El sol se escondía tímidamente detrás de los edificios, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa mientras salía de la editorial con mi libro recién impreso en la mano. Una oleada de emociones me invadió, una mezcla de nerviosismo y emoción que parecía bailar en mi pecho. Caminaba por las concurridas calles de la ciudad, sintiendo el peso del libro en mis manos y preguntándome si alguien más sentiría lo que yo había puesto en esas páginas.
Este libro era mi despedida a un gran amor que había tenido. Cada palabra, cada párrafo era un pedazo de mi corazón, una manera de decirle al mundo cuánto significaba para mí esa persona especial. Recordaba cada momento que habíamos compartido mientras hojeaba las páginas una y otra vez.
Las palabras cobraban vida ante mis ojos, y no pude evitar que las lágrimas se acumularan en mis ojos al detenerme en un banco del parque y abrir el libro con manos temblorosas. Era mi manera de decirle que la había querido con toda mi alma, que siempre la llevaría conmigo a donde quiera que fuera.
Observé a la gente pasar, preguntándome si alguna vez entenderían la verdadera profundidad de mi historia. ¿Podrían sentir el dolor en cada palabra, la pasión en cada línea? O tal vez solo sería otro libro más en una estantería, esperando ser descubierto por aquellos que buscan una historia que los conmueva.
El viento mecía suavemente las hojas del libro mientras mis pensamientos vagaban entre los recuerdos y las esperanzas de un nuevo comienzo. ¿Podría alguna vez superar aquel amor que había dejado una huella tan profunda en mi corazón?
Un suspiro escapó de mis labios mientras cerraba el libro y me levantaba del banco. Sabía que mi historia no cambiaría el mundo, pero al menos había sido mi manera de despedirme de aquel amor perdido. Y eso, para mí, era suficiente.
Pero justo en ese momento, un anciano de pronunciadas arrugas y canas plateadas se acercó a mí, rompiendo mis pensamientos. Sus ojos parecían contener siglos de sabiduría mientras me miraba con una mezcla de curiosidad y comprensión.
—El amor es un laberinto, joven —dijo con voz serena, como si hubiera estado esperando este encuentro—. A veces nos perdemos en él, buscando respuestas que nunca encontraremos.
Sus palabras resonaron en mi mente, recordando las dudas y los tormentos que había experimentado mientras escribía mi libro. ¿Qué significaba realmente amar? ¿Cómo saber si lo que sentía era verdadero?
—¿Cómo entender el amor? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta mientras las lágrimas amenazaban con volver a brotar.
El anciano sonrió con ternura, como si supiera el peso de mis palabras.
—El amor es tanto una bendición como una maldición —respondió—. Puede llevarnos a las alturas del éxtasis, pero también al abismo de la desesperación. La clave no está en entenderlo, sino en aceptarlo y vivirlo con todo su esplendor y su dolor.
Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi ser, iluminando el camino hacia la comprensión. No se trataba de encontrar respuestas, sino de abrazar la experiencia en todas sus formas, incluso en su oscuridad más profunda.
Con el corazón lleno de gratitud, me despedí del anciano y continué mi camino, listo para enfrentar lo que el futuro me deparara. Porque ahora sabía que el amor era un laberinto que estaba dispuesto a explorar, con todas sus incertidumbres y maravillas. Y en ese momento, eso era suficiente.
Chris, Deryl… Aqui si tuvieron el amor bonito y la familia que tanto desearon, pero la vida no les permitió seguir.
Melanie… Este es el libro inconcluso que Matt nunca te dejo leer, pero queda escrito que daria la vida por ti y sobre todo que deseo tus metas como si fueran suyas.
Matt… Si no lo hacia yo, tu jamas lo hubieras hecho. Pero al menos queda redactado que si tienes corazon.
Lo escribo yo, por que ellos ya no estan aqui. Lo escribo yo, por que ellos no pudieron tener su final feliz. Y quien abra este libro, podra revivir las memorias de cuatro chicos que querian aprender a amar, pero sobre todo, a amarse.
FIN
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Editado: 09.03.2024