Me sorprendí cuando vi a Alan al salir de mi casa. Él también se sorprendió de verme vestida para partir al centro.
—No creo que tengamos una sincronización tan perfecta como para que supieras que iba a venir, pero estás ardiente, hermosa —dijo llegando hasta mí. Sus manos viajaron a mi cintura, halándome hacia él. Me besó, aprovechando que tenía mi abrigo largo para dejar que sus manos bajaran hasta mi trasero sin que se notara, por si un padre mirón estaba en la ventana, vigilando a su hija—. ¿Ibas a salir?
—Sí… —Lanzó un suspiro de decepción.
—¿Qué tan probable es que me acompañes a casa de mis padres esta tarde? —Hice como si lo pensara. Acaricié sus brazos, dejando caer mi peso en él.
—Es muy probable, solo si es más tarde.
—¿Qué vas a hacer? —Hice una mueca. Sus caricias se frenaron cuando me miró con seriedad—. Conozco esa cara: es algo que no me gustará.
Sonreí, culpable, pero aproveché la altura que me daba el escalón en el que estaba parada para comenzar a regar besos por su mandíbula en un intento de distracción.
—¿Si te lo digo te enojarás? —Me incliné hasta tocar sus labios, pero alejó su boca de la distracción que pretendía darle.
—Depende, pero ya estoy desconfiando. —Suspiré. Concluí, luego de un rato pensando, en que sería mejor soltar de golpe lo que iba a decir. No le mentiría: él tenía derecho de saber con quién me vería.
—Me veré con Braham. —La reacción fue instantánea; todo su cuerpo se tensó y él, como si fuera un resorte, se alejó de golpe para mirar bien mi rostro.
—De ninguna manera —bramó. Volví a tocar mis labios con los suyos, tensos.
—Alan, eres mi novio, pero no puedes decirme qué hacer o no. Si lo piensas bien, Braham no es tan malo… por lo menos nos llevó a dónde estabas. Quiere arreglar las cosas y todos merecen una segunda oportunidad. ¿No crees?
—Abril, es un vampiro, siempre los vampiros son malos. No quiero que corras ningún riesgo, entiéndelo. No vayas, por favor —rogó.
Lo miré a los ojos.
—No me pasará nada. —La duda cruzó su mirada.
—No me puedo confiar de un vampiro. Eres sólo una humana, te puede hacer cualquier cosa. —Negué.
—Alan, iré. —Hizo una mueca que me causó gracia.
—¿Al menos podría llevarte? —Suspiré derrotada.
—Está bien, pero sé que te quedarás rondando por allí.
—No me iré sabiendo que estás en peligro. No estaré contigo, pero estaría más tranquilo al saber que estoy cerca.
—Bien, entonces vámonos que se me hace tarde. —Le di una sonrisa que él no me devolvió.
Me soltó y me dio la espalda sin tomarme ni siquiera de la mano, malhumorado. Reí y corrí para tirarme sobre su espalda. Di besos en su mejilla para que no se enojara mucho conmigo.
—Eres el mejor novio del mundo ¿Lo sabías? —Gruñó—. Y el más lindo, con esos ojos cautivadores, y ese cabello, y el más atento y…
—Y deja de llenarme de halagos, que sepas que no estoy nada feliz por lo que vas a hacer.
—Sólo quiero que sepas lo lindo y especial que eres para mí —dije con un tono inocente. Solté una carcajada cuando me bajó de su espalda. Lo rodeé antes de que subiera al auto—. ¡Alaaan! Acabamos de reconciliarnos ¿Volveremos a pelear?
—Sí eso es lo que quieres.
—¿Y si te dijera que lo pensé mejor y no iré? —Sonrió grande, volviendo a tomarme de la cintura para pegarme a su cuerpo.
—¿Verdad? Eso es fantas…
—Era sólo una pregunta. Iré —bufó, soltándome—. Oye, no quiero que te enojes, de verdad.
—Entonces no vayas. Pareces buscar siempre el peligro.
—Sólo quiero arreglar las cosas, nada más. —Escaneé su rostro. Sonreí al ver la resignación y la molestia allí—. Te amo ¿Lo sabes? —Asintió juntando su frente con la mía.
—También te amo y por eso te protejo —susurró antes de besar la punta de mi nariz.
—Lo sé y lo aprecio. —Abrí mis ojos para encontrarme con los suyos que me miraban fijamente. Sonrió.
—Vamos, se te hace tarde.
—¿Te quedarás por ahí? —Asintió—. Bien, me siento más tranquila de saber que estás cerca, por si pasa algo.
—No dudes de eso. Aunque no me veas, te vigilar. —Reí, haciéndome para atrás.
—Eso se escucha demasiado acosador. —Sonrió, abriéndome la puerta del auto.
—Lo sé.
Alan refunfuñó por todo el camino mientras intentaba convencerme de no asistir a esa pequeña reunión con Braham. Poco después llegamos al lugar acordado.
—Recuerda que te estaré viendo. —Se inclinó para besarme—. Espero que todo salga mal, con sinceridad —habló aún sobre mis labios. Lo fulminé con la mirada—. ¿Qué?
—Sabes «qué». —Abrí mi puerta. Escuché como reía—. Te amo. Te llamaré cuando salga.
Pasé la calle hasta el café. Desde afuera podía a Braham esperando. Enserié en mi rostro y volví mi cabeza para ver al Alan seguía aparcado, pero no lo estaba. Tomé un respiro antes de entrar y sentarme frente a él.
Poco a poco alzó la mirada.
—Hola.
—¿De qué querías hablar?
—¿Puedo disculparme? Todo lo que te dije es cierto, espero que lo creas.
—Lo sé, no hay nada que me haga creer lo contrario. Pero, aun así, ayudaste a lo que sucedió con Alan.
—Pero también gracias a ello, estamos aquí, de otra no te hubiera conocido.
—¿De que sirvió conocerme? —Me detuve al reparar en la camarera. Pedí un café—. Mira, Braham, todos merecen una oportunidad, pero no creo que pueda volver a confiar en ti.
—Es entendible, pero…
—Dime cinco razones por las que debería darte otra oportunidad para ser mi amigo y puedes darte por bien servido: a Alan no le di esta oportunidad.
Rascó su cabeza.
—Bueno, es un poco difícil. Quisiera tenerte como amiga… ya te dije de los deseos escondidos de cada vampiro: El mío es no quedarme sólo, de no tener una pareja o lo que sea, por lo menos me gustaría tener una amiga. También sé que no tienes muchas personas de confianza, me gustaría poder ser una de ellas. Tengo mucho tiempo, quisiera gastarlo con alguien, además… Tendré que irme del pueblo, sé que muchas cosas van a suceder fuera, y me gustaría tener alguien a quien contárselas. —Se quedó callado.
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Editado: 08.06.2021