Matt O'Brien.
No hay nada mejor que un buen cigarro después de tanto estrés causado este día. Como siempre y mi ya tradicional manera de exhalar el humo mientras veía las luces de la ciudad, todo tan perfectamente tranquilo y yo tan hecho desastre.
—¿Tienes otro? —La voz de mi padre hizo eco en el balcón.
—Adelante. —Saque la cajetilla de cigarros y se la extendió junto con el encendedor.
No tardó mucho en tomar uno y prenderlo con ese toque tan sofisticado de sacar humo por la boca al momento de quemar aquel papel. Gire mi cabeza de momento, aunque haya pasado tiempo el hecho de verlo causaba que el sentimentalismo saliera a flor de piel.
—Permíteme adular a la gran mujer que has escogido como compañera de vida, hijo. —Palmeó mi hombro y se recargó justo a mi lado.
—Gracias, papá —conteste sinceramente.
—Es una espléndida chica. Créeme que tu madre y yo, ahora entendemos cómo fue que te enamoraste de ella. —Ríe—. Bueno, en realidad los dos hicieron excelente trabajo, por un momento creí que no me harías abuelo.
—Papá, apenas llevamos unos meses y tu ya me pides nietos —niego divertido—. Todavía tenemos tiempo para esas cosas.
—Ni siquiera me lo negaste, quiere decir que eso va en serio —golpea mi hombro de forma amable.
—Que raras tácticas para saber si es mi elegida —me burlo—. No te hagas el sorprendido que mamá te cuenta todo.
Las risas se hicieron presentes, estar con mi padre era la cosa más liviana que podría existir, siempre deduje que él tenía el alma de un niño y la vida de un adulto. A veces olvidaba que él me había criado, por las similitudes que teníamos los dos. Aunque yo tenía más el carácter de mi madre, frio y duro con los extraños.
—Haré todo lo posible por llevar a ese tal Antoni tras las rejas y que obtenga una sentencia que lo haga pagar cada cosa —afirma.
—Siempre he confiado en ti, papá. Pero no confió en las autoridades de este lugar. —Hago una mueca—. A Antoni lo han demandado por las mismas atrocidades y simplemente no avanzan.
—Yo haré que se cumplan todas y cada una de ellas. Me conoces Mateo y sabes como soy con esos temas —puntúa con mucha seguridad—. Además, venía a hablar otro tema en realidad, solo que no quería apagar la diversión que se tiene haya dentro.
—Dilo, te escucho. —Tiró la colilla del cigarro y lo piso.
—Es sobre tu madre biológica —suelta un suspiro pesado—. Tu madre ha cumplido con su palabra de alejarse de ustedes, técnicamente tiene derecho a llamar a Luna cuantas veces quiera, pero acercarse no.
—No le des más rodeos, papá. Por favor —pido casi en suplica.
—Se supone que en una semana terminaría la orden de alejamiento de ella a ustedes —explica.
—He estado al pendiente de ello —asiento con la cabeza.
—Tu madre y yo decidimos darle una visita, para poner ciertas normas al finalizar el proceso. Pero una vecina de ella nos dijo que sufrió un paro cardíaco, su cuerpo estaba en la morgue y daban un mes para reconocerlo. —Aprieta mi brazo—. Moví mis influencias y conseguí que la dejaran un poco más de tiempo, la semana que viene en su entierro. Si quieren estar en él o simplemente dejo que todo prosiga.
—Déjame hablarlo con Christian y Luna, si ellos quieren, le daremos el entierro que al menos todo ser humano merece. Porque como madre, lo dudo mucho. —Mi respuesta sonaba más madura que de costumbre.
—Comprendo eso muy bien, pero sobre todo. Te doy el pésame hijo —acaricia mi mejilla.
—Se aprecia, papá —sonríe de lado.
(…)
Christian O'Brien
Mordí mi labio con cierto nerviosismo, el tema de mi madre no me causaba ninguna emoción. Supongo que era parte de no haber convivido con ella o solo tener malos recuerdos a su lado. Como siempre no eran temas que me gustaran hablar, pero eran parte de mi vida y debo aprender a crecer con eso. De verdad deseaba poder sentir algo por ella, permitir que en mi pecho recorriera esa sensación que tienen todos los hijos cuando les pasa algo a sus padres, pero no podía. Simplemente no podía y de cierta manera, me alegraba de eso.
«El crujir de la madera bajo mis pies hacía bastante eco en el pasillo tan solitario, no teníamos calefacción y con este clima tan caluroso la pestilencia era muy notable a cada paso que dabas en esa casa. Me aferre más a la mano de mi hermano mayor y movía mi cabeza tratando de buscar dónde venía ese sonido tan raro, eran gritos pero no de pelea o de que le estuvieran haciendo algo a mamá. Sonaban diferentes.
Un jalón que me hizo tambalearme recibido directo en mi brazo, me puso totalmente en pánico. La mano de mi hermano tapo mis ojos sin lastimarme y me abrazo con la otra. Casi ocultándose de algo.
—¿Qué haces aquí, ah…Matt? —Pregunta mi madre mientras soltaba esas quejas.
—Comida, escuela, ya casi nos vamos —responde Matt. Sonaba a que algo malo había visto, su tono de voz había cambiado.
—En el refrigerador —contesta seguido de más y más gritos.
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Editado: 09.03.2024