Ese miércoles Day se despertó feliz y, curiosamente, lo hizo antes de que sonara la alarma. Se metió a bañar y fue al comedor a desayunar incluso antes de que las cocineras tuvieran todo listo. Se acercó a la cocina y estuvo platicando con ellas mientras preparaban todo; eran dos cocineras en ese comedor, una mujer de unos cuarenta años y su hija que se le veía de unos 18. Day se preguntó por qué estaba ahí ella y no estaba estudiando o viviendo su vida de joven, pero no se atrevió a preguntárselo directamente. La chica era de complexión delgada, cabello largo y negro y tenía una clara pinta de rebelde. Comenzaba a creer que algunas de las personas que trabajaban ahí estaban cumpliendo de alguna manera alguna condena o castigo sin estar necesariamente dentro de una celda.
Se tomó su café y se comió su pan con crema de cacahuate en la cocina. Le había agradado la plática de la mujer y además había pensado que quizá ellas no platicaran con muchos de por ahí, pues siempre estaban en la pequeña cocina mientras todos comían en las mesas, alejadas de ellas. Las invitó a comer con ella a la hora de la comida, preguntó por una hora adecuada que ya no tuvieran mucho trabajo y pudieran salir a sentarse en el comedor, ellas gustosas le indicaron una hora y Day se despidió prometiendo volver para platicar con ellas.
Se dirigió contenta hacia su oficina para comenzar con su día laboral, recogió sus carpetas con las hojas de los presos que le tocaba visitar ese día y enseguida fue hacia la recepción en busca de sus guardias, ahí sólo pudo ver a Carl que estaba sentado mirando la televisión. Al principio Day no podía darse cuenta si él estaba dormido o despierto pues la televisión estaba en una pequeña mesita. Carl tenía los pies extendidos completamente hacia adelante, sus brazos cruzados a la altura de su estómago y la barbilla apoyada en su pecho. Podría ser que estuviera en una posición muy cómoda viendo las noticias o que estuviera dormido, así que se sentó junto a él y se puso a ver las noticias también, si estaba despierto él la saludaría y si no, pues no diría nada.
Estuvo unos minutos en silencio mirando la televisión que casi no tenía volumen pero en cuanto inició la sección deportiva, Carl dio un ligero salto y se incorporó en su asiento. Al parecer sí estaba dormido y la música de entrada a los deportes, aunque fuera casi inaudible, lo despertó.
—Oh, buen día Day. ¿Tienes mucho aquí? —se acomodó el uniforme y se pasó una mano por el cabello.
—Casi nada, un par de minutos. ¿Te desvelaste?
—Sí… Monty pasó la noche vomitando y no es que estuviera preocupado o algo, pero fue muy ruidoso. Tuve que llamarle a una enfermera a las tres de la mañana para que fuera a verlo, ya que el muy cabezón no quería ir a enfermería.
—¿Y ahora está bien? —preguntó preocupada.
—Pues, está en enfermería. La enfermera es una… quiero decir, no se puede discutir con ella y se lo llevó casi a rastras. Así que me temo que sólo seremos tú y yo esta mañana.
—¿Pero… dónde está Ben? —Ben era el otro guardia que había sido asignado para cuidarla, por lo visto era muy tímido pues en todo el día anterior casi no había hablado.
—Pidió estos días desde hace como dos meses, ¿no te lo mencionamos ayer? Hoy nace su hijo, a su esposa le tuvieron que programar cesárea para que él pudiera estar presente. Así que hoy nace y estará el resto de la semana allá.
—Vaya, qué difícil. ¿No?
—Sí, muy difícil. Él aquí y ella con el bebé en el pueblo. Le digo que debería dejar este trabajo y conseguirse uno allá para que esté con ellos, pero dice que en ningún lado le pagarán lo que gana aquí y primero es el bienestar de la familia. Yo no me preocupo por nada, estoy solito. ¿Qué hay de ti?
—Sola como un perro —ambos rieron por la frase, —en realidad vengo huyendo de dos hombres que tienen mi vida vuelta loca, yo me vine y que ellos hagan lo que quieran allá.
—¡Bien hecho! A ver cuál de los dos es más paciente, cuando regreses te darás cuenta de quién te extraño y quién no.
—¡Exacto! —Day estaba muy de acuerdo con eso pues estaba casi segura que cuando Trent se enterara de que ella ya vivía en La Roca, correría a España con Summer, y Leonard… pues de Leonard no podía pensar nada, no lo conocía realmente así que no sabía que podría pasar con él.
—Entonces… ¿sólo seremos tú y yo hoy? —preguntó ella y Carl asintió con una leve sonrisa—. Pero, ¿prometes que me protegerás? En realidad estoy asustada.
—Chica, ya he pensado en eso. Yo estaré dentro de la celda contigo y sólo iremos con los más tranquilos, esos hombres que hasta podríamos traérnoslos para acá a platicar y ellos no intentarían escapar.
—Yo ya tenía mi lista.
—No, olvídate de esa lista. Yo te diré con quienes vamos esta mañana, en la tarde que esté Monty de vuelta con nosotros terminas con tu lista.
Carl le pidió a Day que primero lo acompañara afuera, él fumaba y adentro no se lo permitían, así que en cada tiempo libre que tenía, salía a fumarse un cigarrillo. La convenció diciéndole que sólo podían hacer cinco visitas esa mañana así que tendrían un poco de tiempo de sobra, ella aceptó gustosa. Aunque ese fuera el tercer día ahí, no había salido para nada y le haría bien un poco de aire fresco.
En cuanto abrieron la puerta que llevaba al exterior, se pudo sentir un aire helado, Day había olvidado que estaban en la cima de una colina y que era muy temprano por la mañana. Aun así le dio pereza volver a su habitación por un saco y se aventuró a salir con su camisa de manga corta.
El cielo no estaba del todo claro, podía ver por el este cómo estaba saliendo el sol, pero no había llenado todo el cielo con sus colores. Todo el lugar estaba rodeado por una gran muralla de piedra, pero un poco más adentro, por donde se podía acceder al estacionamiento, había un espacio con una ventana en el muro. Carl no sabía por qué estaba así, pero decía que siempre se iba a fumar a ese lugar para poder apreciar la vista panorámica que tenía.