Sorine no tenía idea del regreso de Styrker con exactitud, dormía atrapada en un sueño profundo custodiado por la medianoche. Su belleza se había incrementado durante su ausencia y el pudo notarlo en el instante que atravesó el umbral de la puerta de su habitación. No tuvo valor para arrebatarle la fantasía que desprendía ternura sobre esa cama rodeada de sábanas color esmeralda que cubrían su cuerpo. Para Styrker la emoción del reencuentro podía esperar, no era más fuerte que el esplendor que pudo contemplar sentado a la espera del amanecer. Los primeros rayos de Sol que penetraron la ventana bañaron su figura de un brillo radiante que le cegaba de tanta divinidad resumida en un solo ser. La apertura de los ojos de Sorine vino acompañada de la sorpresa ante la llegada esperada por tantas noches de desvelos y días sin recibir noticias. Por su expresión, creía seguir inmersa en un espejismo que reflejaba el anhelo de su despertar, donde él apreciaba su quietud. Antes de que ella pudiese percibir la realidad ya era estrechada entre sus brazos con tanta fuerza que apenas podía contener el aliento. Podía sentir el olor que tanto extrañó y el calor del que se había alejado por una absurda causa que logró comprender quizás un poco tarde.
-No eres un sueño, regresaste a mi!!!-exclamó Sorine mientras se aferraba a su espalda con fuerza.
Las palabras de Sorine no fueron necesarias, él experimentó el vacío que la torturó a diario con su partida, el sobresalto fue éxtasis de armonía en su espíritu sediento de tan exquisitas emociones.
-No he pensado en otra cosa que volver a tu lado.
-Temía no volver a verte, escuche nefastas noticias provenientes de Alemania y....
-No ha sido fácil pero ahora no debes temer a nada, todo ha terminado-interrumpió Styrker.
Aunque tenían bastante que recuperar entre ambos por el tiempo perdido, había mucho que hacer durante los próximos días, Styrker no dudó en aprovechar al maximo la emoción del encuentro para hacerle saber el rumbo que juntos darían principio.
-Tenemos tierras en Noruega, debemos viajar lo antes posible para recibirlas.
-Tierras en Noruega?? De que hablas??-preguntò confundida.
-Ya no estás frente al Comandante Mørktranse, ahora solo soy el duque de Amager.-respondió este con una aires de humor acompañado de una carcajada.
Lágrimas recorrían el rostro incrédulo de Sorine ante las buenas nuevas de su amado, había mucho que preparar, las ideas se amontonaban atropelladas unas a otras y ningún detalle debían pasar por alto. Por fin cobraba sentido la promesa de Styrker antes de la separación.
-Al fin los dioses se han hartado de escucharme-razonó con ironía entre sollozos y lo besó con apasionado desenfreno-Mañana habrá tiempo para más detalles, ahora te recostarás aqui conmigo.
-No perderé ni un segundo más...
La residencia Amager quedó a cargo de Ellinor, su fiel ama de llaves, esta poseía un linaje que había ofrecido sus servicios al ducado de Amager por varias generaciones. Era la persona que mantendría el lugar como si no se hubiesen ido sus duques y que su afecto por ellos garantizaría excelentes cuidados.
Styrker y Sorine nunca fueron nobles de exquisiteces propias del título nobiliario y la época, prescindían de lujos pretenciosos para su estilo de vida, contaban con el personal justo para no sentirse sumergidos en la extravagancia de la nobleza. Jamás estuvieron de acuerdo con esa dependencia.
En primavera de 1631 arribaron a una embarcación que saldría desde el puerto de Copenhague hacia Trøndelag. La llegada a Noruega coincidió con la puesta de sol. Sorine, al tener ante sus ojos el cielo con tonalidades en rosa y malba quedó fascinada ante un ocaso que apreciaría por el resto de su vida. Las nubes rasgaban de un extremo a otro el velo celestial al que asomaban los primeros astros. El reflejo de la bahía añadía un toque deslumbrante que enamoró a los recién llegados, aunque Styrker estaba más pendiente a encontrar una posada decente donde pasar la noche. La emoción de ver los primeros progresos de las obras en su terreno, descontrolaban sus ansias de que amaneciera, estas habían comenzado varias semanas atrás. Había enviado los planos desde Dinamarca hacia las manos de un arquitecto local recomendado por el rey. Tenía diseñada una mansión con marcadas peculiaridades, destacándo su obsesiva fijación con la estructura de los castillos. Desde niño alucinaba con la imponencia de estos, los observaba durante horas a través de cuadros y obras de teatro. Su apreciación de la cultura antigua se mantenía latente y esta era su oportunidad de concretar su sueño, debía tener uno, el más majestuoso que pudiese vislumbrar. Siguió de cerca el proceso de construcción, asegurándose de que no faltase un detalle y la destilería fuese lo suficientemente espaciosa e indicada para su proyecto de comercio. Hizo énfasis en las rutas de entrada y salida del establecimiento para proveedores y compradores al por mayor.