3. Fideos y vidrios rotos.

Beau.

Ella se ríe tan alto que no puedo evitar sonreír. No llevamos mucho caminando y todo ese corto tiempo no puedo evitar mirarla. Cuando la vi me sorprendió demasiado. Creí que no la iba a ver por algún tiempo. Pero para mi suerte la tengo delante. Como si dios me la hubiese lanzado. Raro ¿no?

—La verdad es que sí. Alguien puede llegar apuntarte con un arma. ¿Qué tal si entran a robar?

Me detengo en seco. Ella no se da cuenta y sigue caminado. Mierda. Eso no lo había llegado a pensar.

— ¿Puedes dejar de enviarme malas vibras?

Se volteó. Mira hacia tras de mí, frunce el ceño. Demora tanto que me volteo a mirar. Lo único que veo son personas ir y venir. Hay dos hombres que destacan, están vestido en sacos y corbata. Los dos de negro. Como si fueran guardaespaldas. Miro hacia delante y ella ya me está viendo. Arqueo una ceja y ella niega.

—Sabes me estoy muriendo de hambre —me dice.

Caminamos hasta donde vive. Son cuartos de alquiler. Un edificio de dos piso grande. En cada piso hay tres puertas. Subimos las escaleras. Ella saca la llave de su chaqueta. Y abre la puerta del medio. Ella dice un "Pasa" y yo lo hago. Todo está ordenado demasiado. Es un espacio mediano. Veo dos puertas y una entrada. En lo parece ser la sala hay un sillón donde pueden caber tres personas. Hay un mueble una televisión, y en unos estantes que tiene alado hay libros.

—Ya vengo —dice y entra en el lugar que no tiene puerta.

Regreso la mirada a los libros. Son puros clásicos. Quien iba a creer que sería lectora. Y sobre todo que lee libros clásicos. No tengo nada en contra de los lectores pero en serio odio leer. Sobre todo cuando el profesor de literatura nos hace leer.

Decido ir detrás de Riley. Al parecer el lugar sin puerta es la cocina. Ella esta llenado las sopas instantáneas de agua caliente. Me siento en una silla junto a la mesa. La veo agarrar dos tenedores. Agarra las sopas y se voltea. No se sorprende al verme allí. Las pone en la mesa. Ella se sienta y asiente. Me ha dado cuenta que ella le gusta responder con movimientos de cabeza o sonrisas. Pero no me parece raro, me gusta.

—Así que te gusta leer solo clásicos. —Me mira confusa y al comprender asiente.

— ¿Que tienes contra los clásicos?

—Nada, pero...

—No soy lectora. Solo tengo esos por la clase de literatura.

Oh.

—Odio leer. Me daba miedo decirlo.

— ¿Porque? Cada uno tiene sus gustos.

Agarra su tenedor y enrolla unos fideos en él. Le sopla para enfriarlos. Cuando siente que están los suficiente bien para comerlos los lleva a su boca. Demoro en comer porque la verdad no se me apetecía nada. Y ella ya lleva su tercera sopa de fideos.

Nos movemos a la sala y ella pone una serie que desconozco su nombre. La verdad no me llama la atención como a ella. Me quedo mirándola. Tiene estos ojos celestes intensos. Sus facciones son marcadas. Tiene la nariz algo estirada con un el perfil de lado. Sus labios son de un rosado pálido. Y su cabello le está llegando a los hombros.

Ella me pilla mirándole. Ella alza una ceja. Me sonrojo. Ella niega y sonríe.

—A que soy hermosa —dice y me guiña un ojo.

Me gustan los hombres. Bueno eso creía.

¿Cómo que hace calor aquí?

Como si estuviese leyendo mi mente ella se quita la chaqueta y se queda con su camisa gris. Ahora noto que tiene tatuajes, ambos brazos llenos de ellos. Me quito unas de mis ligas del cabello que llevo en la mano y se la paso. Ella la mira y luego a mí. Se amarra el cabello. Me gusta como se ve. Ella frunce seño.

—Perdón por ser grosera pero no sé cómo te llamas.

Aprieto los labios para evitar reír. Le estiro mi mano, ella primero la mira anona y luego entiende. Ella la estrecha.

—Mucho gusto me llamo Beau Awen.

Ella me muestra una sonrisa coqueta.

— Miledy —doma mi mano y se la acerca a la boca y la besa —. El gusto es mío — suelta mi mano —, Me llamo Riley Archie.

Así que Riley Archie, creo que me interesas. Pero no sé de qué manera.

Después de un rato más de seguir hablando mientras vemos la televisión, la puerta se abre.

—Riley vamos a Jugar...

Son Aien y Aiden. Veo como el menor de los hermanos frunce el ceño. Me separo de Riley. No me había percatado que me había acercado mucho. Evito mirar a los pelirrojos. Sobre todo a Aien sé que no deja de mirarme. Porque estoy aquí sin pensar en sus advertencias.

—Creí que estabas sola —dice Aiden —. ¿Quieres ir a jugar Baloncesto?

Me volteo a mirarla y ella está mirándome. Arquea una ceja. Yo me encojo de hombros. La verdad ya se me apetecía volver a casa.

—Vale. Voy a cambiarme.

Ella se levanta y camina a su cuarto, deja la puerta abierta, la puedo ver buscando algo que ponerse en el momento que se va quitar la camisa entra Aiden y cierra la puerta.

Frunzo el ceño. Bajo la mirada a mi regazo. Ni siquiera quiero mirar a Aien. Juego con mi mano incómoda. El hecho que él no diga nada me pone aún más incómoda. Alzo la mirada y él está mirándome, tiene las manos en sus caderas, la niega. Y también entra al cuarto. Dejo escapar aire que sin querer estaba sosteniendo.

Me levanto y camino a la cocina, ya que ahí deje mi mochila. La recojo del suelo y me dirijo a la puerta para irme, cuando la abro escucho a Riley.

— ¿Te vas? —me sobresalto y me volteo. Ellos están vestidos para jugar al baloncesto. Abro la boca para hablar pero no me sale nada.

Riley y Aiden tienen las cejas arqueadas

—Puedes venir con nosotros si quieres —dice Aiden, boleto a ver a su hermano y él está con el rostro levemente fruncido.

—Está bien —susurro.

Salimos. Voy de lado Aien. Riley va delante nuestro mientras habla con Aiden animadamente. Me siento de alguna manera fuera de lugar con estos tres.

Pasamos por el mini-marker en el que trabajo. Veo a Lucas arreglando productos en los estantes. Cerca de este está la cancha de baloncesto y a su lado hay una de futbol. Nos acercamos y ellos saludan a los que se encuentran allí. Veo unas gradas y me acerco para sentarme.