Luciferina

Octavo pecado

Resulta que Damián era un chico muy guapo y sexy; pero lo que ha pasado solo era algo pasajero. El muy idiota confundió nuestra aventura de anoche con algo serio y quería llevarlo al siguiente nivel. ¿Pueden creerlo?

—¡¿Enserio no significó nada lo que pasó anoche?! —exclamó Damián.

—Quien en su sano juicio buscaría una relación seria en un bar de mala muerte —respondí.

—Aún así yo...

—Lárgate de mi casa —le interrumpí, luego me levanté de la cama y entré a la ducha—. Cuando salga de aquí, espero que ya no estés —agregué.

Es una lástima que todo haya terminado así, podríamos habernos divertido mucho más. El amor es un sentimiento que jamás entenderé, como puede alguien atarse casi de por vida hacía alguien más, de tan solo pensarlo me da náuseas.

Salí de la ducha y observé, efectivamente se había ido de mi casa; ya no sentía su presencia, pero algo más parecía estar rondando por ahí.

Algo saltó del clóset hacía mi; pero logré tomarlo con rapidez.

—¿Un Tracks? —susurré.

Los Tracks son demonios de muy bajo nivel, débiles y escurridizos. Estas criaturas son perfectas para el espionaje, pues son casi indetectables por su bajo nivel demoníaco, incluso un humano podría ser capaz de matar uno en caso de que lo viese. Aún así, los Tracks tienen un potente veneno que si ingresa al organismo sería algo fatal.

¿Que hace esta criatura en mi casa? Era la incógnita que ahora debía resolver, o tal vez no. Era evidente que son enviados de mi padre, cada vez más intenso y fastidioso. Si crees que tu padre es posesivo, no conoces al mío. Ser la hija de Lucifer no es nada fácil.

Tomé al Tracks y estrujé hasta reventarlo, su sangre manchó todo a su alrededor, incluso a mi.

—Genial, ahora tendré que ducharme de nuevo... —dije y azoté la puerta del baño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.