Según lo que Alan me había contado meses antes, los McCall eran una manada turbia. Sus padres habían pertenecido a ella desde que nacieron, al igual que él y sus hermanos, por esa razón no se dieron cuenta de lo sanguinarios que podrían ser hasta no haber escapado.
No todos dentro de ella eran así. Solo había que ver a Belén, una miembro antigua en su momento, para notarlo.
No sabía si Evoleth estaba dentro de las personas que Alan decía que eran rudas. Lo parecía, al menos cuando me miró, pero con mi novio parecía transformarse.
Le di vueltas a eso durante toda la primera clase mientras jugaba con el dije de la cadena que me había regalo Alan tiempo atrás. La seguía usando, aunque en ese momento era más que todo como un accesorio más que una protección.
Alan se había negado a hablar de ella cuando llegamos a casa. No sabía qué tan amigos habían sido en el pasado, o si había sucedido algún problema entre ambos. Me molestó que no me hablara de eso, como si fuera una clase de secreto, así que lo había evitado al salir del apartamento, aprovechando que los miércoles, al menos por el momento, él entraba a clases horas después que yo.
Sin embargo, un mensaje entrante me sacó de mis pensamientos. Miré hacia el frente para asegurarme de que el profesor tenía su mirada en el tablero y no me pillaría a mí. Era una notificación de la única red social que tenía y que había abierto gracias a Charlotte.
Sonreí cuando, al abrirla, me vi a mí en una foto que tenía por descripción un «Te extraño más que nunca».
No guardé el teléfono porque en el momento la campana sonó para el cambio de clase.
Respondí de inmediato a la foto en un comentario con un «Te extraño mucho más»
Lo guardé cuando llegué a mi casilla. Cambié los libros, distraída, así que cuando la cerré y vi que a mi lado estaba la chica del día anterior, me sorprendí.
Ella también me miró cuando cerré la puertecilla de metal. Me sonrió, con la sorpresa en sus ojos.
—¡Hola! Abril, ¿verdad?
—Sí… ¿Pudiste hacer tu recorrido ayer? —Su risa sonó grácil.
—Sí, gracias a ti y a tu amiga. Ahora solo me queda acostumbrarme a las clases.
—¿En qué curso estás? —pregunté, recostándome en el casillero. Había varias personas caminando en el pasillo, aunque no tantas para un cambio de clase.
—En el último. Mi hermana y yo entramos al último curso, pero no pudo venir hoy.
Recordé que el día anterior la había visto con otra chica, pero no podía recordar bien el rostro de la última.
—Oh, tienes una hermana. —La mirada que me dio me confundió. Parecía estar analizándome, algo que me incomodó. Sin embargo, no sentía que fuera una mala persona o que sus miradas fueran enviadas de mala manera, como las de Evoleth.
—Sí, gemela. —Recordé a Alan y a Trevor.
—Mi novio también tiene un hermano, mellizo en su caso porque son un tanto diferentes. Debe ser bueno tener un hermano tan unido.
Los ojos se desviaron de ella hacia el pasillo. Alice caminaba hacia mí, de seguro para ir a nuestra próxima clase. Pero en el camino noté que en el cuello de Mag no había ningún tatuaje.
—Ese es un collar muy bonito ¿Lo puedo ver? —preguntó. Parpadeé, asintiendo y estirando mi cuello para que tomara el dije—. Vaya… es hermoso.
—Gracias… Es un regalo de mi novio. —Sus ojos volvieron a penetrarme.
—Debe quererte mucho tu novio.
Abrí mi boca para responder, pero Alice llegó a nosotras, agarrando mi brazo.
—¿Quién eres y cómo lograste que Abril hablara contigo? —Viré los ojos por las palabras de Alice.
—Alice, ella es Mag. Es nueva. Mag, ella es Alicia, conocida aquí por ser escandalosa y un poco vulgar.
Mi amiga se quedó mirando a la casi desconocida.
—Sí, esa soy yo. ¿Quieres sentarte con nosotras en el receso? Abril y sus nuevos amigos nos acompañarán.
La miré con cansancio. Toda su vida me dijo sobre conseguir amigos, y cuando había logrado conseguir unos pocos gracias a la clase de artes, parecía ponerse celosa de ellos.
Volví la mirada a Mag, quien sonrió y asintió.
—Eso estaría genial, gracias.
—¡Bien! Nosotras tenemos que irnos si no queremos llegar más tarde. —Alice me tomó del brazo y me sacó de ahí. Me despedí de una manera escueta de la recién llegada y la seguí.
Me pareció un poco maleducado no preguntarle qué clase tenía en ese momento, pero, para mi alivio, nunca entró al aula donde teníamos historia.
—¿Tienes algo que hacer mañana? Quisiera salir contigo.
La amistad con Alicia estaba deteriorada. Creía que se debía a que ella quería pasar siempre más tiempo con Trevor y porque yo había congeniado muy bien con Charlotte.
—Creo que tengo la tarde libre —respondí mientras me sentaba en la mesa compartida.
Ese salón de clases me traía recuerdos bonitos y amargos, pero me enfocaba en los primeros. Era el salón donde el curso pasado había visto cálculo con Alan, en donde había nacido nuestra relación.
Terminé la tarde cansada y con ganas de dormir. Al llegar al apartamento noté que Alan ya estaba en casa por las luces prendidas y el sonido de alguien en la cocina. Dejé mi mochila en el sofá antes de darle encuentro a mi novio.
Solo que no esperaba ver a Evoleth en la cocina junto con él.
Alan fue el primero en notarme. Me sonrió y se acercó a mí para darme un beso como saludo.
—Hola, preciosa.
—Hola…
Mis ojos no se despegaron de Evoleth. Ella sonrió y cruzó sus piernas enfundadas en un jean antes de llevar un vaso a su boca. No sabía qué estaba tomando, tampoco quería saberlo. Lo que quería es que se fuera del apartamento que sentía como mío, aunque en realidad no lo fuera.
—¿Tienes hambre? —inquirió Alan, captando mi atención.
—En realidad estoy cansada.
—Creo que es momento de irme, Alan. —Sí, yo también lo creía.
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Editado: 08.06.2021