LIRIO
Los hombres a su alrededor se detienen e inclinan sus cabezas a su paso como lo harían con su señor padre, él, en completa asimetría con Liunius, les devuelve el saludo con un asentimiento de cabeza. «No soy mi padre», se dice mientras entran en la seguridad del vehículo plateado impulsado por los rayos solares, pronto éste se eleva y se desliza por las adoquinadas calles de la zona industrial hasta llegar al cordón de seguridad que les permite salir de una de las zonas más importantes de la sede.
—Hay silencio en las calles, hay comercio, las personas vuelven a trabajar en calma y más calma vendrá cuando se haga público. —Su voz se muestra tensa y su rostro lo confirma, adelgazadas sus facciones pero esos hoyuelos coquetos no desaparecen, así como tampoco su gusto al vestir fino: una chaquetilla de verde olivo sobre una sayuela de seda blanca le cubren el torso y las piernas unos pantalones de lino blanco, debajo, botas de cuerina lustrosas—. La boda de Lessany dejará en claro nuestra postura.
—No si su padre se pronuncia —acota el subdirectivo de la Junta Administradora del Sector Fábrica y Producción, Regien de Tentra, su contacto directo con los Directivos desde el baluarte—. El momento en que Linius aparezca en vivo declarando rebeldía total en contra de los sureños…
—Le cortarán el cuello, o a uno de mis hermanos —interrumpe él, sabiendo que la sureña no juega con ello.
—¿Y si es lo necesario para que ésta locura se acabe? —El subdirectivo obtiene una mirada firme y fría al hablar, aunque es de un color acuoso se asemeja más en ese momento a un Kasttell que su propio primo. Regien es un hombre joven y elegante, brillante con su rubro pero inútil en lo demás—. Disculpe, señor, pero Brinas, mi hermano, sabía el precio cuando envío a su hombre a la frontera y decidió acudir a su llamado porque tenía fe en su liderazgo.
—No lo olvido, no olvidaré su sacrificio —sentencia, suavizando la mirada. «A un Kasttell solo le importa un Kasttell, pero, ¿y si el nombre de la familia es más importante que uno solo de sus miembros, valdría el sacrificio?»
Su mirada dorada se desvía hacia el cristal que les oculta del exterior pero les permite ver los altos baluartes pasar y el movimiento del comercio en las baldosas y plataformas de movilización colectiva. Pronto, el auto alcanza las inmediaciones de las plataformas de transporte interno de la sede, y en la estación de desembarco sur se detienen y los bélicos abren las puertas para los dos personajes.
Un miembro más de su “Consejo” es escoltado fuertemente por hombres de rojo y negro por igual. Su “Consejo” son hombres a los que ha tenido que recurrir para intentar ejercer control sobre la situación, hombres que ha conocido en sus viajes y trabajos como aprendiz de los oficios de su sede, lo suyo fue la movilización, el transporte, ya quisiera haber sido su hermana y pasar internado meses en las granjas y campos o con traficantes y mercantes.
—Señor Lirio. —La sonrisa de András es genuina y llega hasta sus ojos almendrados, es el segundo hijo del Dirigente de los Técnicos Agrícolas, Belis, y joven portavoz del Sindicato de Ganaderos e Industria Aviaria de Kasttell, los hombres que sustentan la mitad de los estómagos de la sede y sus afiliados, así como buena parte de otras más allá de sus dominios.
—¿El viaje fue bueno?
—Bueno, mi Señor.
—No soy tu Señor —replica de inmediato.
—Debería —refuta el otro, al menos diez años mayor que él mismo. Los ojos de Lirio vuelven a enfurecerse y mirar de soslayo a los sureños escuchando la conversación, seguramente cada uno de los pensamientos dichos en voz alta por sus hombres llegará a oídos de la sureña—. Decirlo es traición, lo sé, pero es usted a quien hemos visto en los boletines oficiales, es usted quien ha velado por nosotros. El Sindicato de Ganaderos y Aviaria le respalda, mi Señor Lirio. En todo —recalca, endureciendo el gesto y comprendiendo de ésta forma lo que se encuentran dispuestos a hacer por recuperar la sede. No está tan solo, al parecer, pero necesitará más apoyo si quiere que su contrarevolución funcione.
KANDEM
Y, con estas gentiles palabras,
La nación resurgió.
Había dicho no, había dicho no,
Pero en su alma el lazo se rompió,
Y la sangre se mezcló y la raza reveló.
Y, con estas sus palabras,
Su nación derrumbó.
¡Alak! Traición, ¡alak! traición,
En las almas de luz el lazo se tiño,
De rojo se tiñó, de rojo se tiñó,
¡Oh! Aflicción, ¡Oh! Aflicción.
La observa cantar las primeras estrofas desde su rincón, al otro extremo de la yegua gris ella la cepilla sin dejar de entonar la balada de guerra que cuenta la historia de los dos mundos que colisionaron en el descubrimiento tras la Tercera Gran Guerra. Su voz dulce de mujer resuena entre las caballerizas, calmando además a todas las bestias que la logran escuchar, incluso, el pequeño niño albino presta atención a cada una de sus palabras, montado sobre la espalda desnuda de Medialuna, dócil y complaciente animal.
¡Oh!, y proclamaron, así,
Una nueva era, al morir.
Y vuestras fuerzas bastaron
Para someterles al duelo
Cuando al descubrirles usaron