Analeya:
Mi cuerpo se siente pesado, de igual manera mis párpados, odio sentirme así. Comienzo abrir mis ojos, al principio me cuesta un poco, pero, poco a poco logro abrirlos completamente. La oscuridad es reemplazada por una luz brillante, lo que era borroso ahora es nítido.
Todo es claridad.
Un leve mareo llega a mí, me siento rara. Comienzo a observar mi alrededor.
Me encuentro en una habitación grande, mucho más grande que mi propia habitación. Las paredes son de colores pasteles, hay tres puertas de madera: una a mi izquierda y dos a la derecha. Dos mesitas de noche con una lámpara en cada una.
La cama, en la cual sigo todavía, es cómoda, esta se encuentra cubierta de sábanas de seda de color negro.
Las almohadas son cubiertas por una tela gris.
¿Qué es este lugar?
Doy un sonoro suspiro, un dolor de cabeza se hace presente, ¿Qué Diablos me pasó?
—Al fin despiertas, tenía miedo de que el somnífero que te di, te hubiera hecho daño—Una voz masculina se hace presente, giro mi rostro de manera rápida, mi cuello sonó en el proceso.
Este hombre, ¿Quién diablos es?
—¿Disculpa?—Formulo en voz baja, mi garganta se encuentra seca.
Él gira su rostro de manera que quede en dirección al mío, sus ojos de color azul atrapan a los míos, dejándome sin aliento.
—Al parecer no me recuerdas, querida—Exclama algo decepcionado, lo miro extrañada.
¿Debería recordarlo?
—¿Quién eres y por qué estoy aquí? ¿Dónde está mi hermano?—La preocupación no tarda en llegar.
« ¿Jared dónde está?»pienso.
Él guarda silencio por un momento, parece que está analizando la situación, de la nada, escucho un golpe sordo, miro sus manos y me doy cuenta de que tiene un libro en ellas. Me doy un momento de observarlo.
Tiene puesto un traje de color azul marino, le queda como segunda piel, remarcando sus músculos.
Y queda muy bien con sus ojos.
—¿No recuerdas lo que pasó ayer?—lo escucho decir, su pregunta me deja algo desconcertada.
¿Ayer?
—No, no recuerdo mucho—Digo en voz alta—lo último fue estar con mis amigos y luego en el auto con mi hermano.
«Después todo se vuelve borroso»
Nuevamente se queda en silencio, sus ojos se encuentran fijos en el libro.
Me siento incómoda.
No sé quién es él, no sé qué hago aquí, y mucho menos sé lo que él quiere de mí.
Capaz es un secuestrador.
«pues, yo le veo pinta de todo menos de secuestrador»Habló mi consciencia.
Tiene un punto a su favor, pero, las mejores caras esconden cosas malas.
—Bueno, ya que no recuerdas, tendré que ayudarte—se pone de pie, dejando ver su imponente figura.
Y vaya que no está nada mal.
Poco a poco comienza acercarse a mí, se detiene a mi lado, para así sentarse en la cama, poco después cruza sus piernas.
—Necesito que cierres los ojos, solo será un momento—Pide mientras con una de sus grandes manos, toma una de las mías.
—¿Por qué?
—Si no lo haces, temo que te puede doler—En lo que sus palabras salen, el miedo ya se encuentra en todo mi sistema.—No te haré nada malo, lo prometo.
«¡Sí claro, y yo soy la reina Isabel, tenemos cara de pendeja, más no lo somos!»Replica mi consciencia.
Respiro profundo y dejo salir un suspiro por lo bajo, hago lo que me dice.
«Retiro lo dicho»
—Reversus est ad me, stella. Voco te. Quid sibi velit et illa dabit quaerit, quid mihi opus est.—vuelve a mí, lucero. Yo os hago el llamado.
dale a ella lo que quiere y busca, dame a mí lo que necesito.
Comienza hablar en una lengua extraña, pero, en cuestión de segundos, todo llega a mí. Como si de una película se tratara, los recuerdos pasan por mi mente, cada uno de ellos.
Desde mi infancia, hasta lo que pasó ayer con mi hermano.
Jared...
Abro mis ojos lentamente, una mano cálida se posa en mi mejilla, siento las lágrimas rodar por estas.
¿Cuándo comencé a llorar?
—Has pasado por tantas cosas, cargando un sufrimiento que no era tuyo—Murmura en voz baja, pero por suerte pude escucharlo.
—¿Por qué dices eso? ¿Un sufrimiento que no es mío?—Pregunto extrañada.
—Aún no es Tiempo de que lo sepas, todo en su momento, conejita— el ceño ante el apodo tan ridículo que me ha dicho, solo una persona me llamaba así, y ahora, está muerto.
Repentinamente él hombre se levanta de la cama, acomodando su traje.
—Tienes todo lo que puedes necesitar en esa puerta—con su dedo señala la puerta a la izquierda—Puedes ir a desayunar cuando desees, yo tengo que salir, cuando vuelva, tú y yo tendremos mucho de que hablar.
Asiento.
—¿Puedo hacerte una pregunta?—Me atrevo a decir.
—Claro.
—¿Cuál es tu nombre?
Él sonríe, mostrándome así toda su dentadura.
—Soy Gabriel, un placer, Analeya—asiento en silencio—¡Ah! Espero que por tu cabeza no pase escapar, ya que, no tendrás éxito en ello.—Y así como vino, se fue.
¡Genial!
Ya quedando completamente sola, decido levantarme de la cama, me doy cuenta que tengo puesta la misma ropa de ayer.
Doy pequeños pasos directos a la puerta que Gabriel indicó, tomo la manilla y la abro de manera lenta.
Quedo boca abierta.
Es un clóset, en un lado hay desde blusas y vestidos, hasta jeans y faldas.
Del otro hay tacones y zapatos.
¿Acaso este hombre me estaba esperando?
Miles de preguntas comienzan a formarse en mi cabeza, pero, escucho como la puerta de la habitación es abierta, una señora junto a una chica se encuentran frente a esta.
—¿Y usted es?—Es lo primero que se me ocurre preguntar, ambas me miran y una sonrisa adorna sus labios.
—El joven tenía razón, es muy hermosa—Escucho como la chica más joven le dice a la señora.
—Señorita, un placer conocerla, mi nombre es Martha, soy el ama de llaves—La señora extiende su mano y sin dudarlo la estrecho.