Melanie Hernández
—Bueno, no quedo tan mal. —Limpio con el pulgar, mis labios—. Solamente falta poner el betún en el pastel y ya quedo listo.
Tome la manga pastelera lista para comenzar a decorar el pastel, pero Matt no se había movido ni un centímetro de su lugar. Se supone que él haría esta parte del pastel, pero sus ojos no dejaban de analizarme de arriba abajo. Se veía bastante agitado, nervioso y a la vez juguetón. Sabía en lo que estaba pensando y se veía demasiado tierno así. Desde anoche la tensión entre nosotros había crecido cada minuto más, aunque ese jueguito que hice solo fue una prueba para mí, de sentirlo cómo un protector y no cómo un enemigo. Y en efecto, las sensaciones que él me brindó eran tan intensas que en vez de miedo me dieron ganas de proseguir con ellos.
Deje otra vez la manga y me encamine a la habitación. Matt me seguía desconcertado. No sé si era mi cabeza o de verdad su cuerpo irradiaba calor cuando estaba pegado al mío. Entré a la habitación con tanta calma que hasta mi cabeza se estaba desesperando. Matt cerró detrás de mí recargando su espalda en la puerta soltando un suspiro agotador.
—¿Te parece si tú terminas el pastel? —Bajo el cierre de mi vestido—. Estoy muy llena de harina y quiero bañarme.
—¿Segura? Porque no se te nota que quieras que me vaya —responde rápido mientras se quita la camisa.
—Discúlpame por no ser tan directa. —Dejó caer el vestido y me saco los zapatos—. Pero debo admitir que siento un cosquilleo en mi vientre, igual al de anoche.
—Pero madre mía. ¿Desde cuándo a usted le interesa hacer el amor con su novio? —Levanta una ceja.
—Perdón… ¿Soné mal? —hablo con una falsa inocencia. No sé qué me pasaba este día que me había soltado un poco más.
Ensanchó una sonrisa que para mi gusto era la más tierna que había visto en él. Yo había notado esa gran diferencia entre él y Christian.
Christian siempre parecía que irradiaba fuego cuando estaba cerca de Deryl. Pero Matt siempre era más detallista, más dedicado a las cosas que quería mostrarme; incluso pensando cosas inapropiadas lograba sacar la ternura por delante. Ni cuenta me había dado cuando ya estábamos adentro del baño. Sus manos acariciaban mi cuerpo, como si de algo frágil se tratase, repartía besos por mi cuello y espalda. Estaba en completo pasmo con lo que lograba causarme tan solo sus roces. Llevé mis manos hasta mis bragas para bajarlas, pero él me lo impidió agarrando mis muñecas. Ahí fue el momento que recordé que llevaba mis bragas de ositos cariñositos. No me juzguen, todas tenemos unas bragas así. Matt parecía divertido viendo mi vergüenza, pero sus manos seguían junto a mis bragas. Con un paso atrás las bajó hasta mis tobillos. Estaba viéndome directamente a los ojos y eso me encantaba demasiado.
Gire sobre mi lugar dándole una privacidad en lo que yo me metía debajo de la regadera y disfrutaba de mi cuerpo bajo el agua. En menos de un minuto su mano se posó en mi cintura pegándome a él. Lo sentía completamente desnudo. Yo estaba ante él completamente desnuda, era muy agradable.
—¿Eres consciente de que no te quiero hacer daño? —Susurra en mi oído.
—Confió en ti. —Recargo mi cabeza en su pecho.
La mano que tenía en mi cintura la bajó hasta mi feminidad.
Si de algo me sentía incómoda, era de estar todo el día con la sensación de humedad, hasta me cambie de bragas y seguía con eso, pero parecía que sus dedos calmaban esas ansias que salían de mi interior. Me aferro un poco a su brazo disfrutando de las sensaciones tan placenteras. No había necesidad de meterlos en mi interior, él sabía donde tocarme para hacerme delirar extasiada. Me sentía débil entre sus brazos, entre su cuerpo. Quería todo mientras él me tocaba. Giro mi cuerpo quedando frente a él. Sus mejillas se habían tornado rojas, tenía sus músculos tensos y su cabello estaba húmedo a causa del agua.
—He estado listo para ti todo el día —dice con la voz ronca
—Matt… —jadeo.
No podía emitir ninguna palabra, sus dedos seguían jugando justo en mi montículo sensible.
—Necesito un condón —habla más para él y detener su mano.
—Hay… En el buró del… —Señalo con la mano el lavamanos.
Sentí un aire frío cuando se alejó de mí. Abrió el cajón que le mostré y sacó la caja de condones. Una sonrisa burlona se dibujó en su cara a la vez que lo abría y se lo colocaba. Llevé mis manos a mi cabello y lo hice a un lado aprovechando el agua que seguía cayendo.
Matt volvió a entrar a la ducha cargándome en el proceso. Fue inevitable no soltar una risita al ver su cara de emoción. Mis piernas estaban enredadas en su cadera, un brazo me sostenía y el otro estaba aferrado a la pared. Con mi mano tomé su miembro y lo dirigí a mi entrada, cosa que a él le fascinó y yo hice sin pensar. Con delicadeza movió su cadera contra mí, entrando entre delirios. Me aferré a su espalda sin despegar mi vista de nuestros cuerpos hasta que quedó totalmente dentro de mí. Tenía la boca entreabierta, estaba temblando y yo sentía que iba a explotar.
Sus movimientos eran suaves, apasionados y llenos de deseo, sus labios invadía mi cuello, clavícula y parte de mis pechos, sus manos recorrían cada centímetro de mi piel. Pero lo que más me ponía al borde del deseo era escuchar esos gemidos tan roncos que salían de su garganta. Entre bocanadas de aire decía su nombre casi diciéndole lo bien que se sentía esa manera de moverse. Tenía sus hombros marcados por mis uñas y mis talones haciendo presión justo en su trasero. No era un momento salvaje, era un momento erótico y placentero. Trataba de amortiguar mis gemidos, pero Matt se empeñaba en escucharme. Tal parece que no le bastaba con sentirme resbalosa por él. El agua ya ni siquiera caía. Solamente estábamos él y yo haciendo el amor.
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Editado: 09.03.2024