Víctor la conoció en el campo. Ella era una de las bellas recolectoras de la zona y él un joven campesino que ayudaba en las labores del campo.
Víctor trabaja diariamente, realizaba múltiples trabajos, donde se requería de su ayuda, él estaba allí siempre dispuesto. Las labores bajo el sol y el esfuerzo diario le habían brindado una piel bronceada donde sus ojos claros resaltaban como astros en el cielo, mientras que su cuerpo delgado había obtenido algo de fibra, no lo suficiente para destacar como alguien musculoso pero si como para llamar la atención de las jovencitas. A pesar de lo difícil de la vida en el campo, Víctor era un joven alegre, extrovertido y carismático, llenaba cualquier lugar de alegría y se llevaba bastante bien con sus compañeros de trabajo.
Iba sobre el tractor ayudando en las labores de arado cuando la vio a lo lejos. Se quedó embelesado con el brillo especial de aquella joven y no podía dejar de observar como con delicadeza tomaba los frutos y los colocaba suavemente sobre su canasta. Era como si el sol la abrazara, envolviéndola en un destello de luz y magia que se expandía por el lugar; o eso era lo que veía él.
Cada día llegaba al trabajo con ansias de verla otra vez, esperando encontrársela o simplemente tener la dicha de mirarla a la distancia. Los días se llenaron de deseos y sueños, y las noches de esperanzas y pensamientos. En su mente solo podía ver su rostro y en su corazón un sentimiento de amor brotaba incontrolable.
“Hoy es el día” se decía esperando tenerla tan cerca que por fin pudiera tener la oportunidad de hablarle. Y así pasaron varios días. Una mañana, cabalgando sobre caballo se dirigía hacia su trabajo, cuando la vio a la distancia. Ella se veía feliz, su caminar tenía un vaivén especial, como si apenas tocara el suelo con los pies. Pudo divisar lo distraída que iba, caminando lento con una paz y tranquilidad difícil de explicar, sintiendo la suave brisa en su rostro y escuchando el cantar de las aves. Apresuró el tranco del caballo hasta que logró quedar lo suficientemente cerca de la joven.
-Hola.-gritó esperando que ella se percatara de su presencia.
La joven detuvo su andar y volteó la mirada hacia atrás viéndolo acercarse. Se quedó de pie esperándolo con una sonrisa en la cara. Víctor sintió que aquella sonrisa le derritió el corazón cayendo en un trance hipnótico.
-Hola.- respondió la joven cuando él ya estuvo cerca.
-¿Vas al fundo “Las palomas”?- preguntó Víctor conociendo perfectamente la respuesta.
-Sí. -respondió ella observándolo.
-¿Quieres que te lleve? Yo también voy hacia allá. -dijo invitándola a subir a su caballo.
-Sé que vas hacia allá. Ya te había visto.- añadió la joven.-Pero prefiero caminar.
-¿Si? Me parecía haberte visto también.- simuló. -¿Puedo acompañarte?
-¿Caminando?
-Claro. Podemos caminar juntos.
-Bueno.
Víctor bajó de su caballo de un salto, acercándose a ella. Sostuvo las riendas firmemente y se dispuso a caminar siguiendo el ritmo de la joven. Era bastante temprano, así que tenían el tiempo suficiente para conversar.
-Eres temporera, ¿cierto?-dijo iniciando la conversación.
-Sí. Comencé a fines de año. No es un trabajo difícil, pero estar al sol diariamente es bastante agotador.
-Sí. Lo sé. Antes de trabajar aquí yo era blanco como un papel y mirame ahora, soy un morenazo. -añadió echándose a reír. Ella lo miró fijamente y sonrió.
-¿Hace cuánto que trabajas allí?
-Llevó 3 años. Desde que salí del colegio. Mi padre trabajaba allí antes de morir y luego de eso no me quedó de otra que seguir sus pasos.
-Oh. Lo siento mucho. -respondió colocando su mano sobre su hombro.
Víctor sintió como una corriente eléctrica recorría su cuerpo. Era como si un golpe energético lo despertara y le diera energías. Se volteó y la miró a los ojos fijamente. Ella no quitó la mirada.
-Este es mi primer trabajo. Apenas salí del colegio.
-Vaya, debes tener unos 18 años ¿o me equivoco?
-No te equivocas. Y tú ¿Qué edad tienes?
-Yo tengo 21.
-Ese es un número especial. Debes aprovechar este año.
-Eso estoy haciendo ahora. -respondió sonriendo.
Ambos caminaron conversando sobre miles de cosas, el trayecto al trabajo se les hizo ameno y agradable, como si se conocieran de toda la vida, tanto así que sin darse cuenta se encontraban en la entrada del fundo.
-Oye. ¿Qué harás después de trabajar?- preguntó Víctor.
-Pensaba en trabajar solo este verano, me gustaría estudiar. –respondió ella.
-Estudiar es una buena opción, pero me refería a la tarde.
-Ah ¿quieres decir hoy después de trabajar?
-Así es.
-No lo sé. Generalmente voy al río. Me gusta escuchar el agua correr.
-¿Te molestaría si quiero acompañarte? Me puedo quedar en silencio.