Verano de 1975
Oia Santorini, Grecia.
Las olas eran tranquilas y de un hermoso color azulado, el viento soplaba perezosamente y el sol comenzaba a ponerse, dándole unos hermosos colores al cielo.
Sentada en la playa Baxades, una chica de cabello blanco sujetaba fuertemente un pedazo de papel con solo una palabra escrita:
Adiós.
Lo había leído ya unas seis veces, para asegurarse de no haber pasado nada por alto, como un "hasta pronto" o una explicación para lo que sucedía, tenía que haberla. Eso era lo que ella esperaba.
Pero no había nada.
Se levantó sosteniendo todavía el trozo de papel, y observó el océano preguntándose qué tan lejos estaría ya, torturándose internamente con la idea de que ya jamás se verían ni siquiera por casualidad, porque a pesar de todo en este mundo no todo sale como quisiéramos.
La realidad de aquello le mareó.
No sabía qué hacer.
Qué sentir.
Dentro de ella, todo era confuso.
Dio un suspiro.
Pudo sentir la resequedad en su boca. El cómo su corazón iba cada vez más rápido, cómo el dolor se abría paso en su cabeza, cómo temblaban sus manos...
Entonces un escalofrío recorrió su espalda, se quedó helada y antes de darse cuenta estaba temblando.
Sus piernas le fallaron y cayó sobre sus rodillas en la arena.
Y entonces, en ese preciso momento, viendo nuevamente al horizonte la chica empezó a llorar.
En un Ferry en la distancia se encontró otra muchacha.
Ella también lloraba.