Lumen: Donde la curación se transforma en horror.

Capítulo 35: La carrera contra el colapso

00:02:10

El temporizador seguía descendiendo.

Las alarmas resonaban por todo el hospital. Las luces parpadeaban erráticamente mientras el suelo temblaba con la inminente destrucción del subsótano.

Alejandro, Gabriela, Clara, Méndez y Ana corrían por los pasillos sin mirar atrás.

Sabían lo que había pasado con Ortega.

Sabían que no podían quedarse más tiempo.

Pero el hospital parecía vivo.

Las puertas se cerraban y abrían solas. Las luces de emergencia lanzaban sombras largas y distorsionadas por las paredes. Los susurros de las que escaparon seguían resonando en los altavoces.

Estaban en todas partes.

Y no sabían si las dejarían salir.

El ala sur: Última salida

—¡Por aquí! —gritó Méndez, girando en seco hacia un corredor lateral.

Según su memoria, había una salida de emergencia en el ala sur. Si llegaban a tiempo, podrían escapar antes del colapso.

—¡Vamos! —gritó Gabriela, ayudando a Clara a mantenerse en pie.

El suelo tembló bajo ellos. Una explosión en algún lugar del subsótano envió una onda expansiva que los lanzó al suelo.

Alejandro voló contra una pared y sintió un dolor agudo en las costillas.

Pero no había tiempo para el dolor.

Se levantó con un quejido y ayudó a Ana a incorporarse.

—¡Sigamos!

Los pasillos que no terminan

El hospital estaba cambiando.

El camino que Méndez recordaba ya no estaba allí.

Las puertas que deberían llevarlos al ala sur ahora daban a corredores que no reconocían.

Clara se detuvo en seco, su respiración entrecortada.
—No… no puede ser…

—¡Nos estamos perdiendo! —gritó Gabriela, mirando en todas direcciones.

Méndez apretó los puños.
—No. Están intentando que nos perdamos.

Alejandro empezó a sentir terror real. Las que escaparon estaban jugando con ellos.

El hospital ya no era solo un edificio.

Era un laberinto.

La decisión imposible

00:01:00

El grupo se detuvo en un pasillo iluminado por una única luz intermitente.

Había dos caminos.

Uno llevaba a la salida de emergencia.

El otro… a la Unidad Zeta.

Clara, con el rostro pálido, entendió lo que esto significaba.

—Nos están dando una opción.

Todos la miraron.

—¿Qué? —preguntó Gabriela, sin aliento.

Clara levantó la vista hacia el techo, donde una cámara seguía funcionando.

—Ellas quieren ver qué elegimos.

Alejandro sintió un escalofrío.
—Si vamos por la salida… nos dejarán ir.

Méndez frunció el ceño.
—¿Y si vamos al Zeta?

Ana, temblando, respondió con la voz apenas audible.
—Entonces… nos quedamos, y no es lo que queremos.

Silencio.

El hospital seguía temblando.

La destrucción estaba a segundos de distancia.

Alejandro dio el primer paso.

—Nos vamos.

Sin dudarlo, tomó el camino de la salida.

Los demás lo siguieron sin mirar atrás.

Cuando llegaron a la puerta de emergencia, estaba abierta.

Clara no podía creerlo.

Gabriela miró a los lados, esperando que algo apareciera para detenerlos. Pero no ocurrió.

Méndez fue el primero en cruzar.
—¡Vamos, joder!

Uno a uno, todos salieron al exterior.

El hospital muere

Desde fuera, el Hospital Universitario Lumen era un gigante agonizante.

Las ventanas vibraban. El subsótano colapsaba desde dentro.

Alejandro y los demás se alejaron cojeando, cubriéndose de los escombros y el polvo que emergía del interior del edificio.

Y entonces…

Con un rugido ensordecedor, el ala inferior del hospital se derrumbó.

Una nube de polvo y ceniza cubrió el cielo nocturno.

El Proyecto Theta, la Unidad Zeta, las criaturas, todo lo que Ortega había construido… desapareció bajo los escombros.

Nadie habló.

No había nada que decir.

Clara cayó de rodillas en la calle.

Gabriela se dejó caer contra una pared, con la mirada perdida.

Méndez limpió el sudor de su frente y se permitió soltar una risa amarga.

Alejandro… solo miró el hospital.

Sabía la verdad.

Las que escaparon no murieron.

Ortega fue el único que realmente desapareció.

Ellas siguen allí.

Y ahora… el hospital es suyo.




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