La noche continuó adelante, así como lo hicieron los zapatos de nuestros héroes, los cuales resonaban en el pulcro piso de aquellos pasillos, en donde la tensión se respiraba casi palpable, aparte, para ser las horas que eran, el lugar estaba aún bastante lleno, lo que daba a entender que no se debía subestimar los hechos que habían sucedido a lo largo de las semanas, ya que muchas personas se encontraban internadas ahora mismo por los ataques, y el colmo de ello, era que no dejaba de llegar gente aun a esas alturas.
Por un momento, nuestros protagonistas se quedaron de pie frente al tumulto de gente que, no hacía otra cosa que mostrar caras largas; sin dudas se experimentaba un ambiente lleno de agonía.
—Qué terrible que es esto Abel… Toda esta gente debe de estar aquí por todos los que fueron atacados —comentó Alan con el rostro lleno de preocupación.
—Sí… Pero no podemos hacer más de lo que ya hacemos —le respondió el muchacho, a lo que su amigo lo observó, bajó la vista, e instintivamente asintió, pues, por lo menos, esto se les escaba de las manos—. Sigamos; hay que ir a preguntar en qué cuarto se encuentra Misa —avisó el rubio dando un paso hacia delante, a lo que luego el pelinegro lo siguió.
De todo lo que recorrieron hasta la recepción, se encontraron también con otro grupo de personas, quienes iban y venían preguntando toda clase de cosas, lo cual provocaba, que las enfermeras que estaban allí, tuvieran el doble de trabajo, así que al menos unas cinco intentaban calmar al gentío.
—Por favor queridos pacientes, pedimos paciencia porque nuestro personal está completamente excedido con los hechos de las últimas semanas —intentó calmar a la muchedumbre la muchacha.
—¡Esto debe de ser una especie de virus! ¿Cómo puede ser que nos lo estén ocultando y no nos digan nada al respecto? —declaró uno de los familiares que estaba intentando ingresar a su hija, pero el hospital ya había anunciado que estaba hasta las manos; lo que sucedía ahí era caótico. Para colmo, había gente como esta persona que no creía lo que veía en la tele.
—Quizás deberíamos ir a preguntar a otra parte —aconsejo Alan debido al impactante revuelo que estaban presenciando.
—De alguna forma esto se está transformando en un escenario parecido a una película de terror de ciencia ficción —declaró alguien que se les acercó de improvisto; ese alguien era el hermano de Misa.
—¡Oh! ¡Yamil! ¡Qué bueno que te encontramos! —expresó Alan al verlo.
—Cierto, casi estábamos a punto de revisar todas las habitaciones o el edificio entero de no encontrar otra alternativa —confesó Abel algo aliviado—. Por cierto, veo que realmente estás ocupado.
—Sí, ya me lo imaginaba, por eso es que me mantuve trabajando por aquí cerca cuando me comunicaste que vendrían —informó el pelirrojo—. Y sí, no han dejado de llegar víctimas de esos… monstruos —declaró con aflicción—. Para colmo esas cosas me despiertan una rara sensación… aunque no sabría cómo explicarlo —ese último comentario, hizo que el par que hablaba con él, se miraran con extrañeza. ¿Podría ser que Yamil empezaba a recordar lo que pasó hace ya tres años? No, no podría ser, y siendo el caso, sería problemático para ellos el hecho de que lo hiciera, así que, en un acto rápido, Abel decidió volver sobre el tema anterior.
—Por cierto, Yamil, ¿en qué cuarto está Misa?
—Oh, casi me olvido de decírselos —dijo para luego enderezarse—. Es el cuarto ciento nueve.
—Muchas gracias, por cierto, ¿hay algo de lo que tengamos que tener cuidado en lo que vamos para allá? —interrogó esta vez el pelinegro.
—No que yo sepa. Aparte, desde ese lado del edificio hay mucha menos gente. Me aseguré de instalarla en esa zona para que tuviera más tranquilidad —aclaró el pelirrojo con una sonrisa.
—Comprendo, entonces nos vamos —avisó Abel, quien se volteó con su mejor amigo, no obstante, en lo que iban, Yamil les gritó lo siguiente desde la distancia.
—¡No se olviden contactarme ante cualquier cosa; ella sigue estando muy delicada!
—¡Claro, eso haremos! —le contestó Alan saludando entonces a Yamil con su mano al girarse.
A medida que se trasladaban hacia su nuevo destino, se daban cuenta de que la cantidad de gente iba mermando, tal y como lo había predicho aquel doctor de confianza, así que no tendrían que preocuparse por encontrarse a algún indeseable en el transcurso. Por otro lado, apenas dieron con la habitación, con cuidado ingresaron, y a primera vista, identificaron a Misa con toda clase de cables saliendo de su cuerpo que, por si fuera poco, también le acompañaba un respirador; al juzgar por su estado, su cuerpo ya no quería responder, así que se encontraban haciendo todo lo posible para mantenerla con vida.
—Esto es terrible… —comentó con pesadez Alan, para un instante más adelante, acercarse a su amiga—. Nunca le he deseado esto aun con todas las cosas que nos hizo en el pasado —declaró mientras su amigo se acomodaba junto a él.
—Yo tampoco. De igual forma lo que pasó antes en el pasado, no fue su culpa, y era prácticamente comprensible su comportamiento —opinó Abel. Por un segundo, se calló la boca, sin embargo, volvió a hablar—. Al final la planta que encontramos quizás no tenía su alma…
—Eso sólo significa que tendremos que apresurarnos, así que hay que ir a ese lugar lo antes posible —Abel asintió ante este comentario, y no mencionaron nada más.
Al rato, los sonidos de aquel hospital formaron parte del ambiente, en lo que ambos se redistribuían con unas sillas cerca de su conocida, y al menos se quedaron una media hora hablándole de vez en cuando, con el sentido de que ella supiera que tenía el apoyo de ambos; a pesar de que existía la posibilidad de que la pelirroja en su estado no los escuchara, aun así, hicieron el esfuerzo.
Pese a que su presencia no hacía la diferencia en aquel momento, los muchachos a la hora de retirarse, se fueron con un peso en el pecho, y ya para ese tiempo, el clima se mostraba algo salvaje por la fuerza del viento; esto último, despertó la ansiedad dormida del pelinegro.