Melanie Hernández
—Sinceramente no entiendo cómo soportaste estar todos los días así —Me dirijo a Christian quien me estaba ayudando a llegar al departamento.
—No lo soportaba, pero era mejor no estar sintiendo todo lo que había a mi alrededor —responde—. Coda cosa que tu no debiste haber experimentado.
Era bastante raro verlos a todos tan apagados. Matt y Deryl parecían estar en otro mundo, Christian estaba totalmente exaltado, cualquier ruido o queja hecha por mi, lo hacía alterarse y buscar si estaba bien. Mientras tanto sus padres y Luna estaban en completo silencio durante el camino.
—¿Quieres ir al cuarto? —Pregunta Matt.
—En realidad, quiero darme un baño. Siento mi cuerpo pesado —respondo con una sonrisa—. ¿Me ayudas?
—Te hará muy bien un baño —prosigue Martha—. Que Matt te ayude, no vaya a ser que te marees a causa de tanta cosa que saco tu cuerpo.
—Nosotros haremos la cena, querida. Ustedes merecen un descanso. —Jake acaricia mi hombro y hace una seña para que nos vayamos.
La mano de Matt se posó en mi espalda en forma de soporte y caminamos hasta la ducha que estaba en nuestra habitación. Como pude me aferre a su camisa para mantenerlo cerca de mí. Cuando cobre conciencia en el hospital todo lo que quería era sentir a Matt a un lado de mí, era mi soporte. Pero no toleraba a Deryl cerca, simplemente no quería que me viera en ese estado. No así a su hermana mayor.
—Te preparo el baño, mientras te desvistes —ordena en voz baja.
—Báñate conmigo, Matt. —Pido aun sin soltarlo de la camisa—. No quiero bañarme sola.
—No creo que sea lo más apropiado —niega con la cabeza.
—Por favor, no quiero estar sola —vuelvo a pedir,
Sin refutar ante mi deseo se encamina conmigo hasta el baño y cierra la puerta detrás de él. Comencé con quitarme la sudadera de Matt, la cual me había dado en el hospital, deje caer el vestido lleno de tierra junto con mi ropa interior. Como era costumbre me mire a través del espejo y analice toda mi silueta, si estaba mejorando de salud, había recobrado mi color de piel natural, era muy raro encontrarme algún moretón, mis estrías se estaban marcando y si no fuera por Matt me sentiría mal al verlas. Pero apreciándose parecían leves tatuajes de mucha constancia y disciplina para mejor. Lo único desagradable era el moretón que cubría mi cara, pero ni eso llegaba a molestarme.
—El agua está a buena temperatura —toma mi mano para acercarme.
Sonreí en respuesta y me abrazó. Había días en los que me consideraba un completo chicle, solo quiero tenerlo pegadito a mí. Sus manos recorrieron mi espalda desnuda hasta llegar a mis piernas y cargarme para no soltar ese abrazo. Matt siempre sabía lo que necesitaba y yo totalmente complacida por los mimos que me da.
Entró a la ducha conmigo encima, el agua nos cubrió rápidamente, sus manos masajeaban todo mi cuerpo y no de una manera obscena. Sus dedos me acariciaban como si estuviera tocando los pétalos de una rosa, esparcía el jabón en mis hombros, masajeaba mi cabello al poner shampoo y repetía el mismo procedimiento.
—¿Puedo ponerte shampoo? —Digo contra su piel.
—Adelante, pulga. —Me pasa el shampoo y se aleja un poco de mí.
Jugué con la espuma en su cabeza haciendo figuras, churritos, de todo un poco y él no dejaba de reír con mis pequeñas travesuras. Enjuague su cabello para después acariciar su cara. Me fue inevitable no soltar un par de lágrimas al verlo, trate de reír pero salió un sollozo. Durante años sentí que no encajaba en ningún lado, que a nadie le gustaría estar conmigo, que quizá yo no tendría un amigo con el cual contar, hasta que llegó él y convirtió todas mis emociones en un hermoso desastre.
—Jamás me cansaré de decirte que te amo —digo entre lágrimas.
—Y yo ya me estoy cansando de que no exista una palabra más fuerte que te amo. Porque yo siento más que eso. —Sus manos limpiaron mis lagrimas—. Siento mucho más que eso.
(…)
Deryl O'Brien
—¿Ya tienes pensado una carrera, Deryl? —Pregunta Martha, mientras me acerca un sándwich.
—Me estoy guiando más por el arte, me gustaría en un futuro ser restauradora de arte —respondo con amabilidad.
—Mira nomas, tenemos un artista entre nosotros —halaga Jake.
—A mi a duras penas me salen los dibujos con palitos —contesta Luna, con una falsa tristeza—. Me sale mejor el perreo hasta el suelo.
—Concuerdo con la extraña. —Christian y Luna chocan los puños.
—Que se note que son mis hijos —dice Jake, con mucho orgullo.
—Jake, no enseñes esas cosas —sentencia Martha.
—Chicos, no digas esas cosas delante de su madre —reprende Jake con voz autoritaria.
Todos en ese momento soltamos la carcajada hasta el punto de que nos doliera la panza, en verdad ellos hacían menos pesado los problemas.
«Mi hermano Jake, era la combinación de ellos»
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Editado: 09.03.2024