Luciferina

Segundo pecado

La vida de una adolescente humana no era tan mala: Vas a fiestas todo el tiempo, bebes alcohol sin control, te drogas y tienes sexo... mucho sexo.

En tan solo una semana de haber llegado a la tierra, era la más popular de esa estúpida escuela. Los chicos hacían fila para llevar mis libros y las chicas se morían de la envidia al verme. Que sensaciones más placenteras.

—Perra arrogante... —decían algunas de las chicas a mi alrededor.

—Por supuesto que lo soy querida —Respondí en voz alta—. Soy lo que tú jamás serás.

No había persona en este pedazo de tierra que se resistiera a mí, de alguna u otra forma todos sentían algo. Esa atención era como éxtasis para mí, hasta que choqué con ella...

—¡Mira por donde caminas estúpida humana...! —dije.

—Lo siento mucho, no me fijé —Respondió aquella chica, de cabello corto y de color negro, estatura baja y ojeras pronunciadas. Luego, se fue.

Tengo la habilidad de sentir cada sentimiento que los humanos tienen en su corazón. Todo a nuestro alrededor es un generador de emociones, pues sus sentidos están ligados a ello. Un simple choque contra alguien, por mínimo que fuese generaría un sentimiento de ira o culpa; pero de ella no sentí nada. Era asombroso, como podía existir un humano tan vacío.

Aquella chica despertó mi curiosidad, así que la seguí hasta donde se posó para estudiar.

—Como te llamas, enana —le pregunté de repente.

—Soy María —respondió sin inmutarse un poco.

—Interesante nombre...

—Mis padres son algo religiosos.

Una carcajada brotó de mi, pues la ironía me causaba mucha gracia. Al parecer había encontrado alguien con quien divertirme o más bien, corromper.

 

 

 




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