—¡Claro que iré! Sería un honor acompañar a mi mejor amiga a su primer baile. —Metí la cuchara con el cereal a mi boca con desgana, mientras escuchaba a mi hermana y a Aaron hablar.
—¡Genial! Sólo falta comprarte el vestido, pero eso podemos hacerlo en la tarde...
—No pienso salir hoy —interrumpí ganándome una mala mirada de ella.
—¡Mamá! Dile a Abril que vayamos al centro comercial.
—No puedo obligarla, si no quiere, no quiere. —Sonreí cuando escuché el grito de mamá.
—Oh, genial —susurró tirando la cuchara a su plato.
—¿Ves? No puedes obligarme —me burlé de ella llevando otra cucharada de cereal a mi boca.
Resopló y miró a Aaron.
—¿Tú puedes convencerla? —Negó con su cabeza comiendo de su emparedado.
—No, ha estado sensible estos días, no me arriesgaré a una rabieta incontenible de las que ella sabe hacer.
—Gracias por hacerme parecer amargada —dije parándome de mi asiento para llevar mi plato al lavaplatos.
—Mira, ya sé paró enojada. —Volteé a verlo como si lo que hubiera dicho fuera una broma.
—Estoy llevando esto —mostré el plato vacío— a la cocina —dije obviándolo.
—Pero sé que no volverás y en cambio te encerrarás en tu habitación para que no intentemos convencerte de salir. —Viré los ojos y seguí mi camino.
—Esa es una gran idea. Sigo cansada porque a alguien se le ocurrió despertarme a mitad de la madrugada y luego quitarme las cobijas dormido —mentí en esto último. De hecho. Aaron se mantenía muy quieto en la noche, a la hora de dormir.
—¿Dormiste con mi hija? —preguntó mi padre levantando la mirada de su portátil.
—Por favor, papá, duerme conmigo desde hace cuatro años. No seas paranoico. No sucederá nada… solo que al otro día me despertaré cansada por estar luchando contra el calor.
—¡No te quito nada! —protestó mi amigo.
—¿Y cómo lo sabes si estas dormido? —Cuestioné y ante su silencio sonreí—. Eso pensé.
Me acerqué a mi padre y besé su mejilla a modo de despedida. Pasé por el lado de mi hermana y Aaron, pero no les dije ni hice nada, solo seguí como si ellos no estuvieran allí.
Subí a mí habitación y me tiré a la cama. De verdad pensaba dormir un buen rato antes de hacer algunas cosas, como salir al jardín trasero y recostarme en la hierba mientras leí el libro que no había podido terminar.
—Oye, pensaba que bromeabas con lo de venir a dormir —me quejé saliendo del sueño, pero no hablé.
Enterré mi cabeza en la almohada buscando de nuevo el sueño
—Tienes que levantarte —solté un sonido de negación desde lo más profundo de mi garganta—, pero que perezosa estás... Oh... Préstame tu teléfono.
No dije nada, sabía que de todas maneras tomaría el móvil y lograría desbloquearlo.
Siempre lograba saberse las contraseñas de todos y de todo. Una gran ventaja cuando vas perdiendo el curso y sabes entrarte al sistema del colegio.
—Tienes un mensaje… de Alan—mi cuerpo reaccionó a una velocidad extrema y levanté mi cabeza de la almohada y cuando hice el amague de levantarme comenzó a reír— ¿Estás esperando un mensaje de él? Lamento decirte que era una broma, y de hecho, ni siquiera tendría por qué enviarte un mensaje, ese esa es cosa que te tocaría a ti hoy ¿No?
Le lancé una mirada asesina y volví a acomodarme.
—No espero su mensaje, solo recordé que Kiona me dijo algo sobre enviarle un mensaje por su cumpleaños
—¿Le enviarás un mensaje? ¿Por qué no ir a su casa y darle un beso de regalo?
—Ya deja de molestar —dije con la voz ahogada por la tela debajo de mí—, y no le enviaré nada, no se lo merece y no es como si fuéramos amigos siquiera.
—Bueno, ya veo por qué estás así —sentí como tiró mi celular a mi lado antes de sentarse y acariciar mi cabello— ¿Estás pensando en cómo serían las cosas si su relación hubiera seguido?
—No, solo estoy estresada. Ustedes no hacen más que decirme cosas apoyándolo… todos dicen esas cosas… ¿Realmente soy yo la equivocada? —pregunté sin mirarlo.
—Ambos son los equivocados —giré mi cuerpo hasta dar con su rostro—. Te diré algo que seguramente no te gustará, pero a él se le ve en los ojos, cuando te mira, la adoración que te tiene. A ti te sucede igual, solo que en tus ojos, más que… amor, se ve la decepción, la ira y la tristeza que tienes hacia y por él. Tienes unos ojos muy transparentes, muy dulces, se nota cuando mientes, cuando dices la verdad, cuando estás triste o feliz… todo se nota en ti solo por tus ojos. Alan… pareciera como si tuviera una máscara que no dejará ver quien es, oculta algo, sin embargo cuando te mira se le es imposible esconder lo que siente.
—No sigas, Aaron.
—Contéstame la pregunta que no quieres responder… Si él llegara buscando una segunda oportunidad ¿Se la darías?
—No, no se la daría.
—¿Ni porque lo quieras mucho?
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Editado: 18.05.2021