Me alejé de Daniela por la clara advertencia de su cointra. La tal Tasi era de armas tomar. Había iniciado una enorme bronca en el bar con tal de obligar a todo el mundo a huir de allí. Pocos segundos después de que el Audi que Vanesa conducía girara la esquina hacia la avenida principal de la ciudad, una enorme explosión arrasó el pub. Estaba seguro de que los cristales insonorizados del vehículo habían evitado que Daniela se diera cuenta. Además su cointra mantenía toda su atención en ella gracias a su papel de borracha adolescente.
El mensaje de la rubia en mi mente había sido claro.
"Aléjate de ella o la mato. Tienes algo de lo que ocuparte ahí dentro".
La amenaza iba dirigida hacia mi hermana de sangre. Ni siquiera Vanesa se había dado cuenta de que portaba un pequeño puñal en la mano que quedaba entre ambas. Por la posición en que venían, con Tasi encorvada por la falta de equilibrio y mi hermana tirando de ella para mantenerla en pie, era imposible que lo hubiera visto. No toleraba, ni toleraría que nadie me diera órdenes por muy servicial que fuera a la Donna. Casi doscientos metros nos separaban del Pub pero el olor a gas (o mercaptano) no me pasó desapercibido, traduciéndose en una señal de alarma. Segundos después la explosión fue inevitable.
Cinco humanos fallecidos y quince heridos de gravedad, algunos heridos más ya de vuelta a casa pero con el temor en sus huesos de por vida. El alboroto de la cointra había desalojado el local en su mayor parte. Personal de servicio y una pareja rezagada habían sucumbido a la explosión. La deflagración alcanzó el exterior hiriendo de gravedad a los espectadores rezagados. Los escombros y los cristales no ayudaron a suavizar la fatídica masacre. Dos horas después volvía a casa con el equipo. Habíamos trasladado heridos, hecho torniquetes y cubierto cuerpos calcinados. El humo y la carne quemada tenían un olor tan profundo que hasta los insectos habían abandonado el lugar. Incluso Donna estuvo presente con sus dones, permitiéndome sanar en su nombre. No osó devolver vida alguna, hacía años que renunció a esa batalla con la Maña. Pero palió dolor y regaló inconsciencia a quien la rogó.
Una leve lluvia limpió el ambiente, pero acentuó el olor de la barbarie. Ni siquiera la magia podía iluminar una habitación sin ventanas.
De camino al ático, la Jefa de equipo 1 expuso sus conclusiones dentro del vehículo que solo nosotros ocupábamos. Lucía también estaba agotada pero sabía que la información y la efectividad nos alimentaban.
—¿Qué ha pasado? —pregunté.
—La Policía dice...
—Me importa una mierda lo que dice la policía, quiero saber qué ha ocurrido.
—Una explosión de gas natural. Es menos inflamable que el gas ciudad pero aún así... los accidentes suceden. Su rango de inflamación es muy bajo, sin embargo...
—No me cuentes más mierda. Tú y yo sabemos que esto no ha sido un accidente.
—¿Lo sabemos? Yo no estoy tan segura. El hecho de que tu chica estuviera dentro no cambia el rumbo de las cosas.
Yo reí sonoramente. Solo se trató de una risa condescendiente. Ella sabía, mejor que muchos, que acababa de decir una sandez enorme.
—Todo lo que tiene que ver con la Guardiana cambia el rumbo de las cosas —afirmé malhumorado.
—¿Eso quiere decir que estás seguro de que es ella?
—Es ella. Lo sé.
Lucía tragó saliva unos segundos, incómoda. Durante los últimos años ella y yo habíamos compartido mucho, sin olvidar que este momento llegaría. El silencio fue interrumpido por la una llamada de teléfono. Había días que no terminaban nunca.
El equipo irrumpió en el parking del edificio donde habíamos instalado el nuevo hogar de HadhaKa. Me tiré del Audi antes de que se detuviera, ni me fijé en quien sujetaba la puerta del ascensor, solo entré en él y pulsé el código que me llevaba al ático sin esperar a nadie más.
Al abrirse el ascensor nadie esperaba en la puerta, tuve que introducir el siguiente código de seguridad para acceder a las instalaciones. El siniestro silencio me hizo pensar que el problema había pasado por allí hacía pocos minutos.
—¡Donna! —grité —¡Dónde demonios estás!
El padre de Lucía apareció por el pasillo de la izquierda dando las explicaciones concretas que un Guardián como yo demandaría. Eficiencia, honestidad y compromiso. Ambos caminamos en silencio hasta mi despacho. Yo entré el primero cerrando a su espalda.
—¿Qué sabemos? —ladré.
—La niña está con él —yo asentí en agradecimiento mientras esperaba todo lo que vendría después. —Kirian, o el gilipollas como tú lo llamas, salió ayer por la mañana a reconocer los límites de los terrenos de la manada de Luna Fría. La salida no fue autorizada, antes de que lo preguntes. Afirma que mientras recorría los Montes Dorados, cruzando los barrancos de Arroyo Frío fue atacado por cinco lobos. Identificó a uno de ellos como a Morrison Bracamontes, el Alfa. Afirmó que reconocería a los otros cuatro. Ha revisado los informes y solo uno de ellos está registrado como miembro de Luna Fría. Se trata de Gauko Sanchez —mientras hablaba fue colocando en la mesa de la cocina los dossiers que el equipo había ido realizando semanas atrás.
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Editado: 11.11.2018