“y fue allí…
Cuando te desconocí, me di cuenta
que solo estaba comenzando
a conocerte”.
Gilraen Earfalas.
−Hola – un chico entraba de la nada en plena hora libre y saludaba a Elizabeth y a Olivia. Era una de esas mañanas de invierno en la que desearías estar en tu cama y no dentro de la escuela.
−Hola – ambas chicas respondieron por pura educación ¿quién era él?
− ¿Qué hacen? – se sentó en la mesa. Ese día pocos profesores habían concurrido, así que los jóvenes o la mayoría de ellos, deambulaban por los pasillos de y las aulas. De todas formas, no eran ni la mitad de estudiantes que acostumbraban a ir a la escuela.
−Nada, no nos pueden venir a buscar – se lamentó Elizabeth.
−Yo estoy igual que ustedes –suspiró, uniéndose al lamento. El chico, tenía un notable personalidad despreocupada − ¿Puedo quedarme con ustedes? No me llevo muy bien que digamos con mis compañeros – se rascó la nuca con cara de entre vergüenza y preocupación.
−Sí, no hay problema. Quédate – e hizo seña para que se busque una silla y se siente con ellas. Lizi era la única que respondía, Olivia estaba en shock por el desparpajo de aquel joven. No lo iba a dejar en banda, también sabía lo que era sentirse despreciado por todos.
− ¿Cómo te llamas? – Al fin Oli abría la boca, después de su peculiar silencio.
−André– dijo – André Cabrales – reafirmó.
−Como el café – lanzó Olivia una risotada y causó la risa de los demás.
− ¿y entonces? – preguntó Elizabeth.
−Después de los disgustos que tuvo por ese hijo de la mierda, le dio cáncer y fue insalvable –André les contaba a las chicas, de quienes se había hecho muy amigo. Ese año, los profesores tendían a faltar con demasía, ya que habían llevado a cabo muchas protestas en reclamo de la suba de salarios.
−Lo siento mucho –Lizi le dio una palmada en la espalda. Realmente le parecía muy doloroso por lo que pasó su nuevo amigo.
− ¿Y tu papá? – preguntó Olivia
−Bueno…como dije, él fue muy malo. Nos abandonó hace años.
−Lo que es la vida – se quejaba Elizabeth.
−Hay padres abandonicos – se lamentó André.
−Hay padres violentos – expresó con cara de descontento Olivia.
−y padres machistas –completó Elizabeth – y por qué no padres que arruinan los sueños de sus hijos
Ese debería haberse llamado el club de los lamentos o tal vez, terapia de padres y otros vínculos.
−Deberías unirte a la radio – incitó el muchacho a la más joven de los tres.
− ¿Vos decís? –Elizabeth reía nerviosa− me da vergüenza, además, mi voz no es tan buena.
−No, tu voz está muy bien y tenés un pensamiento sólido. Es una radio de jóvenes para jóvenes, creo que podés aportar algo muy bueno.
−Voy a pensarlo – pero mamá y papá, una vez más, dijeron que no.
−El viernes es mi cumpleaños – suspiró en el clima helado de la entrada – seguro mis hermanos se olvidan.
−Vamos a casa, aunque sea hacemos un almuerzo – ofreció de inmediato Lizi – no sé, unas milanesas.
Desde ese día, Elizabeth y Olivia le prepararon el cumpleaños a André con torta, comida y algún regalo, a veces se gastaban un buen dinero, otras más improvisado, pero nunca se olvidaron de su cumpleaños.