Lucifer

《7》

—Me llamo Lucifer.—dijo seguro de sí, destapando su capucha con lentitud, mientras que por el brillo de la luna, se reflejaba su sonrisa macabra y esos intensos ojos rojos sangre. En sus reflejos se veía todo el odio y la maldad que cargaba su "alma". Una oscuridad infinita, sin rastros de pavor humano u corazón. Un profundo abismo, lleno de llamas e infinita esclavitud. Un mundo peligroso tras él, excitante y macabro a la vez. No era un hombre como lo describían las leyendas y mitos, no tenía cachos, ni cola larga, mucho menos era rojo, lo único que tenía era ese color profundo en sus ojos, que cada vez se volvían mas intensos. Bajo su traje negro se notaba el cuerpo esculpido que tenia, sus bíceps notorios en las mangas, las fuertes piernas, y las facciones de su cara, bien perfeccionadas, pestañas largas y abundantes, labios gruesos y de un color carmesí fuerte, su mentón y quijada a la forma de un hombre perfecto, más lo que resaltaban sus brillantes dientes. Se había moldeado como un hombre perfecto de toda mujer, pero con el alma llena de oscuridad y odio... Sin haberme dado cuenta -por estar en la definición de su perfecto cuerpo-, este yacía pegado a mi persona, rosando su frente con la mía y tomando mi cintura con su brazo, lo cual llenaba de escalofríos mi cuerpo, por que no sabia que hacía. No le conocía, temía de él, temía de lo que fuese a salir de esos perfectos labios, en los cuales habían rastros de sangre, la sangre de las personas que había asesinado apenas había aparecido. En un susurro firme y claro, dijo:— Serás mía. 

Me temía lo peor. Parecía estar en una pesadilla, la pesadilla que vivía despierta. Ese hombre, encantadoramente malvado, rodeaba mi cuerpo como si fuese suyo, mientras que Neri me observaba de reojo, y apreciaba la luna a la misma vez. Un beso en mi mejilla, y seguido otro en la de Neri. Este mismo retrocedió un poco, y en un segundo, se desvaneció tan rápido que por poco no me daría de cuenta, apareciendo en otro lugar más lejos que en el de nosotras. 

—Es hora de irnos, Kane. 

—¿A donde? 

—A donde nos lleve Lucifer...—dijo sin mirarme.— Ahora si puedes explotar algo,... explota la carpa hasta volverla cenizas.—me miró y al igual que Lucifer, desapareció y apareció en otro lugar mas lejos. 

Obedecí, viendo como las llamas de fuego subían cada vez más por el cielo, y se armaba una enorme nube negra. Había quedado sola en el bosque, mientras hacía que todo quedase hecho polvo y el viento se lo llevase, como si no hubiera pasado nada allí. 

Unos ojos verde agua volvieron a mi mente. Aquel chico joven, estaba bajo las llamas, muerto, despedazado por el ser que había invocado. No podía parar de pensar que pude haber detenido eso, que hubiera podido salvarlo de una muerte tan trágica. ¿Era muy necesario ese sacrificio? 

Me devolví con pasos lentos del lugar, mientras se apagaban las fuertes llamas, dejando paso a la oscuridad. Un fuerte viento sopló las cenizas, desapareciéndolo todo, dejando solo a la vista las ramas podridas y el pasto muerto. La luz de la luna caía exactamente en el mismo lugar, como si hubiera sabido que había pasado ahí, y estuviese llevándose un corto recuerdo. Un polvo blanco brillante estaba bajo su brillo, a lo que soplé, haciendo que el poco aire se convirtiera en una oleada de viento, desapareciéndolo entre las masas de aire. 

Cuando había vuelto al auto, sentía que estaba siendo vigilada, pero no sabia por quien, por que Lucifer ya estaba con nosotras. O sólo me estaba volviendo paranoica por los hechos recientes, que sentía ser vigilada de una manera un tanto peculiar, como si los que yacían hechos cenizas me vigilasen por alguna razón. 

Otro largo camino de vuelta a otro apartamento, mucho mas grande que el anterior, nos esperaba. Lucifer había desaparecido, y solo quedamos Neri y yo nuevamente. Era un nuevo comienzo, todo sería diferente. 

Pude apreciar por un corto momento lo que reflejaba Lucifer dentro de sí, a través de sus ojos rojos intensos. Tenía un encantador, y a la vez tenebroso, brillo obscuro. Pude ver como llamas ardientes se encendían en ellos, con un deseo impresionante, como si amara todo lo que hacía, como si quisiera ver el mundo arder, pero le era mas fácil hacerlo lentamente. Veía mucha oscuridad, sombras, miedos y demasiada sangre. La maldad habitaba cada parte de su ser, no había rincón que no estuviera ocupado por lo que era. Se veía la felicidad que le provocaba hacer daño, oír gritos de dolor, y ser un ser bastante poderoso llevado por su maldad.

¿El de verdad había querido ser así? 




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