Madammes: Guardianes de Donna Hadhaka

14. VER LO QUE NO ES

Comenzaba a amanecer cuando los pasos de Papá Capitán a lo largo del pasillo me despertaron. Decidí mirar la hora en el móvil pero estaba apagado. Lo conecté al cargador y lo encendí. A los pocos segundos de introducir el PIN, y el patrón de desbloqueo, comenzaron a entrar docenas de notificaciones. Llamadas, mensajes de whatsapp, correos electrónicos, actualizaciones... ¿cuánto tiempo lo había tenido apagado? Había dormido... ¡catorce horas! ¡Menos mal que era fin de semana!

Tasi, 22:32; Loqui, ¿dónde andas?

Tasi, 22:45 ¿Te has ido de fiesta sin mi? Dime algo, porfa.

Tasi, 00:43 He llamado a tu padre porque estaba asustada, me ha dicho que estás dormida. ¿Te encuentras bien?

Desconocido, 20:45 Hola Daniela, soy Kaiden. Perdona, copié tu teléfono en el pub el otro día. Espero que no te moleste. ¿Llegaste bien a casa?

Desconocido, 22:05 Hola. ¿Estás bien?

Desconocido, 22:50 Estoy preocupado, contéstame por favor. Si quieres mándame al carajo pero dime algo.

Y cinco mensajes de llamadas perdidas del mismo número. La última hacía solo una hora. Dudé si contestar o no. Sobre todo porque, en el pub, el teléfono estuvo apagado todo el rato y no tuvo forma de copiar el número. ¿Me estaba tomando el pelo o inventando una mala escusa para verme? De cualquier forma me tomaba por tonta si pensaba que me tragaría algo así.

Daniela, 07:12 Estoy bien, no tenía batería. Empiezo a pensar que me acosas. Duerme, idiota.

Desconocido, 07:13 Buenos días J

Memoricé su número como Canadiense raro. Además no conocía su apellido. No le volví a contestar. A Tasi sí lo hice, aunque no le di detalles, de todas formas nos tocaba patrulla aquella tarde. En un movimiento suave Olaya abandonó el dormitorio, claro, con toda la sutileza de un ave con un metro veinte de envergadura puede tener. Con ella se marchó la calma que me había hecho dormir en una sola noche lo mismo que en una semana completa.

—Dani, necesito verte. No he llevado esto con mucha madurez y te mereces una disculpa.

—No y sí.

Reía a través de la línea telefónica. Había dudado largos segundo si responder la llamada de mi viejo amigo. Alex me había llamado varias veces a lo largo de la mañana y finalmente decidí enfrentarle.

—¿Por qué no salimos un rato? Nos tomamos unas cervezas y nos relajamos un poco —propuso.

—No me apetece mucho, la verdad.

—Venga, hazlo por mí. Yo sí lo necesito. Estoy muy estresado, he tenido problemas con mi padre otra vez y necesito una mano amiga.

—Está bien, nos vemos en el centro. ¡Lo que hay que hacer por los amigos!

—Anda ya, quejica. Tengo que dejar a mi tío en el taller que está cerca de tu casa, como estoy por ahí cerca, ¿te recojo en media hora y comemos juntos?

—¿Ahora?

—Sí. —No dio más explicaciones.

—Bueno, vale. Estaré lista. Llamaré a Tasi.

—Mejor la llamo yo y así me disculpo con ella también, el otro día fui un poco grosero con ella.

—Perfecto, pues aprovecha, tío, hoy tienes el día disculpón.

Colgamos y me sentí un poquito mejor, recuperar el equilibrio con mi amigo ayudaba bastante a digerir las pequeñas tonterías que me estaban confundiendo últimamente. Tonterías con acento canadiense y mirada oscura.

Me arreglé un poco, un vestido fresco y unas sandalias. Ni me recogí el pelo, preferí dejarlo suelto y alborotado, así iba en consonancia con mis emociones. De treinta minutos me sobraron quince, que invertí en disfrutar de la compañía de mi padre.

Papá Capitán no era un hombre al uso. Era un pedazo de hombre, de perder el hipo y tener hipoxia severa porque te olvidas de respirar. En palabras de Tasi, estaba bueno que te cagas. Podía parecer un poco raro lo que voy a decir pero... si tuviera que escoger un hombre maduro para tener un lío y olvidara el lazo paternal que nos une... le escogería a él. Roberto de la Cruz Bracamontes era igualito que el Lobezno de Hugh Jackman antes de ser un amargado, pero con sus cicatrices. Papá fue un guerrero de la manada, uno de los machos más fuertes que había optado a ser el alfa. Pero en algún momento conoció a mi madre y se saltó algunas normas, cuando ella se quedó embarazada sus vidas se torcieron. Mi padre se convirtió en un lobo lisiado pues arrastra una leve cojera cuando camina a dos patas, pero fatal al trote como un can. Tiene un cicatriz en el ojo a lo Rambo que le deforma un poco el párpado pero si le sumas una barba de tres días, unos churros por la mañana y un buen puro, el resultado es sexy. No imagináis la cantidad de tapex con pasteles varios que había siempre en mi nevera, había llegado a pensar que las vecinas se turnaban para visitarnos porque jamás coincidieron dos el mismo día.

—Hello Duddy —grito.

—Buenas tardes, princesa. Hoy se te han pegado las sábanas. Ya casi es hora de comer.

—Pero mírame, hasta me ha cambiado el humor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.