Luna Roja

Capítulo 2

Lucio Castellanos era un joven de 14 años un poco reprimido y acechado por los demás. No era difícil adivinar el motivo. De todos los adolescentes que habitaban el pueblo, Lucio era el más afeminado. Al no crecer con la figura de un padre, siempre se apegó a las órdenes de su madre y a sus preceptos. Era un santurrón de primera, fiel creyente de las maldiciones sobrenaturales y un representante de la población que tenía miedo, tirria y superstición hacia las gemelas Ivanov. Como se explicó al principio, era una de las personas mayormente molestadas, aunque no más que las gemelas, tal vez por su carácter delicado y femenino. Aunque no era algo que le afligiera. Lucio odiaba a todo el mundo, incluso a su madre, no se consideraba una víctima y no lo era. Tenía el poder para realizar ciertas cosas con un poco de dinero y su animadversión destinada a todos excluía a una persona. El único ser que tal vez, merecía su cariño, admiración y, por qué no decirlo, amor, era su primo, su citadino primo de 18 años que sólo visitaba el pueblo de vez en cuando. El caballeroso, sumamente racional y apuesto Edmundo del Bosque.

   En esta ocasión visitaba el pueblo de la Luna Roja por curiosidad y Lucio lo esperaba con ansias. Al llegar el camión que entraba al pueblo para dejar pasaje, el muchacho sintió que le latía el corazón demasiado rápido. Su primo Edmundo estaba aquí, de verdad deseaba con el alma verlo y pasar todo el mes de octubre con él. La razón por la que Edmundo venía en Octubre y no en las vacaciones de Semana Santa, como usualmente lo hacía, era por su enorme curiosidad. La curiosidad de ver el fenómeno que titulaba al pueblo. Una de las 31 noches que caracterizaba a octubre, la luna se volvía roja bañando al pueblo en más superstición de la que ya había, y haciendo que la noche durara demasiado, o quizá creando ese efecto. Era un fenómeno natural fascinante que nunca había visto y anhelaba hacerlo.

   Edmundo bajó del camión y Lucio se lanzó corriendo a sus brazos como si fuese una chica desesperada por ver a su  novio. Sí, actitudes como esa, lo hacían merecedor de las burlas, pero a Edmundo no le importaba en realidad, estimaba mucho a su primo Lucio, era casi como el hermanito que no tuvo y no le importaban los prejuicios que le rodeaban. No, en realidad, Edmundo era una persona que le valía lo que los demás dijeran, por ello nunca cuestionó las actitudes del joven Lucio Castellanos, actitudes que rayaban en el fanatismo y tal vez… sólo tal vez, en la obsesión.

****

           —¡Silvia! ¡Muchas felicidades!

   La joven enfermera sonrió por enésima vez en el día. Había cosas que no podía entender. Una de ellas era el cómo de repente en el hospital todos eran muy efusivos. Que ella recordara, era la enfermera citadina que ignoraba las maldiciones y estaba lo suficientemente loca como para hablar con ciertos espectros. El resto de trabajadores se comportaban de manera huraña y sólo los enfermos, casi moribundos, le sonreían. Eso, durante el rictus salvaje de sus muertes, cuando eran víctimas de la tajada a sus almas.

   Pero eso sí, ahora era la empleada del mes.

   ¡Qué cosa tan más ridícula! No le agradaba a nadie pero era la favorita del hospital. ¡Qué irónico! ¿Desde cuándo hay enfermera del mes en un hospital? ¿No se suponía que eso se limitaba a los restaurantes de comida rápida? ¿O acaso su concepto de empleada del mes era diferente al establecido en ese pueblo? No tenía forma de responder a tales preguntas, pero le extrañaba que a partir de ese hecho, todos se animaran a hablarle como si ella fuese alguien normal. Soy alguien normal, sólo que ustedes no quieren aceptarlo. Recibió otro “Felicidades” mientras continuaba caminando hasta que llegó al pasillo central del hospital. Ahí, en la pared del fondo, casi como si se tratara de un lugar sagrado, se encontraba el marco vacío de lo que sería la gran foto que mostraba su premiación.

   Como atraída por una fuerza mayor a ella, como si la hipnotizara y la llamara, Silvia caminó en dirección a esa pared situada en el fondo. Escuchaba las voces que seguían apareciendo disfrazadas de felicitaciones y se escuchaba a sí misma agradeciéndolas, pero no podía reconocerse, no podía concentrarse en ello, su mirada estaba fija en el marco vacío y de repente se preguntó por qué estaba vacío. No era la primera empleada del mes en ese lugar, estaba segura. ¿Acaso todo era una broma?

   Mírame…mírame bien…

   Se sobresaltó al instante con los ojos abiertos de par en par. Ya estaba frente a dicha pared y podría haber jurado que escuchó a alguien decirle al oído tales palabras. Era un susurro, una voz dulce, casi tierna, infantil… casi inocente…



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En el texto hay: misterios, suspenso, romancejuvenil

Editado: 22.07.2018

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