de haber rescatado al lobo; para luego de retornar con su mirada solitaria y penetrante de color azul como en una noche de cielo estrellado en aquel bosque.
Se dormía, hubo ocasiones que simplemente me ignoraba o cambiaba al tema de manera brusca, y mi madre me reñía para dejarla en paz; que no la siguiera molestando y me fuera a dormir.
Sin embargo, al crecer, todo tomo forma, me di cuenta de la cruda y amarga verdad, mi abuela, ya no era como antes, esta empezaba a perder sus recuerdos día tras día, todo por culpa de su enfermedad, realmente dolía verla, saber que nunca te miraría con admiración o cariño, solo entristecía aún más, ella siempre fue una persona fuerte con una mirada amable hacia los demás, la admiraba por su sabiduría e inteligencia, ella era mi heroína, mi abuela era diferente y esa era la diferencia que tanto he anhelado, una la cual no se deja rendir de las frustraciones y anti bajos de la vida, no, ella lucha ante la diversidad y aunque todos decían que ella ya se había rendido dado a su enfermedad yo al verla podía aun notar una luz, una pequeña y breve luz en su mirada, una luz tan intensa que llegaría a cegar a todos; aunque esta no siempre se encontraba presente, aún tenía presente que ella aún se encontraba luchando, luchando por ella, por nosotros y eso me motivaba para yo también luchar junto con ella.
- § -
Pero ese día llegó, durante las mini vacaciones de la escuela, unos días antes para terminar el último año de preparatoria, nos encontrábamos toda la familia reunida festejando su cumpleaños con la familia, amigos y conocidos del trabajo, todos celebrando a la cabeza de la familia Cambriech si ella no poda ni reconocerlos, en su tiempo siempre estuvo allí para ellos, ahora ellos vinieron como todos los años a festejarle con una sonrisa y un abrazo.
Durante la mañana la llevamos a desayunar con la pura familia, se veía tranquila cuando llegamos, pero luego de un rato comenzó a actuar más como niña con travesuras, bromas y constantemente regañada por el tío Raphael siendo este el hijo mayor, luego terminamos en su casa, en la antigua mansión de la familia Cambriech, con un gran festejo, música, comida, cerveza y vino por todos lados, hermanos y amigos de aquí para allá bailando, comentando, riendo, cantando, agradeciendo y festejando a la más bella y tierna abuela, o diremos corajuda, pues ella nunca se equivocaba, luego de un rato empezó hacer frío, por lo cual el tío Miguel prefirió meterla a su habitación de la casa y recostarla en la cama echándole algunas cobijas encima de ella para calentarla.
Se le veía feliz, en su rostro se adornaba con una bella sonrisa, esas que al mirarlas sentías su calidez y amor. Allí estaba ella recostada en su cama cuando fui a felicitarla, la vi como miraba al vacío, se encontraba perdida, la llame en varias ocasiones y no me respondía, me acerqué a ella para tocarla y un momento antes, ella voltea a verme, no era la misma mirada, de las que recordaba esta anunciaba tristeza y melancolía, no me gustaba, odiaba verla así, triste, sufriendo, yo no tenía alma para soportar, sin darme cuenta sentí como una lagrima se me deslizaba por mi mejilla izquierda
- Cariño, ¿qué tienes te encuentras bien? – me preguntó al verme.
Al principio me sorprendí por sus palabras, pero después recordé lo mucho que me parezco a mi madre en esta edad, sin más remordimientos, me limpie la lagrima rebelde, volteando hacia ella, – No te preocupes, me encuentro bien, solo estaba recodando viejos tiempos – dije con una sonrisa, como esas que ella me daba cuando era más joven, cuando notaba que estaba triste por los constantes problemas que causaba.
- Oh, te acuerdas cuando tu madre te reñía cuando traías vestidos en las fiestas y te decía que no corrieras porque te caerías, siempre pensé que era vidente, te lo decía con una singularidad y tú nunca aprendías – se burló recordando aquel ajeno recuerdo, y de aquello me percate de sus palabras.
No me lo podía creer ella se acordaba de quien era yo, me sentía en la gloría, pero después recordé que esto ya había sucedido con anterioridad, y hoy fue una de estas ocasiones, - Sí, me acuerdo. Pero ella no era vidente, es más siempre pensé que me estaba echando la sal, de por sí la familia es bien salada – dije haciendo un puchero, y es que de verdad me molestaba sufrí mucho con esos moretones.
Ella continúo riéndose y burlándose de mí, llevaba mucho tiempo sin verla así de ... feliz, era un momento tan bello, verla acostada nunca me ha gustado, pero verla riendo ya era diferente, como en aquellos días que me contaba historias junto con mis primos, o cuando el abuelo nos ayudaba con los deberes de la escuela y esta lo regañaba por hacerlos él, otra que tanto me gustaba era que se percataba de todo a su alrededor y realmente era todo, hasta de las constantes escapadas de Troy de joven, o las bromas y payasadas de Cristy, ella siempre tenía un as bajo de la manga.
- Abuela, ¿Cómo te encuentras? – pregunté al verla toser, - ¿Necesitas que llame alguien? – seguí cuestionando al no tener respuesta alguna.
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Editado: 20.02.2022