5. Asuntos del corazón.
Caminar por el pueblo a las orillas del bosque hace que mi mente divague sobre distintas cosas, algunas serias y otras tan irrelevantes que me hacen pensar que es mi lado humano hablando.
Los vampiros que residen fuera de Crimson están acostumbrados a vivir de día como los humanos, contrario a los que habitan aquí.
La madrugada es el momento más activo del pueblo; hay negocios de libros antiguos, sastrerías y florerías, en esto es un poco similar a la vida humana.
La mejor manera de describir Crimson es como un lugar frio y sombrío, está perfectamente ubicado a la sombra de altos árboles logrando disminuir los rayos del sol y las personas caminan tan cómodamente entre la oscuridad.
La mayoría de los vampiros que residen aquí son natos y todos deben pasar de los trecientos años, no hay ni un solo neófito en Crimson, al menos no de manera permanente.
—¿Sumergida en tus pensamientos de nuevo? — pregunta Edwin acercándose a mí
—Hay algo de este lugar que no me hace sentir segura. — expreso
—Eres una convertida rodeada de medios vampiros y natos, es normal, es por eso que aquí no hay convertidos.
Sus palabras me hacen entrar en razón, su presencia debe de tener algún tipo de efecto en nosotros.
El castillo esta tan vacío, pocas veces he visto al personal, supongo que trabajar para personas que no requieren de una refinada cocina debe ser sencillo o tal vez sea porque ellos se mueven a una velocidad distinta a la de los humanos.
El concejo y el líder de nuestro clan se han reunido toda la semana ideando técnicas para acabar con la infección, pero nos han excluido de estas reuniones. Estoy en completo desacuerdo con esto y para mi desgracia Lowell también lo está, quizá no estaría tan mal si Edwin y Marian compartieran este pensamiento, pero no lo hacen.
Mis compañeros han decidido concentrar sus pensamientos y energía en otras cosas, como salir a socializar y examinar la biblioteca del castillo libro por libro.
Las reuniones del concejo han sido sumamente privadas y sin previo aviso, solo ocurren de un momento a otro, supongo que esto garantiza que nadie ande por ahí espiando.
Una de mis habilidades más subestimada es la de lograr lo que quiero y unos cuantos vampiros no me van a detener.
Examinando pasillo por pasillo y escuchando detrás de cada una de las puertas logre dar con una de las reuniones, así que Lowell y yo decidimos espiar la conversación fuera del salón.
Resulta que este lugar en particular es a prueba de ruido, apenas son comprensibles unas cuantas palabras provenientes de su interior, esto vuelve imposible mis planes.
—Escuchar conversaciones sin permiso es de muy mala educación. — una voz fría se dirige hacia nosotros
Al dar la vuelta veo a Markus con los brazos cruzados sobre su pecho y un rostro sin expresión alguna. Mi acompañante enmudece del pánico y soy yo quien habla.
—Creo que es injusto que no se nos permita estar ahí dentro.
—Estoy de acuerdo, querida, pero son órdenes estrictas del rey. — expresa Markus
—¿Él está ahí dentro? — pregunta Lowell con nerviosismo
—No, parece que nuestro querido rey está ocupado en otras cosas. — está claramente disgustado por eso
—Eso es... — me detengo meditando mi siguiente palabra
—Estúpido, es la palabra que buscas, querida. — me guiña un ojo
No era en lo que pensaba, pero por algún motivo me siento complacida al escuchar las palabras del hombre frente a mí.
—Sin embargo, necesito que regresen a sus aposentos de inmediato. —
Claro que pediría eso, no esperaba más y aun así logra sorprenderme.
—¿La puedo acompañar, señorita?
La mirada de Lowell me ruega no aceptar la oferta, pero mis palabras tienen otros planes.
—Por supuesto. — hablo sin pensar
Cruzamos por los pasillos hasta mi habitación donde nos detenemos frente a la puerta.
—Lamento que las cosas no resulten como lo esperaba. — expresa Markus
—¿Al menos podré hacer algo? — pregunto
—Claro que lo harás, a su debido tiempo. — se despide con una reverencia antes de retirarse
Markus parece un sujeto interesante, hay algo de misterio en su aura que me hace sentir extraña, pero ha sido cortes desde nuestra llegada al castillo, es el tipo de persona que logra hacerme dudar
Durante nuestra estadía aquí nos hemos acostumbrado a dormir en el día, pero ni una sola vez he logrado concebir el sueño de manera rápida, así que siempre termino recorriendo cada parte de la habitación.
Estoy sentada sobre la cama mientras mi mente se encuentra perdida en algún lugar, cuando el sonido de alguien tocando la puerta me trae de regreso a la realidad. Me apresuro a abrir mientras me pregunto a mí misma quien podría ser pues el sol ya ha comenzado a salir.
—Señorita Linale — un sirviente hace una reverencia frente a mí —. El señor del castillo ha solicitado su presencia de inmediato.
Sus palabras me hielan la sangre y el miedo comienza a inundarme, mi subconsciente comienza a sugerir que hay problemas.
—Por favor, sígame.
Obedezco de inmediato al hombre tenebroso.
Mientras me guía por los fríos pasillos el miedo se extiende por todo mi cuerpo, una brisa gélida recorre el castillo haciéndome estremecer. El sirviente me lleva a un gran salón donde al abrir las puertas deja al descubierto un trono en el centro del lugar.
El individuo frente a mí hace una reverencia antes de apartarse del camino. Jadeo al sentir la fuerte presencia que proviene del trono.
Un hombre de piel pálida y cabello cenizo está ligeramente recostado sobre la lujosa silla, él bebe de una copa dorada, aun en el otro extremo del salón puedo sentir el olor a hierro en el aire, sin duda está bebiendo sangre humana.
Mientras se acerca a mí, lentamente me evalúa de arriba hacia abajo clavando sus ojos rojo sangre en mí, abrumándome por completo.