Ni luces en la deriva ni sombras en la penumbra. Somos retenes antiincendios equipados con mangueras de gasolina. Reconozco cada llamada de auxilio en boca del pordiosero porque podríamos ser cada uno de nosotros si los giros del timón fuesen con otro rumbo. Agotado y asqueado él mejor que los demás puede oler la inmundicia vestida de traje y corbata.
Toda esperanza se desvanece encallada en bancos de arena y roca; aires preponderantes atizando a los cuatro vientos mientras que éstos se hacen pasar por tres. Castigados a látigo, expiando culpas a hierro y sangre porque esta última frontera, libre de condescendencia, aparece lejana y mascada por claroscuros estroboscópicos.
Ni luces en la negrura ni deriva en pos de la penumbra. Sea el tiempo bordado por hilos de esclava condescendencia; aureola visceral postrándonos débiles a cada giro de la rueda llamada vida.
Gusanos del limo ignorantes de tan innoble condición; bufones de la realeza tintineando cascabeles, irradiando en la plaza sonidos tañendo a burlas. En esta deriva ignota se hace mangnánime el anochecer, pertrechándose al amparo de mantos raídos y puntadas de entelequia.
Nuestra media luz agiganta su metamorfosis hasta converger sobre tres cuartos de momentos hedonistas. ¡Abrázame ahora que puedes! Hazlo envolviéndome con tiernas palabras de escritorio y cartas perfumadas sin destinatario. Hazlo porque allá, en la distancia, galopa la mañana con pompones y flecos artesanales, crepitándose hacia la alborada.
No fueron luces ni fueron sombras, no fueron sombras ni tampoco luces. Acechan unas y otras encaramadas a muros fungibles. Yacen figuras fantasmales incorpóreas y ninguna parecer ser amiga…
Miscelánea a partes iguales de conquistas y desengaños. Rotundos maldecimos pues sólo era cuestión de tiempo abrir la boca. Criaturas abisales cegadas por un golpe de luz, alimañas encajadas en tiempos pretéritos y raíces supurando execraciones. ¡Remad cara al ojo del huracán pues allí estaréis a cubierto!
Malditas palabras que nunca llegaron a formar oraciones al haberse quedado atenazadas en su jugo. Tal vez sentían formar parte y repartición de homilías no bendecidas. Apátridas sin apego conocido, apestados del sistema alzando el puño, parias con dignidad sacrílega… Luces y sombras ordinales y cardinales; luces inhábiles capaces de atravesar el cristal de la noche. Desde arriba y desde abajo dioses y mortales dilucidando ese incómodo lugar que cada uno ocupamos en la mesa.
Personas a medio formar; formaciones rocosas en papel maché, sonsonetes latosos, pareidolias deformadas, grotescas bocas devoradas por otras bocas desdentadas. ¡Qué golpeen mi pecho! ¡Dos veces al menos! Luces furtivas para incinerar madrugadas apócrifas; lobreguez sombreada de azabache y crepúsculos bisoños ceñidos en grupos de permisiva desidia. Podréis gruñirlo o silenciarlo, podréis arrastraros enhiestos y desconsolados ante el cambio diatópico que se nos viene encima…
Ascetas amasadores de fortunas. Sus iguales no montarán a lomos de jamelgos escuálidos y miradas diáfanas. Sentid en cada viaje un constante choque contra muros de clausura. Veo ermitaños comenzando a fluir de sus cubiles, pobres atávicos, mentecatos desesperanzados ante lo que pronto contemplarán desde lo inmenso de la inmensidad.
Fango recalcitrante al alba, manto socarrón para turnos de oficio. Creo que saldré a la calle a buscarme pues deseo hablar conmigo mismo. Cara a cara y de hombre a hombre sin nada más que perder que tiempo y saliva. Un nosotros aletargado, Selenitas oteando a lo lejos con morriña, esclavos del hábito y hábitos para hacer esclavos. Hombres, mujeres y niños sumergidos en el Ganges para emerger de entre sus aguas ¡sucios por dentro! Y ¡sucios por fuera!...
Inocentes como la primera vergüenza iridiscente, exponencial cada línea entreverada cuan inacabable goteo de desdicha. Lo más arriba posible y lo menos abajo posible, corroborados en un marcado ademán afirmativo. Yacerá toda prístina condición humana atacada por el desaliento exhalado en haces de luz cruda.
Luz y penumbra, sombras de deriva ¡la mía! ¡La tuya! ¡La nuestra! ¡La de todos! Me quema el alma como pies sobre el brasero. Tú callas aún sabiendo cómo aplacar este dolor…
Batallas por confrontar, sabores aguamiel en porciones insuficientes. ¿Bufón o payaso? Lástima de personajes hirsutos cuya maldición los obliga a hacer reír partiendo del llanto. Acaparadores de carcajadas dramáticas, comedias socarronas desesperando a un público ominoso…
Quizás esta luz sea observable desde el laberinto de Dédalo. Fijaos en aquellas aves volando a ras del erial azulino; graznando, agitando sus alas entre las últimas hojas de los álamos. Es el sol esculpido por montañas sosegadas, chirriantes bandadas y sofismos sentando cátedra. Quizás los diferentes perfiles busquen pergeñar ideas, haciéndolo de modo redundante…
Cumplidores en cualquier caso al no forzar mano sobre mano. Pueden caer y caerán en la cuenta. Emergencia emocional y/o espiritual aletargada en el interior de cuevas tenues y mortecinas. Inmutables o viscerales, paradojas deshojadas cuyas raíces se secan por más agua que beban. Causa y efecto al leer labios tatuados, tatuajes perdidos entre tinta y piel...
Interactuar a la par con la verdad y con la mentira puede conducir a desenlaces insospechados. Luminiscencia cegada; opacidad, sinnúmero de errores, cerrazones y derivas sicodélicas coleteando tal cual peces en altamar. ¿Qué fuerza desconocida maneja nuestros hilos? ¿Para qué preguntar quién? Sentido a contrasentido, nada está en su sitio, nada está como debiera estarlo. Qué mejor prueba de ello que cuánto es puesto al alcance de nuestras pupilas.
Viento desventado para lluvias copiosas, chapoteos de mentes y pies agotados. Pesados párpados cubriendo los ojos de luz cobriza. Recapacitad para vuestros adentros. Arden los leños y en su corteza veo un miedo cerval. No es para menos porque las llamas gimotean prolongadamente. ¡No te acerques al fuego!…
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drama y romance, filosofía de vida, intimismo y razonamientos
Editado: 01.02.2024