Jenny se colocó el rosario sobre el cuello y buscó en su closet algo con qué vestirse; un vestido manga larga, gris y de cuello alto, que llegaba por debajo de las rodillas, y unas zapatillas.
Después se fue a misa.
Se arrodilló frente a una imagen y comenzó a rezar; la virgen tenía que ayudarla, ella mejor que nadie sabía lo que era perder un hijo, y Jenny había perdido a su nena: a su Madelyn, y con ella también podía perder el amor de su marido.
Cuando salió de la iglesia, sintió que una mano se aferraba a su brazo impidiéndole caminar.
Entonces, se giró.
—Álvaro… ¿Otra vez tú? ¿Ahora qué quieres? —espetó.
—Ayer fui a hablar con Samuel.
—Ah, ¿sí?
El cuerpo de Jenny se tensó, solo recordar todo lo que aquellos hermanos sabían, le ponía los nervios de punta.
—Le dije que no estás bien, que necesitas ayuda.
—¿Cómo te atreviste?
—Me atrevo porque estoy preocupado por ti. —Jenny miró a los costados; lo último que necesitaba era que la gente comenzara con sus habladurías—. Me dio esto para ti —agregó, extendiéndole un papel.
Jenny lo leyó.
—¿Un psiquíatra? —murmuró, sintiéndose ofendida.
—Te ayudará a sobrellevar la perdida.
—Escúchame bien. —Jenny arrugó el papel—. No necesito tú ayuda ni la de nadie.
—Jenny, por favor…
—Quiero que me dejes en paz —ordenó, arrojando la referencia médica al suelo—. Deja de meterte en mi vida, Álvaro, o te juro que te vas a arrepentir.
Tras aquella amenaza Jenny subió a la camioneta.
¿Un psiquiatra?
Ella no necesitaba un psiquiatra. Lo único que necesitaba era a su hija. A su Madelyn. Y no descansaría hasta tenerla nuevamente a su lado.
*****
Jenny venía bajando las escaleras, cuando abrieron la puerta principal.
—Antón —balbuceó.
Su esposo, sonrió, relajado, y se acercó.
Las piernas de ella comenzaron a temblar y se tuvo que sostener del pasamano para no caer.
—¿Por qué no me avisaste que regresabas hoy? —preguntó, cuando estuvo frente a él.
—Querías sorprender a mis princesas. —Besó los labios de su esposa y, seguidamente, le acarició el vientre.
Instintivamente, Jenny retrocedió.
—¿Estás bien, cariño? —formuló Antón, con el entrecejo arrugado.
Jenny permaneció algunos segundos en silencio, con la mirada perdida en algún punto invisible de la pared.
—Jenny —insistió su esposo.
Ella parpadeó un par de veces y asintió. Después sonrió, una sonrisa temblorosa que le supo a miedo.
—Debes tener hambre, voy a prepararte la cena —le dijo, saliendo de aquel lugar a toda prisa.
Entró a la cocina y sacó unos filetes del refrigerador.
—Las extrañé tanto —la voz de Antón se le hizo escalofriante; como un susurro diabólico en medio de la oscuridad—. ¿Cómo te sentiste estos días, cariño?
—Bien. —Jenny le dio la espalda y metió las piezas de carne congelada bajo el grifo.
—¿Segura? —Antón la abrazó por detrás y ella cerró los ojos, reteniendo la respiración—. Te noto tensa. Nerviosa.
—Ideas tuyas. —Se giró y lo miró a los ojos—. Ve a desempacar y después bajas a cenar.
Antón entornó los ojos, mostrándose extrañado por su actitud, pero al final terminó asintiendo, besó la mejilla de Jenny, y agregó:
—No cocines con demasiado aceite, ya sabes que odio la comida grasienta.
*****
Cuando la comida estuvo lista, Jenny se sentó frente a su esposo; él sonreía y tenía la vista puesta en la pantalla del teléfono.
—¿Con quién hablas? —le preguntó.
—Con nadie, cariño, solo veo las fotos, mira… —dijo, mostrándole una imagen en la que se lanzaba de una tirolesa.
Ella le dedicó una sonrisa, lo más sincera que pudo. Antón dejó el teléfono sobre la mesa y agarró el cuchillo para cortar la carne.
—¿Y qué hiciste en Acapulco?
—Más de lo mismo: visitar hoteles, degustar comida, ir a las atracciones. Aunque debo admitir, es de los lugares más hermosos que he visitado. —Se llevó un trozo de carne a la boca y después de tragarlo, preguntó—: ¿Fuiste a la cita con Samuel?
—Sí. Todo va muy bien. Madelyn está sana. Y en aproximadamente un mes estará con nosotros.
Antón acarició la mano que ella tenía puesta sobre la mesa.
—Jenny, sé que no te lo digo muy seguido, pero gracias por hacerme tan feliz. Por llevar a nuestra hija en tu vientre. Madelyn y tú son lo más importante en mi vida.