Melanie Hernández
Pasaban de las cuatro de la mañana y seguía dando vueltas en la cama. No podía conciliar el sueño, mi cuerpo me dolía a más no poder, la cabeza sentía que en cualquier momento me iba a estallar.
Con sumo cuidado de no despertar a Melanie me levanto de la cama dirigiendo mis pies descalzos al suelo, normalmente duermo con una camisa grande que cubre hasta mis rodillas, pero esta vez llevaba un short corto y una blusa de tirantes. Camine hasta la puerta para dirigirme a la cocina, el pasillo estaba algo oscuro sólo entraban rayos de luz del ventanal de la cocina.
«Necesito un vaso de agua»
Un gran bostezo sale de mi boca en lo que arrastró los pies para ir directamente por un vaso. Detesto los días de insomnio. Mi cuerpo necesita descansar, pero mi cerebro parece que tiene mucha energía para esta noche. Tomó el vaso de la repisa y abro el refrigerador sacando una jarra de agua.
—Creí que te había mandado a dormir —la voz de Matt sacó un escalofrío de mi cuerpo causándole un susto.
—No pude dormir —contestó aún alterada—. Sólo vine por un vaso de agua.
Giro sobre mis talones para quedar frente a él.
Matt sólo traía puesto un bóxer negro, venia semidesnudo. Sus manos estaban empuñadas y sus ojos negros estaban totalmente apagados.
—Detesto que todas las noches sea lo mismo —ruge enojado—. Haces un ruido tan excesivo, necesito dormir.
—Perdón… No era mi intención. —Desvió mi mirada y dejó el agua.
—Cuando vas a entender que no debes andar con ropa así. ¿Acaso quieres que los hombres de aquí te vean? —Su cuerpo estaba más cerca del mío y el miedo se apoderó del momento.
—Salí rápido, no quiero que me vean. —Mis manos comenzaban a temblar—. Perdón… No quería molestarte, sólo tuve una mala noche y…
—No te pregunte —escupe y me aprieta de la cintura—. Tus problemas no me importan, pero que molestes mi comodidad… Sabes cómo detesto eso.
Su cuerpo estaba muy cerca del mío, su mirada estaba apagada, el ceño fruncido, bufaba cómo un toro, sus venas se marcaban.
«Este no es Matt»
—Aléjate de mí —ordenó y empujó su pecho—. No me toques.
—A mí no me ordenas. —Aprieta más mi cintura lastimándome—. tampoco me tocas, zorrita.
—Matt me duele. —Empujó más su pecho—. Suéltame, por favor. Suéltame —lágrimas involuntarias salían de mis ojos.
—Eres tan tonta que cualquiera que te habla bien le entregas tu nobleza —ríe enseñando los dientes—. ¿De verdad creíste que te tengo cariño? ¿Creías que te dejaría entrar tan fácil a mi casa?
Jalo mi brazo con fuerza llevándome hasta la sala. Sus uñas se encajaban en mí, tironeaba haciéndome tropezar con mis propios pasos. Golpeaba su brazo para que me soltara, pero hacía más fuerte su agarre, mi piel se estaba poniendo morada.
Tiro de mi sobre el sofá y soltó una fuerte cachetada haciendo que volteara mi cara. Rápidamente toque mi mejilla y lo vi, parecía borracho, un extraño. Su cuerpo era más grande y marcado de lo usual, su pecho subía y bajaba con fuerza.
—De alguna manera me tengo que cobrar el hospedaje. —Una sonrisa maliciosa nació de sus labios y me miró de arriba abajo—. Te he dicho lo caliente que te ves con ese pijama.
Bajé un poco mi mirada y pude notar que parte de mi blusa mostraba mis pechos y mi short había subido por el empujón que me dio.
—¿Qué diablos te pasa, Matt? —Trato de cubrirme el cuerpo.
—Me pasa que te voy a follar en este momento y no me interesa lo que no quieres —demanda acercándose más a mí.
Ni siquiera tuve momento para reaccionar cuando sentí su peso sobre mi cuerpo, sus piernas dejaron inmóviles a las mías, su mano derecha sostenía con firmeza mi cuello, la izquierda emprezo a toquetear mi blusa.
Las náuseas se hicieron presente al sentir su saliva en mi cuello.
—Suéltame —sollozo—. Suéltame, Matt, suéltame. —Dentro de mí sentía que lo gritaba, pero en realidad sólo salían susurros de mi garganta.
—Umh, gatita —jadea al presionar contra mí.
Mi llanto se hizo sonoro, no podía respirar. Me estaba lastimando.
—Por favor, no me dañes —ruego—. Esto no es amor, Antoni. —Quitó su cara de mi cuello y me miró fijamente—. Tú no eres Matt.
—Claro que no, gatita. Si no eres mía, no eres de nadie. —Soltó un puñetazo dejándome completamente inconsciente.
Unos gritos se escuchaban a lo lejos, quería saber de dónde provenían pero todo a mi alrededor era negro, un vacío muy amplio.
—Melanie despierta. —Retumba de nuevo en ese vacío.
Un pinchazo fuerte aparece en mis sienes causando que mis manos lo presionaran.
Estaba intensificando a cada segundo.
—Abre los ojos, Melanie. —Siento cómo sacuden mi cuerpo y niego—. Abrelos pulga, por favor.
—Aquí está el agua —se escucha Christian a lo lejos.
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Editado: 09.03.2024