El cálido saludo de Adrián me dejó de piedra; en cuanto me vio se levantó del sillón en el que estaba para irme a abrazar, abrazo que, por cierto, no devolví porque no lo esperaba.
Le sonreí cuando se separó de mí, sorprendida, pero intentando no demostrarlo. Él parecía tan… normal conmigo, que sería raro yo ponerme a la defensiva, mucho menos cuando ni él ni el resto de la familia Lee me había hecho algo.
—Hace mucho no te veo.
—Lo mismo digo —respondí con educación, mirando a todos lados, esperando que Alan saliera de alguna parte. Lo miré, pretendiendo darle una sonrisa—. ¿Está lo está acompañando hoy?
Ladeó la cabeza, curioso y confuso.
—No, me pidió unos días. Pensaba que lo sabías.
¿Alan no les había mencionado nuestra ruptura? Abrí la boca para responder, pero nada llegaba a mi cabeza.
—Claro, yo solo…
Sus ojos se volvieron perspicaces.
—Creía que estaban bien, aunque desde hace semanas no los veo juntos… Entiendo que la actitud de mi hijo no sea la mejor ahora, pero debe ser el estrés de la universidad.
Me confundí y mi lado chismoso salió a flote.
—¿Su actitud?
Fue su turno de incomodarse. Era curiosa la manera en la que mi corazón se estrujaba cada que veía a Adrián a los ojos. El parecido entre él y sus dos hijos era innegable, pero al tener el cabello negro de Alan era como ver una versión más adulta de mi ex, si obviaba el hecho de que él tenía los ojos cafés en vez de ámbar.
—Creía que habías notado una actitud extraña en él. Mi esposa y yo lo hicimos la última vez que fue a la casa y digamos que las cosas no terminaron muy bien. Hace una semana no sabemos de él, pero pensábamos que estaba contigo… de hecho, pensé que te estaría acompañando hoy.
No le iba a decir que ya no estábamos juntos. No tenía la fuerza necesaria para volver realidad ante su familia nuestra ruptura. Así que la respuesta salió sin pensarla de mis labios, casi como si alguien más la hubiera instalado ahí.
—Debe estar con Kiona, creo que Axel volvía hoy.
Casi junto mis manos para agradecer que me creyó, pero sus palabras habían dejado un sabor amargo en mi boca y no sabía la razón de eso.
Un carraspeo nos interrumpió. El amigo de mi padre nos sonrió, divertido por la conversación de la cual lo había excluido. Me sonrojé, dando un paso hacia él para intentar dejar el momento con Adrián atrás. No es como si quisiera seguir hablando de Alan.
Ambos, Adrián y el socio de mi papá, me comentaron algunas cosas que yo grabé para mandárselo a mi padre. No presté mucha atención a lo que me decían por pensar en Alan. Si quería terminar conmigo veía un poco más normal que tomara una actitud lejana y fea, aunque tampoco era excusa, pero no con sus padres.
Mordí el interior de mi mejilla cuando salí de la casa, con unos papeles en mi mano, preparada para recorrer el camino de vuelta a mi auto, aunque tuviera que caminar por unos cuantos minutos.
Iba tan perdida en mi mente que no escuché los pasos de alguien detrás de mí hasta que chocaron conmigo, pero, como iba sucediendo por esos días, no había nadie. Gracias a ese golpe y a que la carpeta con los papeles salió disparada de mi mano, fue que pude notar a Evoleth y un rubio, que se me hacía conocido, hablar fuera de un auto.
Intenté esconderme detrás de una columna para no ser vista, aunque dudaba que pasara algo gracias a la lejanía. Podía haber dicho que estaba confundiendo las personas, pero el tinturado de Evoleth era imposible de confundir.
No entendía de qué hablaban y tampoco me importó cuando ella sonrió y abrazó al hombre que la acompañaba. Su actitud no era de amistad, al menos por parte de Evoleth, porque ella estaba coqueteando, sin duda, mientras él le devolvía el abrazo de una forma tan… escueta.
Quizá en lo que sí estaba confundiéndome era con lo que estaba viendo. Sí, era ella, pero ni yo misma podía asegurar que mi percepción era la correcta y que de verdad estuviera coqueteando con el rubio.
Solo cuando se subieron al auto y arrancaron fue que pude volver al mío. Me sentía… mal; confundida y desconfiada de toda la situación.
Me quité el abrigo, dejándolo en las sillas traseras, junto con los documentos. No podía irme a casa, todavía debía conseguir algunas cosas en el supermercado antes de encerrarme y dormir, descansar de todo el ajetreado día.
En el corto camino, por la casa quedaba cerca a la zona del supermercado, pensé sobre Braham y la nula respuesta que me había dado. Dudé entre contactarlo para hablar con él o dejar que mi miedo e ira me ganaran para no hablarle más.
Recogí mi cabello en una coleta antes de bajar. La noche no estaba tan fría, así que no saqué el abrigo, más que todo por pereza de volverlo a poner. Por fortuna, algunas plazas en el estacionamiento estaban desocupadas, así que no tuve que dejar el auto muy atrás.
Tomé una canasta pequeña porque no necesitaba muchas cosas: solo compresas porque pronto estaría en mis días, algunas frutas y bolsitas de té.
Sin embargo, no esperé que, al dar la vuelta para ir a pagar, chocara con alguien que esa vez sí pude identificar.
Me tragué toda la ira que me recorrió. La miré con una mirada neutral y más bien seria, en cambio ella, me miró con una sonrisa casi burlona y relajando su actitud.
—Hola, Abril. —Sonrió más, y yo me puse cada vez más seria—. Que gusto encontrarte.
Sonreí con hipocresía.
—Lástima que no pueda decir lo mismo, Evoleth. Creo que cambiaré de tienda, ahora esta se hizo muy popular para que las personas de la ciudad vengan solo a comprar.
—Oh, es que estaba con mi novio, o tu ex, como prefieras. —Entrecerré los ojos ante su mentira. La había visto hacía pocos minutos atrás y no había estado con Alan, a menos de que se hubiera teñido el cabello de rubio, lo cual dudaba, además el otro chico era un poco más bajo como para ser él.
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Editado: 08.06.2021