El tiempo puede pasar tan rápidamente, que ni siquiera se toma la molestia de avisarnos cuando está a punto de llegar algún acontecimiento a nuestras vidas, cosa que pasó con Talía, quien se había ido a estudiar al extranjero, para luego darles una sorpresa con su regreso a nuestros protagonistas, aunque ésta fue en la situación menos agraciada posible, para colmo, el hecho que había señalado Yamil, no pasó desapercibido, así que… tenían un cierto cosquilleo en la sien que les indicaba que no podía estar del todo bien esto.
—¿Y cuándo llegaste Talía? —le preguntó Abel, quien tenía apenas fruncido el ceño por el dato.
—Hace algunos días, y como es natural, también estaba al tanto de la situación de Misa, así que vine a verla en cuanto pude —indicó.
—¿Es así? —preguntó Alan levantando una ceja.
—Sí, ella hace algunos días que viene a verla —testificó Yamil a su favor, el cual al poco, captó las expresiones serias de sus allegados—. ¿Qué les pasa a ustedes dos? ¿Acaso no están contentos por ver a Talía de nuevo? ¡Hace mucho que no tenemos una reunión así!
Apenas el doctor dio a entender esto, los chicos se avisparon, e instintivamente comprendieron que estaban siendo incoherentes, pues… no tenían motivos para sospechar de su amiga, por lo que se relajaron un poco, no obstante, aún permanecía la duda sobre sus cabezas.
—Lo siento… creo que se lo debemos al exceso de trabajo. ¿No es así Alan? —comentó Abel a su compañero.
—¡Sí! Abel ha tenido muchos clientes en su local al punto de hacerlo reventar y yo… pues me he encargado de muchos borradores nuevos, y es un poco tedioso eso porque no todos tienen talento —dijo entre risas el editor mientras se acariciaba su nuca con una mano.
—Y hablando de trabajo, tengo que ir a acomodar el negocio. Tú también tenías cosas que hacer, ¿cierto, Alan?
—¡Ah! ¡Tienes razón!
El desconcierto enseguida se plantó en la faz de Yamil, quien creía que esta vez permanecerían en la habitación a hablar sobre su hermana, pero más con respecto a la llegada de Talía, puesto que hacía mucho tiempo que no la veían, y lo irónico de eso es que lo primero que se les ocurrió hacer a sus antiguos amigos, era querer escaparse.
—¿Enserio se irán? Ustedes están actuando realmente raro últimamente… —les hizo saber su compañero.
—No sé de qué hablas —informó Abel en lo que le daba la espalda—. Sabes que dirigir tu propio negocio no es nada fácil, sin mencionar el cierre de caja —aseguró el experimentado rubio.
—Cierto, y como médico deberías saber las responsabilidades que acarrean un trabajo al estar haciendo guardias tan largas —anunció Alan levantando una mano para despedirse de sus amigos.
—Bueno… tienen razón —comunicó avergonzado el doctor.
—Aun así, es una lástima —habló por fin la castaña, provocando que los chicos se detuvieran un instante para mirarla—. Sin embargo, se entiende. A veces el trabajo puede consumirnos más de la cuenta, por lo que… traten de no esforzarse mucho —dijo con una amable sonrisa, la cual le dio paso a la acción de que se observaran entre ellos y así le asintieran a su amiga.
—Tienes razón; descansaremos cuando sea el momento —reparó Abel para luego salir de la habitación.
—Esperemos volvernos a ver en una situación menos penosa —Alan inclinó un poco la cabeza para despedirse otra vez, y se retiró con un trote rápido para alcanzar así a su allegado.
En cuanto estuvieron fuera y lo bastante lejos de la sala, ambos le entraron a la charla, en donde cuyo tema principal era su conocida.
—Aún no me inspira confianza Talía; lentillas… ¿tú crees eso? —Alan preguntó por aquella escusa.
—No lo sé… pero es evidente que ella está bien, así que tampoco podemos decir que tenga algo que ver con el otro plano —se rascó la cabeza Abel.
—En eso tienes razón —suspiró el pelinegro.
—¿Qué tal si vamos ahora a mi cafetería y seguimos hablando ahí un rato? Hay que aprovechar un poco el tiempo libre —aconsejó el rubio.
—Claro, me parece buena idea —aseguró su compañero.
Terminando con ese encuentro poco esperado, ambos se dirigieron al negocio de Abel, y en lo que se daba esta situación, en el otro lado, sucedía otra. Seitán, tal y como había prometido, fue a hacerse cargo del reino de Diente de León, por lo que, para ello, necesitaba hablar con las entidades que dividían las regiones espaciales, pues éstas tenían reyes diferentes en donde poseía habilidades asignadas que les permitían mantener tales dimensiones, pero ahora que no estaba Lidciel, debería Seitán hacerse con el territorio y adquirir (de manera temporal) la responsabilidad hasta que el príncipe terminara con su castigo.
—Es impresionante todas las labores que desea llevar a cabo —comentó su mano derecha: CN—. ¿En verdad cree que estará bien? La última vez se sintió muy mareada por el exceso de responsabilidades.
—Estaré bien CN, no es como si fuera la primera vez que debo llevar a cabo algo de este estilo —le mencionó—. Por cierto, ya que estás acompañándome a hacer este papeleo, quiero preguntarte algo —se detuvo en medio de su caminar.
—¿De qué se trata, mi reina? —le consultó mientras se frenaba a su par.
—Uriel… Acepté a ese chico en el grupo sólo por recomendación tuya, pero me he enterado de que está causando más tropiezos que otra cosa en el grupo —ante las palabras de la extraterrestre, ese chico no se inmutó—. ¿De dónde lo sacaste?
—¿De dónde…? —repitió—. Él es descendiente de un famoso oráculo que ya no se encuentra hoy en la tierra, mi líder, y se trata del impecable Nostradamus. Pensé que alguien con sus genes, aportaría algo de valor en la tan importante misión que les ha asignado a esos chicos, y que también, les serviría al menos de guía —la explicación de CN fue racional para Seitán, además, eso explicaría porqué ese muchacho no había usado la fuerza bruta hasta ahora en sus anteriores desencuentros con sus compañeros de equipo, pero… no explicaba el hecho de que no usara alguna de las tan famosas habilidades que tan bien se le daban a su antepasado, así que le resultaba extraño.