Braham me citó en un café en las afueras de la ciudad, cerca de mi casa, se podría decir. Era tarde, acabando de comenzar la noche porque él, al parecer, tenía cosas que hacer en la tarde.
Llegué con el corazón en la mano, pensando lo peor debido a las circunstancias.
¿Dónde estaba Alan? ¿Estaba bien?
La campanilla de la cafetería sonó en cuanto entré. Había pocas personas, pero divisé a Braham en una de las mesas.
No entendí por qué me había citado en un café cuando él no podía beber nada, pero no me importó en ese instante. Solo necesitaba saber que la pelea de la noche anterior no se había salido de sus manos y había pasado algo malo.
—¿Qué le hiciste a Alan?
—Wow, sigues preocupándote por el chico que te rompió el corazón más que por el que te ha estado consolando. —Su respuesta me hizo encajar la mandíbula. Me senté de golpe, sin dejar que mis ojos abandonaran los suyos ni un nanosegundo. Él se inclinó en la mesa para verme mejor—. Las malas noticias son las primeras en llegar, gatita, si lo hubiera matado ya lo sabrías.
—¿Por qué intentaste hacer parecer que nada había sucedido?
—No lo hice.
—Ah, ¿no? ¿Cómo explicas entonces que estuviera exactamente igual a como estaba antes de que me recogieras?
—Tú misma te pusiste así. ¿Piensas que también cambié tu ropa, te di de comer y te puse bonita para dormir?
—Si lo hubiera hecho yo misma lo recordaría. —Él apoyó su espalda en la silla con desinterés, mirándose las uñas con fingida concentración, pero luego sus ojos volvieron a los míos, serios.
—No recuerdas qué haces cuando estás bajo la influencia de un vampiro, gatita.
Fruncí el ceño, con un mal presentimiento en la boca del estómago.
—No puedes meterte en mi mente, Braham.
Alzó una ceja, inclinándose hacia mí en la mesa. Sus ojos se volvieron un tono más rojo y de pronto detonó un dolor agudo en mi cabeza que me hizo soltar un chillido por lo bajo y poner mis manos en ella para intentar mitigar el dolor.
Así como llegó, el dolor se fue de un momento a otro, pero mi mirada se veía borrosa.
—Por si no te diste cuenta, cuando te dije que tu ex era una buena persona por haberte dado un collar de protección lo dije con ironía. Tu collar está desactivo, gatita, siempre has estado a merced de cualquier vampiro.
Sus palabras me dejaron en shock. No me creía que Alan nunca me hubiera mencionado que el collar no estaba funcionando, pero lo que me dio más pavor, era que siempre, después de lo de Kirian, había estado desprotegida ante amenazas.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, sin embargo, en esa ocasión no fue por el dolor de cabeza que me había causado Braham, sino porque me sentí, de nuevo, traicionada.
—Oh, pequeña gata, lamento ser el que te da malas noticias.
Aparté la mirada de él, sintiendo mi labio temblar y sin poderlo evitar derramé una lágrima que me apuré en limpiar.
—¿Cuántas veces has estado en mi cabeza?
—Las suficientes para saber qué hay en ella. Tranquila, que no te he hecho olvidar nada, ni hacer nada grave. Ya ves: puedes confiar más en un vampiro que en un licántropo, increíble ¿No?
Limpié mis lágrimas, con una frase suya resonando en mi cabeza.
Cada golpe que Alan me asestaba dolía más que el anterior. Cada pensamiento y cada recuerdo que tenía de él me destrozaba por dentro, y quería superarlo.
Una vez escuché que para superar las infidelidades muchas veces tenías que ir con un psicólogo por los fuertes daños, pero no creía que yo estuviera para eso. Tenía orgullo y aunque se me hacía difícil, lograría pasar por encima de Alan y seguir con mi vida.
Pero quería un poco de ayuda.
—¿Por qué quieres ser mi amigo, Braham? Y no puedes evadir la pregunta esta vez.
—Llevo una vida solitaria, Abril. Da la casualidad de que la vida me llevó hasta ti y me diviertes, los de mi propia raza me temen y todos necesitamos algún tipo de compañía en nuestras vidas. Creo que eres esa persona que necesito.
—Entonces saca a Alan de mi cabeza —pedí con la mayor seriedad posible. Braham perdió la sonrisita socarrona que siempre llevaba, y de manera inconsciente mis labios hicieron un puchero antes de que escondiera mi rostro entre mis palmas—. Por favor, sácalo de mi mente, Braham.
—Sacarlo de tu mente te crearía un vacío enorme que no podrías llenar. Tendría que eliminar todos tus recuerdos desde que lo conoces, pero eso también te afectaría…
El sonido de su teléfono lo interrumpió. Alcé la mirada a él cuando contestó de una forma seca y fría.
Su rostro, a medida que hablaba, fue adquiriendo un tono sombrío y amenazante. Luego colgó, sin despedirse ni decir palabra alguna e iba a irse de la misma manera si yo no lo hubiera detenido.
—¿Me dejarás aquí sola sin mayor explicación? Ni siquiera pedimos algo de beber.
—Aquí no es necesario pedir algo de beber. Aquí eres la bebida —dijo tan serio que lo creí.
Pero no decía mentiras. Solo me bastó con mirar a mi alrededor para notar que varios ojos se fijaban en mí como si fuera un platillo.
Jadeé, impresionada y asustada. No tenía nada que me defendiera, y Braham me había metido en un lugar peligroso. No podía confiar en él.
—¿Me trajiste a un lugar donde yo soy la comida?
—Te traje a un lugar seguro para mí.
—Me mentiste, Braham —dije con lentitud, sin poder creerlo aún.
¿En qué demonios me había metido?
—No lo hice: nunca preguntaste si el lugar era para vampiros.
Abrí la boca para protestar, pero él resopló y me tomó de la mano para jalarme y sacarme del local.
—No tengo tiempo para esto, Abril y necesito que me prestes tu auto.
—¿Que te preste mi auto? ¡Estás loco, Braham! ¡Me acabas de meter en un lugar lleno de vampiros, poniéndome en peligro! ¡No iré a ningún lugar contigo!
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Editado: 08.06.2021