El dinero, no siempre puede comprarlo todo.
Su vida había sido un desastre, siempre tenía lo que quería, había sido así desde pequeño, el dinero, lo compraba todo.
Pero lo que de verdad deseaba en el mundo, era algo más que simples juguetes, autos de carreras y dulces, lo que su corazón deseaba era algo que, ni el dinero de todo el mundo podía comprarle;los suaves brazos de su difunda madre.
El se había criado bajo las manos ásperas y estrictas de su padre, el cual, casi nunca estaba presente para el, apenas lo veía a la hora de desayunar y cenar. El... Se crió en el silencio de la soledad, tuvo que aprender a respetarse y valerse solo, por si mismo. Un niño tratando de sobrevivir en el cruel y gran mundo.
Lo único que solía acompañar su soledad, era el único recuerdo que le quedaba de aquella mujer que le había dado la vida, una simple foto pequeña que con ternura la guardaba siempre debajo de su almohada.
Cada día, cada noche, se preguntaba, ¿como habrá sido ella?
Con la edad de 12 años aprendió a madurar, pues había crecido conociendo la crueldad de la realidad. Aunque la verdad también conocía los lados placenteros y pecaminosos del mundo.
El amor, la traición, la dulzura, la calidez de tener otro cuerpo a tu lado cuando apenas despiertas. Todo aquello había conocido a lo largo de su vida.
Pero ni siquiera las riquezas que volvían locas a las demás personas, ni el amor, ni la calidez, ni el dulce aroma del sexo podían calmar el vacío que aun se presentaba en su corazón ;el vacío de nunca haber conocido a su madre.
Múltiples veces intento acabar con esa miserable existencia, trato de reunirse con ella, pero siempre algo frenaba que su gatillo fuera apretado;el solo desconocimiento de que había detrás de la muerte le impedía aquello, ¿y si no existía nada después de aquella vida?, ¿Y si no podía reunirse con ella?... Eso era algo que no podía perdonarselo. El deseaba conocer la ternura de su madre, la calidez de aquellos brazos pálidos que desconoció toda su vida.
Ese era su más grande capricho, el único que el dinero nunca pudo comprar.
[...]
—Las pequeñas letras del contrario, son las cosas que no puedo cumplirte, seguido de mis mandamientos, los cuales deberás seguir, si rompes tres, nuestro trato desaparecera—hizo una pausa, sacando otro cigarrillo, moviendo sus cabellos—te será devuelta tu alma, y junto a ello te será arrebatado tu deseo, Jonh. Por cierto, los mandamientos aparecerán en tu domicilio, junto a tu deseo.
El hombre se quedo mirando al demonio unos largos segundos, pasando su mano por su rostro, pensando;solo tenia tres oportunidades, eso lo ponía nervioso, pero estaba dispuesto a intentarlo.
—¿Y que es lo que no puedes cumplir?–pregunto en tono algo impaciente, acomodándose el cabello.
La mujer apoyo sus brazos delgados en la mesa, sintiendo el frío de esta recorrer cada parte de su cuerpo.
—puedo cumplir todo lo que desees—se acerco de manera peligrosa al chico, sin levantarse de la silla–todo lo que tu corazón desee... Siempre y cuando... El cielo, Dios, ángeles o arcángeles no estén relacionados.
—¿incluso puedes traer a alguien entre los muertos?—hizo la pregunta con desesperación, moviendo sus piernas como muestra de nervios.
La rubia se alejo con lentitud, paseando sus ojos celestes por el chico, mientras el humo del cigarrillo se escapaba de sus labios.
—eso depende de si esa persona, a la que quieres revivir, esta en el infierno–hizo una pequeña pausa, tragando saliva—¿tienes alguna foto?
El hombre asintió, y de su bolsillo saco la vieja foto que conservaba... La única que tenia, la foto de su madre.
La rubia agarro la foto delicadamente,observándola con atención.
—Se llamaba Amanda Ermez —dijo mirando como el demonio sostenía la foto entre sus delicados dedos—murió el 16 de febrero del 2000, cuando me tuvo.
La rubia esbozo una suave sonrisa, fingiendo cierta tristeza por el chico delante suyo.
—pobre... Pero tengo buenas noticias, ella esta en el infierno, así que podremos hacer que vuelva—le dijo Lucifer animando al chico.
Este solo pudo mirar con esperanza al diablo, si no estuvieran en un lugar publico, se arrodillaria ante ella, explotando en llanto. Pero, solo se quedo mirandola, con un brillo en los ojos.
—¿eso es lo que deseas?—pregunto la mujer curiosa, mientras tiraba el cigarrillo ya inservible.
—mas que nada en el mundo—respondió el chico con sus ojos apunto de derramar lágrimas.
Una sonrisa amplia decoro el rostro del demonio, mientras extendía su mano frente al chico.
—¿trato hecho?—La mujer se quedo extendiendo su mano, esperando que el hombre la estrechará con la suya.
Y entonces ambas manos estaban juntas, estrechándose.
—t-trato hecho—sonrió nervioso el chico.
Y entonces, las manecillas del reloj marcaron la hora exacta; 02:59 A.M