Recuerdo cada verano desde los seis, recuerdo que solía hacer berrinches a mi madre porque quería pasarlos con Camille y mi mejor amigo Jack, también recuerdo que me quedaba sin postre por caprichosa y era obligada a venir a Fire's Wood. Por aquella época, se me hacía horrible tener que atravesar medio mundo porque mi madre me obligaba a venir a ver a mi padre. Vivía en Londres, la ciudad más cara para vivir en el mundo después de new York. ¡Por todos los dioses! ¿Cómo esperaba mi madre que me aclimatara fácilmente al bosque cuando estaba acostumbrada a la ciudad? Durante los veranos que tenía que ir allí, los únicos momentos divertidos eran o con mi hermana Darcy, o con Mehgan. Mi padre no era muy afectuoso, solía pasar buenos ratos con nosotras, pero eran cortos por su trabajo. Siempre extrañaba el sonido de los autos viniendo por la ventana, el frio menos húmedo, los grandes edificios mientras caminaba, la gran cantidad de lugares a donde ir cuando no había nada que hacer.
Fire's Wood tenia tiendas, pero eran solo las más típicas. La diversión consistía en ir a fiestas en casa de los más estúpidos niños ricos del lugar, o, en su defecto, ir a alguna fiesta ilegal en medio del bosque. El bosque, otra cosa que yo detestaba. Demasiado verde, demasiado húmedo, demasiado viscoso. No entendía como Mehgan soportaba todo aquello. Contrario a mí, que venía cada verano, ella vivía allí. ¿Qué hacia esa pobre alma para pasar el rato? Algunas veces pensaba que esa era una de las razones por las que Mehgan tenía tantos sobresalientes, eso y el martirio de su madre.
Cuando nos conocimos eramos muy pequeñas, y lo poco que recuerdo bien era lo mucho que la molestaban por el color de su pelo. Nos hicimos amigas porque yo no tenía amigos, y Mehgan era del tipo de persona que amaba hacer amigos.
En fin, seguí viendo a Mehgan los veranos hasta que cumplí los catorce. Ese año no volví a América porque no había nadie que me obligara a hacerlo.
Después de que me mude ella se convirtió en mi confidente y una de las cosas que hacían mis días menos grises. Era como un sol, y la quería bastante. Aunque, siendo honesta, era demasiado responsable para mi.
— ¡No quiero! — Mehgan me mando una mirada severa, como la habría mandado un profesor. Me sentí de pronto de nuevo en la escuela. Maldición.
— ¡Amber Winstone! — Gruñí contra el cojín del sofá, intentando no lanzarlo hacia su cara. Mehgan podía hacer una gran imitación de mi madre, o de cualquier madre. — ¡Soy tu mejor amiga, y lo hago por tu bien! — Ella tiro de mi pie, para alejarme del sillón. Me aferre con fuerza al respaldo acolchado. No tenía ganas de levantarme. Estaba lloviendo, ¿Quién quiere levantarse cuando llueve el domingo? — Tienes que mejorar tus notas. ¡Estabas a punto de recibir un adelanto, podrías quedar en último año, como yo! ¡Y solo con dieciséis! Así que, lograremos que retomen esa idea, levántate. Ahora.
Bien podría haberme negado, pero una clara imagen de mi madre parada como ella, con las manos alrededor de las caderas, me dejó saber que ella tenía razón. Mis increíbles notas en años anteriores habían sorprendido a los profesores, pero mi bajo rendimiento no. Volví a gruñir y lance por fin el cojín hacia ella, levantándome para tomar mi mochila negra de la alfombra. No tenía que ser adivina para saber que tenía muchos deberes. Solté un lloriqueo, enojada.
Física, química, biología, ciencias, literatura, español, francés, artes y un montón mas.
— Justo ahora, te odio. — Gruñí, observándola llevarse a la boca una taza de chocolate caliente. Ella me hizo un guiño, sorbiendo de la taza.
— Nones, nadie me odia. Soy demasiado increíble. Tú, por otro lado, — le dio una mirada a mis cuadernos esparcidos en la alfombra — Estas jodida.
¿Acaso deporte se estudia?
(...)
Observe la ventana, con el pincel entre los dedos. El sol ya se había ocultado, y aun así seguía lloviendo. Alrededor de media hora antes, Mehgan se había ido a casa, alegando que su madre se pondría histérica. Le creí. Claro que le creí. la madre de Mehgan era una persona dependiente e histérica. Pero Mehgan podía ser sin reparos Monica Geller en su mayor expresión.
Había pasado casi tres horas terminando deberes pendientes. Mi amiga la loca del control, se había negado a prestar sus notas y me había obligado a buscarlo en libros. Me puse a compararla con Hermione un rato largo, hasta que caí en cuenta de que si ella era Hermione, yo seria Ron.
Al final solo debía terminar un retrato de Abraham Lincoln con materiales de reciclaje y pintura. El arte era algo precioso: Pero definitivamente no iba conmigo: Lincoln Parecía una Zanahoria con cejas.
Asco.
Solo faltaban glándulas importantes en Biología. Mi cuaderno tenia pequeñas notas y colores por todos lados, por supuesto, como ya dije, no eran lindos por que mi arte no era nada bueno. La biología no era difícil, difícil era compartir asiento con Sean O'donnell.
Sean O'donnell, como la mayoría de los chicos que vivían en Fire's Wood, era un chico presumido y mimado que solo con tronar los dedos podía exigir cualquier cosa. Sus padres pasaban más tiempo fuera del país que con él. Cada año el instituto realizaba recaudaciones y ellos eran los que más aportaban. Los O' Donnell eran una de las familias más ricas del pueblo, y por ello se creían con derecho de todo y todos. Sean tenía el cabello rubio y desparramado en distintas direcciones y unos ojos azul intenso bastante llamativos. Era el Capitán del equipo de Futbol, y se había ligado a la mitad de las chicas del colegio y uno que otro chico. Aquí va la sorpresa, mi amiga, que contaba con un expediente perfecto y era un Diez en toda la regla, estaba total y perdidamente enamorada del chico.
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Editado: 13.06.2020